El proceso

Parafraseando al cachondo usuario fenriz, me permito modificar ligeramente su título de la crítica a Mulholland Drive, ya que se ajusta perfectamente a lo que pienso sobre esta película.
Que conste que considero a Welles un grande y que sus aportaciones al cine son más que evidentes. Ahora bien, en esta ocasión creo que elige el medio equivocado para transmitir sus ideas. A mi modesto parecer, el medio idóneo para plasmar su visión sobre la corrupción en el poder hubiera sido una novela o un ensayo. No me he leído la metamorfosis de Kafka. Quizá por ello lo único que saco en claro de la película es que Welles piensa que todas las personas que imparten justicia y orden estan corrompidas por intereses económicos y ansias de poder. Ninguna novedad por cierto... Pero eso también queda patente a lo largo de toda su obra, a saber, La dama de Shanghai (la esperpéntica y técnicamente genial escena del juicio), Sed de Mal (Hank Quinlan como encarnación de la corrupción), Ciudadano Kane... La diferencia es que las anteriormente citadas películas no se limitan a exponer dicha idea de corrupción, sino que desarrollan un guión definido sobre esa base. Por el contrario, y puede que sea yo el que no haya captado lo que Welles quiere decir, en este film asistimos a una sucesión de pajas mentales sobre la idea de justicia. De hecho, al comienzo de la película se nos advierte de que el film no es más que un sueño del protagonista. Genial. Menuda forma de justificar lo que vamos a ver. Por definición el film debe ser onírico entonces. Lo mismo sucede con el arte conceptual. Las pajas mentales del artista se justifican por una expliacación más o menos retorcida de la obra. Si lo que prima es la explicación reitero que el medio adecuado a utilizar no es ni la pintura ni el cine. Las 3 estrellas son por detalles técnicos: manejo de cámara principalmente, en la que Welles es grande entre los grandes, y por Anthony Perkins, el cual pese a verse encasillado en papeles de joven atribulado, realiza una buena actuación. Pese a ello, la película es leeeeeenta y soporífera, a la altura de coñazos como el año pasado en Marienbad o Solaris.
spoiler:
El cuadro de Salvador Dalí "Sueño un segundo antes de despertar provocado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada" es surrealista y onírico. Ejerce una fascinación y no es necesario entenderlo para admirar su plasticidad y belleza. "El proceso" de Orson Welles es una paja mental. Es necesario entenderlo para admirar su plasticidad y belleza. Si alguien me detalla por qué tiene semejante nota media, se lo agradecería

Orson Welles es un cineasta diferente a todos los demás. En algunos aspectos será mejor y en otros todo lo contrario, pero, en cualquier caso, siempre original y distinto.

Esta verdad que conoce cualquier cinéfilo que de tal se precie, alcanza su máximo esplendor con El Proceso. ¿Qué es El Proceso, se preguntarán? Y la respuesta es muy simple: El Proceso es Welles. Kafka puso la música (simbólicamente hablando) pero el espectáculo es de Orson Welles. Y al resultado, guste más ó guste menos, se le podrán hacer las críticas que ustedes tengan a bien pero no se le podrá negar ni ese toque diferente ni esa alquimia que el brujo Welles inyectó en este trabajo concreto.

The trial es el retrato en B/W de una pesadilla. Ajena y propia. Colectiva e individual. Como espectadores asistimos a la puesta en escena de las imágenes mismas que duermen en las cavernas de nuestro cerebro y vemos deslizar nuestras propias locuras, nuestros sueños húmedos e inconfesables, nuestras angustias y nuestros miedos. LLegamos a perder incluso el sentido de la realidad. ¿Estamos despiertos? ¿Nos hemos quedado dormidos?

