Sólo el fin del mundo

Al "niño prodigio" canadiense de inusitada madurez como director y en la elección de sus temas, aún le quedan dos añitos para entrar en la treintena. De su cine hasta la fecha, se espera lo sorprendente, lo no convencional. Ahora se rodea de una parte de los más granado de la nómina actoral actual francesa para abordar un texto teatral tan sorprendente y complejo como su cine. El autor de dicho texto el francés Jean-Luc Lagarce (1957-1995) habla y nunca mejor dicho, sobre la imposibilidad del ser humano de expresar lo que autenticamente siente. Los personajes acumulan sus sentimientos y frustraciones como globos siempre a punto de explotar y hablan sin parar abriendo la espita para no acabar explotando consumidos por su propio mundo interior. Jean-Luc que no gozó en vida de mucho éxito está siendo reconocido después de su muerte por sida. El texto pertenece a la última etapa de su vida donde da un giro a su obra dándole un tinte autobiográfico, buscando en la vuelta a sus orígenes familiares no ya una redención o un perdón por haberlos abandonado sino una confirmación de que no se equivocó al hacerlo.

Mundo claustrofóbico y cerrado que Dolan quiere potenciar con encuadres cerrados sobre los rostros, para que las palabras no tengan más escapatoria posible que los ojos de los protagonistas y se repitan sin apenas más sentido que el de la incomunicación convirtiendo casi la totalidad del metraje en una sucesión de cabezas parlantes. Dolan por lo tanto arriesga en un ejercicio de estilo al servicio del texto pero también al servicio de su propia experimentación de su cine y se siente orgulloso de su trabajo. Cuando por momentos abandona este mantra cae en flashback que por contraste resultan convencionales. El resultado no apto para todos los paladares es una obra áspera, aburrida y reiterativa que pone a prueba la paciencia del espectador, donde fracasa el drama familiar convencional a favor de una segunda lectura más filosófica y existencial con unos actores entregados a sus roles donde no cabe esperar unas interpretaciones realistas por mucho que el entorno lo parezca y en la que sale beneficiada una Cotillard camaleónica que siempre consigue destacar independientemente de cual sea el proyecto.


Fue premiada y odiada en Cannes abierta a la polémica sobre el cine de Dolan donde parece no haber medias tintas entre sus seguidores y detractores. Uno siempre prefiere a aquellos que puedan fracasar arriesgando con nuevos caminos.

Cuando leí de que iba esta película me entraron bastante ganas de verla. Pero cuando leí las críticas de mucha gente y de expertos, la verdad es que se me quitaron un poco esas ganas. Aun así, pensé que lo mejor sería verla y comprobar cual sería mi opinión.
Para mi sorpresa me he encontrado con una opinión que difiere muchísimo de la mayoría de la gente. No entiendo muy bien esas críticas tan desfavorables, cuando hay una gran cantidad de films similares que son idolatradas y consagradas a las alturas del cine.
La historia nos presenta a un joven que ha estado totalmente desconectado de la familia físicamente. No los ve desde hace muchos años, pero siempre ha tenido una postal en los momentos cruciales de cada miembro. Ahora vuelva a su hogar para verlos a todos y poder decirles que se está muriendo. No es un viaje de placer; sino de despedida y poder cerrar un círculo abierto con cada uno. Pero lo que se encuentra es a una familia que lo idolatra, y también una familia con unas relaciones difícil de sobrellevar.
Tengo que decir que la película lleva un ritmo lento, pero a la vez hipnótico. Uno se queda obnubilado con esa historia llena de misterios y pasados ocultos; que hacen que los personajes se comporten de un modo extraño; y las situaciones sean muy tensas llenas de una cierta trivialidad.
El protagonista irá teniendo conversaciones con cada uno del resto de personajes, haciendo que se vaya desgranando situaciones del pasado y las relaciones con cada uno de ellos. Estas conversaciones están llenas de frases de gran calidad, con reflexiones sobre la vida de las personas y sus aspiraciones. Unas frases en algunos casos demoledoras hacia el ser humano en sí.
Interpretativamente la película es impresionante. Un reparto realmente espectacular hace que uno disfrute con cada una de las actuaciones. Cada uno de ellos controlan a la perfección cada palabra, cada silencio y cada gesto. Uno puede sentir como los personajes dominan cada situación tanto cuando hablan como cuando escuchan la reflexión y el discurso de la otra persona. En este aspecto es realmente magistral, y ninguno de los actores destaca sobre el otro.
Además, el film cuenta con una fotografía realmente preciosa que llena de magia cada una de las imágenes que se ven. Igualmente llena las escenas una banda sonora variada que también enamora.
En fin, "Sólo el fin del mundo" es una adaptación magnífica por parte de Xavier Dolan de esta famosa obra teatral moderna. Es una película que no entiendo muy bien el motivo por la que no está mejor valorada; ya que a mí me ha encantado y me ha sorprendido muy gratamente.

