Un río de dólares

Sencilla, directa, dinámica, básica, previsible, contundente, emocionante y notoria producción italiana en forma de Spaghetti Western, jugando con los elementos habituales del género, con la tradicional historia de amigos, compañeros de robo, traiciones e intereses personales, antes de dar paso a un baile de movimientos estratégicos de un hombre decidido a recuperar el dinero que le robaron y vengar la muerte de su esposa.
La película desde su sencillez, me ha resultado de lo más entretenida y acertada, ofreciendo grandes momentos de acción y emoción.
Tengo que decir en ese momento del comentario, que la película ha tenido que servir de inspiración a grandes directores y guionistas, como Quentin Tarantino, Ridley Scott y John Woo. Ojo que no es broma y está muy bien, a destacar la banda sonora de Ennio Morricone. No voy a engañar a nadie, me ha encantado.
Pequeña joya poco conocida que merece mucho la pena.
Un río de dólares, queda como una pequeña gran joya en forma de Spaghetti Western que ha inspirado a grandes guionistas y directores. No os la perdáis.

Rodada en Colmenar Viejo (Madrid), entre sus berrocales gráníticos, "Un río de dólares" es un correcto y tópico spaguetti-western sobre venganzas y demás con coincidencias argumentales con el filme de Marlon Brando "El rostro impenetrable" (1961) en el que de dos asaltantes sitiados por las fuerzas del orden, uno acaba en la cárcel varios años pudriéndose mientras el otro se beneficia del botín y se convierte en un temido latifundista que oculta el origen ilícito del dinero.

Thomas Hunter, el protagonista, no fue un actor que se prodigase mucho en esto del cine, lo suyo era más el teatro; junto a él un inconmensurable Henry Silva, cómodo en su papel, al igual que Dan Duryea.

Película llena de tópicos, entretenida, que puede verse con facilidad, de corte clásico, alejada de las extravagancias de este subgénero, con una BSO espectacular de Morricone, que aquí firmó con el pseudónimo de Leo Nichols, pero que es inconfundible.

Estamos ante una película de medio pelo dirigida con oficio pero sin ingenio por Carlo Lizzani, con guión modesto de Dean Craig. La fotografía de Toni Secchi tiene un pase y lo que más resalta de este espaguetti western es la música –que no es con mucho la mejor- de Ennio Morricone.

La trama se resume en la historia de dos forrajidos, Ken y Jerry, que escapan a toda velocidad hacia México, llevando el dinero de la nómina que han robado al ejército. Lo cual que Jerry no consigue escapar y es apresado, mientras Ken huye con el dinero. El resto es algo archiprevisible: tras varios años de prisión, Jerry sale con toda la intención de vengarse de su antiguo compinche, pero éste ha cambiado de nombre y la búsqueda se resiste.

El reparto es de corte mediocre; ni Thomas Hunter ni Henry Silva ni Dan Dureya hacen creíbles sus roles, y el resto van medio de relleno.

Digamos que sin ser una peli de pretensiones, sino más bien un espaguetti western vulgaris, empero logra medio entretener. Y tiene de bueno que no es excesivamente larga, 95 minutos, lo cual la hace llevadera para pasar el ratillo a falta de algo mejor.