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Mucho ruido y pocas nueces

Comedia. Drama. Romance Producción independiente rodada en blanco y negro por Joss Whedon para su propia productora, Bellwether. Se trata de una adaptación de la obra homónima de Shakespeare. (FILMAFFINITY)
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
22 de diciembre de 2013
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jugosa, dinámica y ecléctica versión del clásico de Shakespeare, llena de jovialidad, entrega, ingenio, encanto y arrollador ritmo y desenfado. En un principio me daba pereza ir a ver la enésima adaptación de esta obra de teatro, sobre todo porque pensé que un americano sólo sería capaz de destrozar las sutilezas y el encanto de su vaporosa fragancia primaveral… Pero estaba equivocado y me alegro de haber disfrutado de ésta encantadora puesta al día del texto y su lograda plasmación cinematográfica, con un plantel de actores que bordan sus cometidos y relucen llenos de pasión en sus agradecidos papeles.

El blanco y negro añade fulgor y relumbrón al achispado juego de equívocos, amores, rencores, mentiras, sortilegios, falsedades, venganzas y esparcimiento que se nos ofrece. La ocurrente puesta en escena saca el máximo partido a una amplia casa y su preceptivo jardín, todo muy yanqui y – a priori – nada acorde con el pasatiempo que se nos plantea (esas guerras referidas, esos caballeros inquebrantables, esas doncellas lánguidas u ofuscadas, ese rancio sabor a lo añejo, a lo remoto, a lo desfasado)… y, sin embargo, funciona, nos arroya y arrebata, nos convence y vence, nos subyuga y solaza.

Nada más alejado de la simpleza yanqui que parecía presagiar la batuta de Joss Whedon, pero la sorpresa puede catalogarse de extrema si además comprobamos que no sólo ha dirigido, producido, compuesto la música y confeccionado la adaptación, sino que sale airoso y lleno de brío de semejante excéntrico atrevimiento. Arropado por unos actores luminosos y con una dicción perfecta (a poco que sepas inglés, los subtítulos son redundantes, incluso siendo un texto añejo como éste) y una gestualidad y lenguaje corporales dignos del mejor contorsionista. Entre todos ellos destacan Amy Acker, Fran Kranz y Alexis Denisof, briosos juglares modernos.

Da gusto ver un entretenimiento que conjuga un texto clásico con una inventiva moderna sin traicionar su espíritu ni ofrecer una acomplejada o rendida versión. Hay juego, ingenio, alegría e incandescencia en este entretenimiento vigoroso y lleno de magia y coquetería. Un encanto muy disfrutable y plenamente satisfactorio. Sería una pena que se la perdieran.
antonalva
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16 de diciembre de 2013
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho ruido y pocas nueces (2013), no es un intento de Joss Whedon, un autor eminentemente popular, de entrar en la alta cultura adaptando a uno de sus autores fetiches y eso se agradece. Es un intento de hacer la opera prima que durante 16 años de carrera le ha sido arrebatada. Su primer salto a la gran pantalla fue forzado por los fans de Firefly tras haber cancelado la prometedora serie y resulto en un decepcionante y alargado “capítulo”; el segundo, fue una megaprodución por encargo de Marvel. Ahora, por fin, ha tenido la oportunidad de hacer una película barata e independiente, en blanco y negro, producida por su mujer, rodada por sus colaboradores y amigos habituales, rodada en su casa y con el material que él ha querido adaptar, tal y como le ha dado la gana: una falsa opera prima de un director que a estas alturas no tiene que ganarse al público y que no se encontraría con problemas de financiación. Se agradece notar en cada plano que los actores y el director están disfrutando con la película, pero además de la sospecha de cierta impostura, no es suficiente.


