Pacto de silencio

Magnífico ejemplo de lo que Robert Redford puede ofrecernos como director. Una buena historia, unos actores soberbios, buen ritmo, sorpresas y un mensaje de denuncia que resulta convincente. Lástima que en el empeño de controlarlo todo, Redford se haya otorgado un papel protagonista que no cuadra con su edad. El problema de no creernos un protagonista hace que el resto de la película se tambalee. Incluso cuando el Redford director sabe mantener la historia a flote, sabedor que no resulta convincente como protagonista de la película. ¿Qué hubiese sido de "The Conpany you keep" con otro actor más joven y dotado para este tipo de cine? Una mejor película, de eso no cabe duda. Pero ojo, no estamos ante una mala película, el guión es magnífico, la dirección es espléndida y los actores están soberbios. Es muy entretenida y nos hace pensar sobre la identidad real de quienes nos rodean. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, un Robert Redford con 30 años menos hubiese ayudado bastante…

Sí señores, y señoras por supuesto, Robert Redford ha vuelto, no sé para qué, pero lo ha hecho.

Robert Redford es ese señor actor, o algo parecido, que luego se metió a director, o algo parecido. Que ya no tiene expresión en rostro de tanto como se le ha estirado (aunque nunca tuvo demasiada, la verdad), y que sufre el "síndrome de Paul McCartney" (que antes parecía un hombre y ahora parece una señora mayor).

Ha vuelto, dirigiendo y protagonizando "PACTO DE SILENCIO", adaptación de una novela negra de Neil Gordon. Y no le ha quedado del todo mal.

Posiblemente, si se hubiese limitado a dirigirla y hubiera tenido la suficiente cabeza y sentido del ridículo para no protagonizarla, le hubiese quedado mucho mejor. Pero si queremos verla, tenemos que sufrirle en pantalla. Esa es la palabra: Sufrirle.

Por mucho que se empeñe, Robert Redford tiene 77 años, y aparenta esos y más, lo cual no tiene nada de malo, salvo cuando intenta hacerse pasar por alguien de 60 años. De entrada ya no es creíble. Más con su rostro absolutamente inexpresivo. Incluso en una escena, su hija en la película le pregunta: "¿eso es una sonrisa papá?". Un perfecto resumen de su interpretación...sin entrar en otros matices más crueles.

Por si eso fuera poco, se rodea de un reparto espectacular, de actores espectacularmente buenos, que dejan aún más en evidencia su incapacidad interpretativa.
Salvado el escollo de su protagonismo, nos queda el de su dirección.

Nunca ha sido un buen director. No dirige bien. Tampoco especialmente mal. Del montón.
Le falta garra, le faltan recursos, le falta personalidad, le falta sobre todo honestidad y modestia. Siempre quiere que las cosas parezcan más de lo que son.

Pero hay una cosa que sí hemos de agradecerle: debido a su peso y prestigio en Hollywood, todo el mundo se pega de tortas por trabajar con él. Gracias a eso tenemos este impresionante reparto de actores grandes, incluso algunos inmensos, que sí tienen la edad que quieren representar.

Un reparto que muchos matarían por conseguir.
Pequeños papeles, con mayor o menor peso, que convierten la película en un desfile continuo de monstruos sagrados la pantalla (que no estrellas).

Abre el festín Susan Sarandon, ese animal capaz de atravesarte el alma con una sola mirada. Toma el relevo Chris Cooper, comedido y convincente como siempre. Stanley Tucci con su eterno aire de bonachón, un envejecidísimo Nick Nolte en un par de pequeñas escenas, Julie Christie, Richard Jenkins, Sam Elliott,...Brendan Gleeson todos ellos con una presencia apabullante. Pero en la parte juvenil no les desmerecen en absoluto Shia LaBeouf, verdadero protagonista de película, Anna Kendrick, y sobre todo esa especie de musa del cine independiente e inmensa actriz que es Brit Marling.

Aparte del festín interpretativo, la película, por lo que sea, funciona. Es un poco un thriller político, un poco una película policiaca, un poco un drama...es un poco de todo sin decantarse nunca del todo por nada.

A pesar de que el guión vaya un poco a trompicones, y se le vea un poco el plumero, la historia tiene vida propia y se cuenta por sí sola. Ahí es donde se nota su base novelística.

A pesar, también, de la poco inspirada dirección, consigue convertirse en un thriller un poco por encima de la media (de la media más mediana, nunca de la liga profesional), y posiblemente hasta le recordemos dentro de unos años.

A destacar también la estupenda banda sonora de ese genio del minimalismo electrónico que es Cliff Martinez (habitual de Steven Soderberg), aunque bastante mal gestionada (por aquello de la dirección torpe).

En definitiva, una guiso que funciona gracias a unos ingredientes de primerísima calidad, aunque el cocinero se empeñe en estropearlo.

