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ma ma

Drama Tras serle diagnosticado un cáncer de mama, Magda, una maestra en paro, reacciona sacando a la superficie toda su energía vital. Gracias a su valentía y optimismo, tanto ella como los suyos vivirán insospechadas escenas de humor y delicada felicidad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
11 de noviembre de 2015
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de reconocer que Medem tiene una cierta habilidad para plasmar fotogramas y un cierto estilo en el manejo de la cámara que se agradece en el panorama cinematográfico actual. Sin embargo, como guionista podía echarse a un lado. Si en otras obras como "Lucía y el sexo" te deja frío, conseguir esa misma temperatura con una historia potente en el plano sentimental es para hacérselo mirar.

Es cierto que me esperaba un juego sensible al estilo "Lo Imposible", pero tenía mis esperanzas puestas en un buen argumento que tratara sobre la superación humana, el sufrimiento cotidiano, los vínculos familiares...y puede que toque todos estos temas, pero de forma tan horrenda, vacía y distante, que llegas por muchos momentos a desconectar de la película. El montaje es bueno, pero la calidad narrativa es nula. Las historias, se suceden sin lógica alguna sobre la pantalla, donde el espectador se nota lejano debido al surrealismo de muchas escenas y lo irreal del argumento.

Por lo tanto, a Medem le queda una obra pretenciosa reconstruida a última hora con pegamento, dando lugar a un producto incompleto que te dejará completamente helado. La película no te sumerge, no te hace partícipe, no te incomoda, no te alienta, y puede que emocione, pero a pequeños rasgos. Hasta Luis Tosar parece empaparse de tan poca conexión en un papel desaprovechado, que como todo el film, puede ser enorme, pero transmite muy poco. No sé si el director en algún momento se percató de ello, porque llena el largometraje de primeros planos de Penélope Cruz, y resulta ser lo más salvable -junto a la niña rubia-, de "Ma Ma".
Cineaste
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14 de octubre de 2015
17 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ma Ma
El pasado lunes fui al cine a ver Ma Ma de Medem y me pareció una gran película. Otra obra maestra del 7º arte, grandísimo Medem, gran Penelope Cruz, gran Tosar, fotografía, guión, música...toda la pelicula tan bien hecha, tan tierna.
Fui contra todo pronóstico ya que las críticas son del tipo: "cursi, blanda y llorona" (Luis Martínez en El Mundo), "Falsa poesía"(Jordi Costa en El País), "No tiene lógica" (M. Torreiro en Fotogramas), "Se mueve entre lo sublime y lo ridículo" (Beatriz Martinez de Fotogramas).
De lo que quiero dar constancia en esta crítica es de todo el daño que hacen los críticos de cine al propio cine y a los espectadores con esos comentarios que hacen, tan desproporcionados , insultantes y malintencionados. De cine se habla en otro tono, con respeto, sin descalificar y sin intentar hundir un trabajo que por cierto en este caso muy bien hecho .
Así que lo que les propongo a los lectores es que se olviden de todo lo que han leído sobre Ma Ma, incluyendo este escrito y que vayan a verla, sin prejuicios. Medem les tiene preparado un camino de dos horas que es CINE en mayúsculas, de disfrute y crecimiento personal.
alelex
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14 de septiembre de 2015
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no fui informado ni vi el tráiler para no ver la película condicionado. Según mi opinión, no tan categórica ni sentenciadora como la de algunos críticos que he leído antes, "ma ma" me ha impactado. Tratada con realismo, sensibilidad, fuerza, sin prejuicios y sobretodo, como nunca antes se ha creado una obra sobre la temática del cáncer y la visión que se puede tener de la vida. Felicidades a Medem y resto del equipo.
Peluxco
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17 de septiembre de 2015
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es muy sencillo lanzarse a la crítica de una película que tan solo por el título y los retazos del argumento encogen el corazón de melancolía y de miedo. Un cuadro que enmarca a una profesora en paro y separada (Penélope Cruz) a la que diagnostican cáncer de mama y a un ojeador del Real Madrid que acaba de perder a su hija (Luis Tosar) no puede contener más que tonalidades grises y luces apagadas. Sin embargo, Julio Medem (el director de Caótica Ana o Habitación en Roma), busca otorgar un poco de aire fresco y de humor a esta trágica escena, pero lo consigue de forma torpe a mi entender.

Es un film lacrimógeno por excelencia, un drama cincelado en el alma, con todas las miras del director puestas en conmover a un público que se va a dejar llevar por las sensaciones y que, con suerte, en medio de las lágrimas, no podrá apreciar las carencias de la película, no se atreverá a juzgarlas por miedo a parecer un insensible. Y es que he de decir que durante las dos horas que dura la película la sala, que estaba hasta los topes, estaba sorbiéndose los mocos en su casi totalidad, el silencio era tenso y el ambiente cortante. Flotaba la amargura y los corazones de los espectadores estaban encogidos de congoja. Solo unos pocos, permanecíamos impasibles ante la tragedia que asolaba a Magda, demasiado perturbados por la falta de verosimilitud para ser capaz de digerir la espesura del guion.

Como decía, hay que tener habilidad para intentar meter alegría y humor en una película que va sobre un tumor en el pecho y todo lo duro de esa realidad. Pero también hay que tener destreza a la hora de plasmar un suceso tan duro y devastador como éste, y hacerlo sin caer en los tópicos de la tristeza (o, también, en el soporífero hapiness). Julio Medem se muestra pretencioso, buscando fotogramas místicos, queriéndole dar un trasfondo, una unión de historias, que no encaja por ninguna parte, un sentido metafísico, filosófico, una lucha por la religión y la vida. Por momentos, he sentido cierta vergüenza ajena y desesperación, con ganas de gritarle a la pantalla...'¿¡Pero esto es necesario!?'.

