Obaba

Montxo Armendáriz es uno de los cineastas más infravalorados de nuestro cine, junto con Imanol Uribe. Ambos directores naturales de Euskadi poseen una personalidad perfectamente imbricada con la cosmovisión vasca y la forma de entender el mundo y las relaciones sociales de su país. “Obaba” es un ejemplo perfecto de ello y un retrato del mundo rural vasco apasionante, siendo el complemente contemporáneo perfecto a ese magistral relato de posguerra que es “Silencio roto”.

Película coral por definición, estamos ante una narración río por la que van pasando historias y personajes. Lo más meritorio de todo es que no haya desequilibrios e irregularidades entre todas las historias y Armendáriz lo logra en la adaptación de algunos de los relatos que componen “Obabakoak” de Bernardo Atxaga sin que nada chirríe y las transiciones de unas historias a otras surjan con una pasmosa naturalidad.

El hilo conductor que nos pasea por las apasionantes pequeñas historias secretas de este pueblo vasco imaginario es el personaje de Lourdes (sublime, como siempre, Bárbara Lennie), una joven estudiante de audiovisuales que comparece en Obaba con una cámara de vídeo para crear un documental sobre sus gentes. Con la inestimable ayuda de Miguel (Juan Diego Botto) va desgranando diferentes relatos presentes y pasados de tan remota población.

Entre ellos, gana mi corazón sobre todos los demás el de “La maestra” solitaria y necesitada de afecto que protagoniza Pilar López de Ayala, una historia de posguerra tierna, melancólica y dolorosa. Por contraste, el thriller inquietante de “Los hermanos Pellot”, a pesar de ser el relato menos interesante, nos deja una interpretación estelar del gran Eduard Fernández. Mucho más entrañable y emotivo resulta “El hijo del alemán”, donde volvemos a la posguerra del pueblo para conocer una historia de amor imposible entre dos niños a través del género epistolar, él viviendo en Obaba y ella en Hamburgo y que nos deja momentos de tierna magia.

Todo rodeado de un buen gusto exquisito, tanto la música de Xavier Capellas como la maravillosa dirección de fotografía del mejor de nuestro cine en su oficio, Javier Aguirresarobe, que crea un universo preciosista para una historia inquietante de un lugar donde se cuentan las curvas, los pasos y las distancias a todas partes. Obaba es un lugar inolvidable que te deja con ganas de conocerlo mucho más.

La película no me gustó porque es bastante lenta, las historias todas empiezan pero ninguna engancha, y el hecho de que todas ellas queden inacabadas acaba cansando. Y cuando al final parece que hay suspense y que pasará algo interesante que dará un giro completo a la historia, no sucede nada de nada, el espectador se queda tal y como estaba. Los mejores Pilar López De Ayala y Eduard Fernández son los que más transmiten. La peor Bárbara Lennie porque su personaje es muy inexpresivo y le sobra el repetir mil veces "quiero decir que". En mi opinión los paisajes y el enclave natural de Obaba es lo único que salva esta película.

No sé de dónde vienen las 8 nominaciones. Me parece aburrida, boba, sosa, sin sentido. Mucho lagarto y cámara. Idónea para echar una buena siesta. No le veo nada de nada.
Tenía unas ganas enormes de que llegara el final...

Me resultó pesadísima. Estuve hasta el final de la película esperando a que de verdad sucediese algo, a que un giro de la historia le diera sentido, a que los personajes dejasen de ser planos, a que las lagartijas se convirtieran en seres monstruosos que se los merendaran a todos...

Un conjunto de pequeños cuentos relacionados, entre la gente de un pueblo mágico. Un guión adaptado de forma bastante original, donde Armendáriz, quiere dejar constancia de su amor por el cine, y es que todas estas historias son vistas por una estudiante, que con su cámara va uniendo todas las piezas del puzle, sirviendo ésta de hilo conductor.

Esperaba más de la película, pero, de todas formas se deja ver y tiene algo distinto, quizas sea la magia que transmite, una atmósfera, que Armendáriz consigue gracias a un reparto de actores excelente, destacando Pilar López de Ayala y Eduard Fernández, gracias a la lágrima tan natural que le sale.