Después de pensarlo mucho creo que las sensaciones que me produce “Pacto de silencio” son varias: insatisfacción, desidia y pena. El caso es que su argumento era interesante, su reparto muy atractivo, está “formalmente cuidada” e incluso tiene una destacada banda sonora, pero a fin de cuentas nada de esto importa y, como ya avisaban otros, el resultado es tan rutinario como olvidable. Quizás con el paso del tiempo algunos pretendan revalorizarla por el mero hecho de que la firma Redford, y verla con más complacencia, pero es que realmente es uno de sus títulos más flojos y que no deja huella alguna. Lo de la pena que decía al principio lo digo porque siempre he defendido edades de todo tipo y admiro a quienes no pasan por ninguna clase de pinchazos o cirugía si así lo creen conveniente. Pero Redford, raro pero es así, está “outcast”, fuera de toda credibilidad en su casting y no da el personaje. Es lamentable ver los tiros de cámara por los que ha optado y el lucir con cuidado el perfil bueno. De Redford la verdad no me esperaba tan torpe madurez, pensaba que era más inteligente que lo que muestra en la película. Caso opuesto es el resto del elenco, sobre todo ellas, porque aunque Sarandon haga un breve papel cumpliendo sin más, lleva lo mejor posible sus primeros planos, y aún mejor queda Julie Christie, cinco años menor que Redford y cinco mayor que Sarandon. Verdad es que quien tuvo retuvo, y quien lleva bien su edad refleja en su rostro vida, una cierta armonía, y que creo que es la conclusión que más clara queda, aunque no esté implícita en la película. Tal y como apuntaba en un comentario que escuché a la Doctora Vázquez en una tertulia ocasional, Redford tiene una clase de piel que, con el paso de los años, es una de las más difíciles de tratar, y cierto es. Y que conste que no he sido ni soy detractor de Redford, el cual por cierto ha declarado que sería posiblemente su último trabajo delante de la cámara. Me gustaría, que para dejarnos a todos mejor sabor de boca, a él incluyéndole el primero, que eligiera un papel de acorde a edad y que nos regale un trabajo más digno, como ha hecho a lo largo de su carrera. ¡Cuánta razón sigue teniendo esa maravilla de Billy Wilder llamada “El crepúsculo de los dioses” y qué poco hemos aprendido de su inolvidable protagonista Norma Desmond! Aparte de todo esto es que no puedo añadir más. “Pacto de silencio” no aporta nada, se queda en un intento fallido aunque con más calidad que otras producciones palomiteras diseñadas para hacer caja sin importarles ni siquiera la base en que se sustentan. Quizás para la próxima Redford cuide (y se cuide) más y dirija algo que nos reconcilie con él y con el cine, ya que al fin y al cabo un resbalón lo puede tener cualquiera, por mucho tiempo que se lleve trabajando en esta expuesta profesión.

Arriesgar, parece ser que no es una palabra que circule en exceso por Hollywood.
Los aciertos de esta película son varios, incluso me atrevería a decir que son muchos más a los que la industria nos tiene acostumbrados. Pero (siempre hay un pero) solo duran una hora de metraje.
El personaje de Shia LaBeaouf se nos hace atractivo pero incomprensible en algunos trozos del film. Todas, todas, absolutamente todas sus pesquisas son conseguidas gracias a los favores de féminas rendidas a sus pies inexplicablemente. Y este es uno de los primeros chirridos que por acumulación y por lo insulso de la trama en su final hace que la película decaiga de manera insalvable.
Reencontrarse con viejos amigos y revivir andanzas pasadas siempre es gratificante pero tendemos a la complacencia de quien nos hizo soñar con aquellas pasadas historias y simplemente nos fijamos en sus arrugas y esbozamos una sonrisa amparada en la nostalgia de lo que nunca volverá.
Y es que 38 años no son nada para el que en su día fue un Cóndor revoloteando por nuestras entrañas.

Redford, que se sabe actor y director comprometido, ahonda en una historia cuidada y atractiva, que desarrolla hasta sus propios límites para acabar con un final moralmente aceptable que bien podría haber sido diferente en manos de un director con mas mala leche.

A Redford le gusta cocinar sus películas, tomando como base un guión trabajado y profundo, y añadiendo una pizca de thriller, unas gotas de acción y un poco de drama social, lo que conjuntado tal y como él sabe, da para degustar una película algo lenta y a la que le sobran diez o quince minutos de metraje, pero que deja un buen sabor de boca.

Esta historia de un grupo activista camuflado entre la sociedad trabajadora contiene mucho de denuncia social en una época en la que Estados Unidos clamaba contra la guerra de Vietnam, y Redford sabe bien qué teclas tocar como para mostrar con claridad el drama social y humano de esos años.

Para llevar este thriler político a la gran pantalla, muchos grandes actores ponen su granito de arena, entre ellos Sarandon, Gleeson, Nolte o Cooper. Pesos pesados que aparecen unos minutos pero que se quedan en las retinas mucho más tiempo. Y aunque LaBeouf o Marling son savia nueva en manos del sabio director, el que acapara todos los focos es Robert, creíble en las escenas dramáticas pero muy mayor ya para las escenas de acción, esas en las que huir es la premisa principal.

Una buena historia, filmada con claridad de ideas y con mucha experiencia, que demuestra un comienzo prometedor e intrigante, pero que tiene un desarrollo algo lento y tedioso que puede desesperar a mas de uno, y que parece contar mucho menos de lo que el realizador hubiera querido contar.