Grandes horizontes

La ausencia de críticas y la escasez de votos podría indicar que se trata de una mala película; pero no es verdad.

Gordon Douglas fue un interesante director con casi cien cintas en su haber; y con Grandes Horizontes superaba mas del 50% de una producción muy especializada en westerns, eso si, casi todos de serie B.

El guión de esta cinta es muy sencillo y convencional pero, carente de defectos, narra una modesta historia sobre un episodio muy épico cual era el intento de fundación de una ciudad por un puñado de granjeros y ganaderos para dar salida a sus productos.

Con un Alan Ladd del todo predecible pero muy digno, acompañado de Edmond O'Brien en un buen papel de borracho regenerado que borda la escena de la humillación que le lleva a la muerte y una Virginia Mayo que "adorna" sus escenas en un papelito muy de relleno.

Filmada en Warner Color (todavía poco brillante) y sin la adecuada técnica para las oscuras escenas nocturnas en la pradera.

Música sinfónica que acompaña bien toda la cinta con los silencios de debido respeto a los diálogos que lo requieren.

Las tres cuartas partes de la cinta están rodadas en exteriores lo que, en este género, se agradece mucho por el frescor que le imprime a una historia sin grandes pretensiones y que permite un visionado entretenido.

Me gustó mucho la comentada escena de la humillación de O'Brien y el modo de tratar la estampida nocturna a través de la calle principal de la nueva ciudad.

Entretenido western realizado por Gordon Douglas, director de trabajos tan atractivos, entre otros, como esa obra maestra que es “La humanidad en peligro” o los meritorios “Chuka”, "El detective" y “Ahora me llaman Señor Tibbs”.

En este agradable film, protagonizado por el siempre eficaz Alan Ladd, se nos relata con sencillez -y sin enfatizar- un proyecto épico: el intento de creación de una ciudad, en un territorio alejado de la civilización, y el acercamiento a ella del ferrocarril para beneficiar a sus futuros ciudadanos –ahora humildes rancheros– con el comercio agrícola y ganadero de las lejanas y prósperas urbes.

Aunque los elementos originales no son su fuerte, es esa falta de pretensiones y la honradez de la propuesta la verdadera virtud que nos otorga la película, además de mostrarnos un elenco de magníficos actores como el propio Alan Ladd o Edmond O'Brien y Virginia Mayo, que modelan con suficiencia sus personajes.

Praderas, ganado, ciudades en formación, ferrocarril, asesinos sedientos de dinero, héroes… son los ingredientes –tan ineludibles en los westerns– que se conjugan con naturalidad en esta pequeña y agradable cinta, con un guion eficiente, una narración interna afianzada y correctamente dirigida.

Cuando todavía quedan rescoldos de la guerra civil americana y los del Sur cargan con el sambenito de "rebeldes" al tropezarse con los nordistas, hay una fuerte especulación con la carne del ganado vacuno que en las ciudades del Este alcanza una alta cotización.
Para evitar el monopolio que algunos desaprensivos defienden con la violencia de sus pistolas, los modestos granjeros y ganaderos ofrecen a las autoridades del ferrocarril levantar una ciudad desde donde llevar sus ganados y cereales al resto del país.
De todo esto trata la cinta con la presencia del vaquero Charles Morgan (un solvente Ladd), de un arquitecto ex alcohólico, Joe Jaegger (magnífico O'Brien) y de su hermana Helen (Mayo). El análisis de la personalidad tanto de Morgan como de Joe está bastante bien conseguida, lo mismo que la del malvado Brock (Caruso).
El guión es bastante sólido con varias escenas interesantes, como la tentadora propuesta para que Joe recaiga en el alcohol cuando la cámara ofrece en el mismo plano las dos únicas alternativas: whisky o pistola. Sin embargo nos parece mucho más dramática la que muestra a Joe en pleno síndrome de abstinencia, con sus escalofríos, sudoración, delirios, temblores y violencia. Perfecta la descripción del momento así como la interpretación de O'Brien.
Película que sin grandes pretensiones hace pasar un rato de lo más entretenido.