La trama de la obra en que se basa es bastante vacía e inconsistente. No se entiende por qué esos hermanos están asi, sus reacciones. Ni a qué cuento vienen tantos gritos.
Resulta que el tal Louis va a ver a su famila, después de doce años de ausencia, a decirles que está mal y que va a espicharla. Pero se encuentra tal revoltijo que...
Y todo eso con una lentitud exasperante, a pesar de que la peli no es larga.
Interesante para ver un fracaso de Dolan.
Los actores están muy bien todos, en especial Marion, porque tiene el persnaje no histérico. Pero lo que dicen no tiene ni pies ni cabeza. Los diálogos son pretenciosos, vacíos, como de relleno.

Louis (Gaspard Ulliel) decide tomar un avión y visitar a su familia luego de 12 años de ausencia, la razón, darles la noticia de que va a morir. Este es el motivo que mueve al protagonista a trasladarse a casa de su madre (Nathalie Baye), quien lo espera con muchas ansias, al igual que su hermana menor Suzanne (Léa Seydoux), y su cuñada Catherine (Marion Cotillard), no así emerge la figura de Antoine (Vincent Cassel), su hermano mayor.

Basado en la obra teatral homónima (1990) del dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce, quien alcanzara repercusión luego de su prematura muerte a los 38 años, con guion como de costumbre del propio Xavier Dolan, al día de hoy considerado como el último l’enfant terrible de Cannes.

La historia de Juste la fin du monde es una historia de reencuentros, ya se hizo mención que 12 años han pasado desde la última vez que los vio, 12 años donde poca o nula comunicación que se da principalmente por medio de cartas. 12 años en los que Louis se trasladó a la ciudad a forjar su carrera como escritor, abandonando un contexto familiar que resulta caótico.

Se podría considerar a Dolan como un experto en retratar familias conflictivas, desde su impactante ópera prima J'ai tué ma mère (Yo maté a mi madre, 2009), hasta su película más lograda, Mommy (2014), aquí lo vuelve a hacer con resultados irregulares. A lo largo de su carrera (a destacar que el tipo tiene 29 años y en este 2019 estrenará su octavo largometraje) es fácil destacar que es mejor director que guionista, y por mucho, mejor guionista que actor, aquí por suerte no actúa, pero el guion sí flaquea.

El problema del filme es que arranca sin miramientos y cuesta encontrarle sentido a tanto conflicto, gritos y diálogos que parece no llevan a ningún lado, no hay una introspección de los personajes, no se sabe porque se actúa de tal o cual forma. En los momentos donde mejor se da esto es cuando Louis está cara a cara con los otros personajes, en diálogos de tú a tú, cuando se deja de lado el caos de toda la familia, pero esto se da poco, la complejidad familiar nunca se desnuda.

Como en la mayoría de sus películas la dirección es el punto más alto, aquí logra en todo momento adentrar al espectador en la sensación de angustia y de sofocación, especialmente con los primeros planos de los protagonistas que de igual forma se encuentran a la altura de la propuesta, en este sentido la secuencia de la despedida es genial.

Con esta película se podría pensar que hay un pequeño giro en como Dolan maneja la dirección, no es tan pulcra y visualmente hermosa como otros de sus trabajos, es más comedido en este aspecto, apenas con algunos retazos a modo de flashback que hacen recodar su estilo tan marcado.

La historia de Juste la fin du monde queda a medio camino, pudo ser un mejor filme aún más interesante, pero se pierde en los gritos, en el desorden y el caos que se impregna, faltó más y (sobre todo) mejor desarrollo.

Floja, insípida, insulsa, sin ritmo, sin emoción, diálogos interminables que no conducen a nada, primeros planos del protagonista que es bastante soso, venga gritos y más gritos. Con esto digo casi todo. Lo único que se salva son las actuaciones, menos la de Ulliel, totalmente inexpresivo y sin ningún tipo de registros. También la salva el metraje, que es muy corto, aunque se hace muy larga. No me ha gustado. No recomendable.