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Cosas que nunca te dije

Romance. Drama Don es un vendedor de casas que en su tiempo libre presta servicio voluntario en el Teléfono de la Esperanza. A Ann, que trabaja en una tienda de artículos de fotografía y vídeos, su novio le ha dicho que ya no la quiere y que desea cortar la relación. Para intentar recuperarlo, ella graba una cinta de vídeo donde le cuenta cosas que nunca le dijo. Las vidas de Don y de Ann, al cruzarse, experimentan cambios fundamentales. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
8 de noviembre de 2006
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Utilizo el título de otra película de la Coixet, pero me sirve de excusa, porque esta película es un guiño a los que amamos el cine que no consiste en aspavientos ni guiones con vuelta de 180º en en último segundo. Un guiño a los que creemos que el cine es Imagen y Palabra en toda su única extensión, aquella que subyuga y encanta. Aquí tenéis la respuesta a porqué no es esta una película taquillera ni conocida por el gran público.
Neekko
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9 de mayo de 2007
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta es una propuesta fuera de lo común, paradójicamente, pues nos muestra la vida común y corriente. Observando las vidas cotidianas de varios seres solitarios, en las que no ocurren hechos extraordinarios ni milagrosos, una se sumerge en reflexiones acerca del sentido de la vida, de lo que cada cual experimenta en el amor, de lo que significa ser feliz...
De una forma sosegada, sin estridencias, ni sobresaltos, ni tensiones, presenciamos la esencia misma de la soledad. A través de varias historias paralelas que se entrecruzan, contemplamos un retrato de la falta de comunicación, de todo lo que nunca se dice o lo que nunca llega a su destinatario, de la carencia de amor o del amor nunca suficientemente expresado, de la necesidad de conectar con alguien, del temor a ser feliz y a amar...
Todos los personajes necesitan conectar de alguna manera con alguien para desahogar sus temores y frustraciones, para realizar sus ansias de amor, para no sentirse tan desesperadamente solos...
Los monólogos, los diálogos y las reflexiones de los personajes son sencillos y a la vez profundos.
Y la conclusión a la que se llega es que nunca dejamos de ser islas a la deriva, por más que a veces busquemos la compañía de otras islas para paliar nuestro aislamiento, pero se trata de encuentros breves, unos leves roces que a menudo nos dejan con la sensación de que hay montones de cosas que nos hubiera gustado decir y que nunca diremos, muchas que hubiéramos deseado expresar y que nunca verán la luz.
Los personajes se hallan perdidos en un mundo de soledades y silencios, con escenas que dan una impresión de doloroso e insalvable aislamiento. No he reído ni he llorado con esta película, no he sentido emociones intensas, pero tampoco he llegado a aburrirme. Tal vez, si hubiera sido más larga, habría terminado por ser tediosa, pero han sabido proporcionarle el beneficio de la brevedad y la duración justa, porque lo cierto es que una película como ésta no debe alargarse demasiado, a riesgo de volverse vacía y soporífera. Afortunadamente, han sabido dotarla con el toque justo.
Discreta, sin atributos especialmente llamativos, esta cinta para mí pasa más desapercibida que alguna otra obra de Coixet, pero deja su huella suavemente.
Véanla si no les importa ver una película de ritmo lento con ciertos toques filosóficos, que representa el paradigma de nuestra sociedad de la incomunicación.
Vivoleyendo
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12 de febrero de 2018
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás, como hacen/hicieron muchos autores con una larga trayectoria a sus espaldas, aterrados al volver a visitar sus inocentes, demasiado delatoras, y nefandas obras primeras, tan inexpertas y llenas de carencias, debería tratar nuestra querida directora (a la que amé loca y efímeramente una media hora que estalló en eternas auroras de tiempo inconmensurable, de ahí mi furibundo despecho, en su lejano día -yo también fui joven, más que ahora incluso, aunque no lo parezca-, casi que ya no me acuerdo, ahora que el invierno de Seattle es solo un mojón en el camino al infierno) de borrar las huellas del delito, afanarse por eliminar las copias que queden, quemar su diabólico celuloide, procurar que, si falla todo lo anterior, los espectadores que la hayan padecido se olviden de semejante engendro mediante cualquier tipo de soborno o terapia de choque.
Se notan a la legua las ínfulas de novata pistonuda con lecturas de alto copete y muchas películas a sus anchas espaldas, las ganas de ser original a toda costa, el ímpetu por dejar rastro o huella, llamar la atención y epatar a la concurrencia burguesa o más bien agradar al sencillo personal con el alma en vela.
Y eso es lo malo. Que se desnuda demasiado. Y da un poco de vergüenza ajena.
Su mirada pedantesca, repipi, cursi, ridícula, esa transgresión blanda y amanerada, los esfuerzos por ir de moderna, el intento de hacernos pasar a una desmadejada cabeza hueca por filósofa de primera. En fin, un popurrí de ocurrencias penosas y frases enojosas.
"Me gusta ir a ver películas porno. Me parece reconfortante". Dice en un momento dado el simpático y buenazo protagonista. Sí, habéis oído bien. Reconfortante (sic).... Y así muchas más.
Un tono lánguido, moribundo, apático, narcotizado, pretendidamente independiente, publicitario y ñoño grunge (el año 96 fue cuando se hizo), de postal de melancolía de romanticismo aguado, melifluo y fofo, pregonero a los cuatro vientos de una supuesta diferencia que la más de las veces solo es pose y huera displicencia.
Los personajes son fantoches que repiten ideas y citan dichos como si estuvieran en un mal taller de impostura literaria. Sus encuentros están puestos por el ayuntamiento. Sus reacciones, deslices y flirteos se debaten entre la necedad más profunda y la casualidad más mostrenca.
No hay un gramo de verdad, sinceridad o poso. Nada más que como reflejo (de lo que se esconde, de lo que late entre tanta vanidad, temeridad y desafuero), como gesto, como superficie afectada y redicha de una creadora que olisqueaba algo y no sabía ni cómo ni dónde
Si no es peor, gracias, se lo deberíamos achacar a su benéfica brevedad, sencillez y, más o menos, esmero en su conjunto y resolución, en su forma y, por decir algo, fluir narrativo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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2 de junio de 2006
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Isabel Coixet nos regala esta pequeña joya para disfrute de los amantes del cine. Nos cautiva con sus situaciones ordinarias que, gracias a su pulso en el guión y dirección, transforma en lecciones de metafísica: el amor, la felicidad, el sexo, el cariño... quedan totalmente diseccionados en esta pelicula.