Había esperado una película española de verdad, castiza, costumbrista, llena de tonos grises, de ojeras bajo los ojos, de lágrimas que rompen el rostro, de dolor del de verdad (no este decorado por los focos y por un coraje que es imposible de creer). En cambio me he encontrado con un juego de luces blancas, una niña rusa que camina por la nieve o lanza cangrejos en la playa (sí, que alguien me lo explique, por favor). Y, también, un retrato frivolizado del cáncer de mama y de la quimioterapia, como si se tratara de una sesión de solarium.

Penélope Cruz, la gran Pe, se encuentra muy por encima de todo esto. Rescata lo salvable del film, su estelar interpretación, porque mima la cámara y mima a su personaje con el cariño con el que solo ella saber hacerlo. Incluso sus silencios son estelares, parece controlar hasta el temple de su respiración. Y aunque el guion sea tan torpe, su mirada habla por sí sola, y esas lágrimas cristalinas acarician el alma con dedos gélidos. Desde luego, brillante.

Los demás personajes destacables son masculinos, otro lastre del cine y un gran error. Tenemos a Luis Tosar en su papel de Luis Tosar, a un ginecólogo poco creíble que canta bulerías en los chiringuitos de la playa, a un ex marido que apenas media dos palabras pero que tiene los ojos azules y eso siempre vende, y al hijo de Penélope, un muchacho que juega a fútbol y cuya aparición es muy prometedora, por cierto. Se crea entorno a esta mujer (que, por cierto, es una luchadora y no se doblega ante nada) una especie de triángulo amoroso absurdo y bochornoso que es un auténtico despropósito.

Digamos pues que se trata de una película floja, pero con matices. En realidad, no la recomiendo. Los más sensibles saldrán destrozados sin consuelo. Los más enteros, no la disfrutarán. Los amantes de Penélope Cruz disfrutarán de su interpretación, pero se sentirán vacíos. Un mal retrato sobre una realidad social devastadora.
Marafarinha
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11 de septiembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un rayo ilumina el cuerpo de una mujer. Envuelto en las mejores intenciones, Julio Medem proyecta una obra vital y sentida que, en una primera impresión, puede presentarse un tanto desigual. No obstante, “ma ma” se esfuerza en sobreponerse y consigue superar con la mejor de sus caras los obstáculos que encuentra por el camino. Fundamentalmente, gracias a la brillante entrega de su actriz principal. La labor de Penélope Cruz, dentro de la que es su vertiente más afable y agradecida, acaba por convertirse en un fuerte pilar sobre el que se sujeta el valor de la cinta. La bondad de su personaje se asoma con una sonrisa en el fondo de los espectadores y es inevitable contagiarse de su calidez y de su espontánea sabiduría. Ella transforma el conjunto en una película que respira y se expande en el recuerdo.

Lo triste es que el sol no resplandezca todo el tiempo. Durante los primeros minutos del largometraje, los intérpretes se muestran un tanto descarriados. Algunos de los curiosos recursos visuales del director terminan por repetirse más de lo debido y, sobre todo, chirría el problema del rubor generado ante los desconcertantes momentos musicales con los que tiene que lidiar el polifacético Asier Etxeandia. Eso sí, conforme la película avanza, nace en el relato un anticiclón sembrado de optimismo que se lleva por delante varias de estas nubes pasajeras que flotan sobre las cabezas de sus desdichados personajes.



El material con el que se construye la película es delicado. A la hora de hablar en el cine sobre la enfermedad, conviene andar con cautela y no caer en un tono excesivamente melodramático. Es peligroso dejarse llevar por un tratamiento manido de estos asuntos. Ahí probablemente radique el verdadero éxito de “ma ma”, pues el hallazgo de su mensaje alentador puede ser muy útil para los que vayan a recibirla con buenos ojos. Tampoco saldrán descolocados tras su visionado quienes en más de una ocasión hayan sentido cercana la poesía que rodea a las imágenes de Medem y a todo su universo sensorial. Resulta inevitable detectar aspectos sueltos que conservan el sugerente recuerdo de momentos de la cosecha de su cine en otras décadas. Es posible chocarse, dentro de las escenas más oníricas de esta historia, con distintas reminiscencias a sus propias películas y hasta se divisan espejismos en el guión que directamente nos devuelven a determinados parajes de “Los amantes del círculo polar” o de “Lucía y el sexo”. Un texto que se enriquece al dejarse empapar por la luminosa filosofía de un personaje protagónico que, de hecho, llega a ser quien finalmente escoge el sentido que toma toda la película de cara a su misterioso destino.

En lo referido a la realización, como es habitual en los trabajos del donostiarra, también se mantienen los rasgos de su sello personal. Hay instantes en los que, con el fin de enfatizar la intimidad innata de la historia, Medem se arriesga para conmover al espectador mediante los frecuentes manierismos que suelen poblar el lenguaje de sus trabajos. Aunque, en este caso, es de justicia admitir que en ocasiones se agradece el atrevimiento. Precisamente, es durante algunos de esos fragmentos donde la película, como mero artefacto fílmico, se vuelve más interesante. En los puntos en los que la narración se desarrolla desde su apariencia menos convencional, los aciertos adquieren un valor añadido y esto resultará reconfortante para aquellos que decidan sentarse en su butaca con la esperanza de reencontrarse con el peculiar artista que firma la obra.
elías
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