Nos movemos absolutamente desconcertados entre la maraña laberíntica de pasillos y puertas que se suceden unas a otras sin final aparente, entre personas-número, cuyo único sentido en la vida consiste en presentar denuncias que se concatenen unas con otras en alucinógena espiral.Nos sumergimos en un baño de multitudes vociferando el espectaculo circense del juicio a la cordura y a la sensatez. Y en un lecho de cultura desparramada por doquier nos entretenemos con una Romy Schneider diosa absoluta de nuestras poluciones nocturnas. ¡Que no se rompa la noche, por favor...que no se rompa!.

Que no se rompan las perspectivas imposibles, ni los estrados inaccesibles, ni la turba alocada de brujas vírgenes vestales, ni la vecinita de al lado. No nos perturben el sueño... Dejennos dormir con Welles. Déjen que Welles retrate nuestras pesadillas.

¡Ah! ¿Se trata de una película?... Perdonen. Debí dormirme...

Adaptación fiel de la novela homónima de Frank Kafka.
El prólogo de la película ("Ante la ley", publicado como relato en "Un médico rural") constituye una alegoría de la película-novela. El paradigma de lo kafkiano.
Todo lo que le ocurre al protagonista de la historia es absurdo, angustioso, ilógico.....kafkiano. No entiende nada, ¿porqué está "procesado"?, ¿es todo una pesadilla?.
Está acusado de "algo", pero ¿de qué?, ¿como se puede defender? ¿porqué nadie le dice algo lógico?.
Parece ser que existe un poder (una ley) pero nadie sabe donde está. Todos son intermediarios con planteamientos parciales y absurdos. El "influyente" pintor Titorelli le pregunta acerca de la clase de liberación que quiere: La absolución auténtica, la absolución aparente o el aplazamiento indefinido. Le dice que absolución auténtica es sin duda la mejor, pero él no tiene ninguna influencia al respecto.
La novela original es relatívamente corta y la película dura más de dos horas, lo que permite a Welles ser fiel incluso hasta en pequeños detalles. No tiene porqué resumir. Sin embargo el autor de "Ciudadano Kane" se auto-regala algunas licencias, algunos cambios argumentales, siendo quizá la escena final la más sorprendente para quien ha leido el libro.
La película mantiene en todo momento, una continua sensación de sinsentido, una atmósfera de lo absurdo; los personajes son imposibles.....Probablemente si Kafka hubiera dirigido el film, el resultado no hubiera sido muy diferente. Este es el gran mérito de Orson Welles.
Los claroscuros, las tomas oblícuas, los elegantes movimientos de cámara (por ejemplo, la primera vez que entra en la oficina), las interpretaciones (principalmente de Anthony Perkins y el propio Welles) contribuyen a alcanzar esa lógica de pesadilla.

Fabula surrealista que capta la esencia de la novela de Kafka perfectamente, a través del empleo de una escenografía, decorados, diseño de producción y encuadres sublimes.
Dentro de una pesadilla de la que no hay escapatoria se dibuja una crítica potente sobre las trabas burocráticas, la alienación humana, la corrupción administrativa y la fallida justicia con sus eternos y desmedidos procesos, su tramposa e ilegible aplicación y su veleidosas sentencias.
De fondo el maravilloso adagio de Albinoni.

Inspirada en la célebre obra del escritor checo Franz Kafka, ésta película narra -justamente- el proceso que recae sobre Anthony Perkins que asume el rol protagónico. Un proceso lleno de paradojas, con situaciones molestas, con un abogado poco convincente, personajes estrambóticos, y toda una serie de sevicias que debe sufrir. Burla o sátira feroz de los procesos judiciales, con sospechas de corrupción, el film en blanco y negro se deja ver con algún grado de interés aunque tiene, para mi gusto, el mismo aire paradojal del libro dado que, la sórdida historia tiene una continuidad de actos perversos que se desgranan con algo de lentitud que conspiran contra el resultado del film. De todos modos, como curiosidad, se puede ver aunque yo no lo considero una maravilla. Desde ya que el aporte magnético de Perkins es un buen punto de apoyo para la truculenta historia del escritor "visionario" que es considerado Kafka. 6,78