Con una fotografía sencilla, encuadres geniales y movimientos de cámara pausados; nos lleva de la mano con total maestría para presentarnos a una serie de perdedores, y nos hace partícipes de la forma en la que los personajes comienza a conectar unos con otros, como quien envuelve un regalo con todo el cariño; y al final, lo termina con un gran lazo que lo sujeta todo.

Isabel Coixet nos da también una película íntima, en la que nos confiesa sus debilidades (chocolate chocolate chip), sus descuidos (el suavizante), y sus sentimientos ("¿por qué a la gente le cuesta hablar tanto de sexo si lo relamente difícil es hablar del amor?").

Todo un regalo, con unas secuencias preciosas, en los lugares más monótonos y ordinarios que podemos imaginar: la lavandería, el supermercado, el hospital, ...

Esa colección de perdedores, con la ayuda de Tom Jones, nos regalan una estupenda sonrisa al final.
davidperezf
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11 de diciembre de 2011
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tienes una relación con alguien y te parece que sí, que estás bien. Pero piensas que eso no es el auténtico amor. Crees que el auténtico amor es otra cosa. Y de repente esta persona te dice que no te quiere. Entonces, descubres que si la quieres o no, o quizás es más poderosa esa soledad que sientes que la pena que te inflige que el otro ya no te quiera.

Aquí todos nos sentimos identificados con Ann, desorientada después de una ruptura amorosa. La soledad, unida a la necesidad que tiene de desahogarse, la lleva a la idea de grabarse con una cámara diciendo todas las cosas que no le pudo decir a su pareja. La mayoría de cosas son tonterías: chistes, anécdotas... Pero a Isabel no le importa las formas, sino el contenido.

Por otra parte tenemos a Don, un ser apático que se ha quedado congelado sin poder acceder a los demás. Sin embargo, tiene esa necesidad de conectar con alguien la cual lo llevará a toparse con Ann.

Lo que nos lleva a enamorarnos de esta cinta no es sólo el argumento sino la manera tan personal y cálida que tiene Isabel de expresarlo. Y ella lo sabe. Sabe que nos encanta los pequeños matices: una lavandería a medianoche, un teléfono antiguo, una taza de café derramándose, la lluvia, la voz en off o incluso el ruido del semáforo de la vía del tren.

Pero sin duda lo mejor de sus películas son los silencios. Silencios magistrales y llenos de expresividad. Isabel juega con estas sensaciones, con la nostalgia, la melancolía; pero sobre todo, juega con nosotros y lo hace bien.
Isa
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