Todo parecía apuntar que el director de Buffy Cazavampiros, Dr. Horrible y Los vengadores, era perfecto para adaptar al dramaturgo inglés. Como él, es un autor absolutamente popular, escribe para el público, para hacerle pasar buenos ratos y, como él, lo hace disfrutando, por el mero placer de jugar con el lenguaje, crear personajes, enredos e historias. Whedon tiene ese valioso don de convertir una historia típica y vista repetidas veces -sea una serie de adolescentes con poderes, una spaceopera, o una típica película de superhéroes de Marvel- en un producto fresco, agradable, entretenido y con encanto; y lo hace solo disfrutando con su trabajo. Aun haciendo cine de género no se ciñe a rigurosos códigos y juega con el material que tiene entre manos, sea convirtiendo un capítulo de la serie en musical, sacrificando una escena por un chiste fácil pero desenfadado o terminando una comedia musical de forma perversa. Además, es experto en rodar escenas entre varios personajes en momentos de presión o camaradería -el grupo de amigos de Buffy, la tripulación de Firefly, o el grupo de Los Vengadores que debe aprender a trabajar en equipo-. Todo esto le convertían en un candidato perfecto para convertirse en el reverso cómico y popular del mejor adaptador de Shakespeare por excelencia: el conservador y grandilocuente -pero magnífico- Kenneth Branagh.

La apuesta de Whedon es atrevida y necesaria: situarse en el punto intermedio entre el elevado y conservador Kennet Branagh (Enrique V, 1989; Mucho ruido y pocas nueces, 1993; Hamlet, 1996) y el posmoderno destructor de textos Baz Luhrmann (Romeo + Julieta, 1996). Para ello trae el texto original de Shakespeare al presente, con personajes vestidos de traje y corbata, con teléfono móvil y gustos contemporáneos. El resultado es extraño y cuesta entrar en él, pero ese es el menor de los problemas.


¿Qué es lo que durante tanto tiempo nos ha fascinado de Shakespeare? No es que modificara ninguno de los hábitos teatrales de su tiempo, ni que los llevara a la perfección. Dicen que todas las habilidades dramáticas de Shakespeare eran superadas por alguno de sus coetáneos isabelinos como Christopher Marlowe, con quien se ha confundido a menudo al Cisne de Avon llegando a insinuarse que son el mismo autor (tras una ligera resurrección, claro). Lo que nos fascina del autor de Hamlet es, a pesar de la afectación del lenguaje, la humanidad de sus personajes -poeta de poetas llamaba Machado a Shakespeare- capaces de expresarse por sí mismos y transcender a su creador. Shakespeare disfruta manipulando el lenguaje y es capaz de sacrificarlo todo por una metáfora o un chiste. Por eso, el defecto imperdonable de la adaptación Joss Whedon es convertir a todos los personajes en parodias de sí mismos, y transformar el humor llano pero sofisticado de Shakespeare en unas ansias desenfrenadas de hacer el tonto en el mejor de los casos, o en el peor en un intento bufonesco y desesperado por hacer reír al espectador sin importar que con ello arrebate la humanidad de los personajes.

Los personajes de Mucho ruido y pocas nueces (2013), son del todo ridículos y, a menudo, carentes de dignidad -como el caso del insoportable y bufonesco guarda-; no nos podemos creer ni uno solo de ellos, como tampoco podemos creernos la historia ni las motivaciones de los personajes. No es que la película sea “la obra nihilista más amable que jamás se haya escrito” como decía Harold Bloom del texto original, sino un sinsentido bufonesco representado por caricaturas. A falta de leerme la obra original y comprobarlo, sospecho que esto se debe a la adaptación de Whedon, a su necesidad de hacer el tonto y no tomarse nada en serio el material que tenía entre manos, a su esfuerzo por resultar agradable al espectador y a un anacronismo tan salvaje que desrealiza los personajes.
Hernando
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21 de noviembre de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Much Ado About Nothing de Whedon,o como rodar un clásico, en pocos días y modernizarlo a tu manera, y que la mezcla funciones perfectamente

Adaptación de "Mucho Ruido y Pocas Nueces" de Shakespeare,muy bien interpretada y bastante curiosa,tanto por la mezcla del texto clásico la situación en el presente y por su blanco y negro,a mí me gusto aunque no es para todo tipo de público.

Es curioso como Whedon con un presupuesto mínimo y en dos semanas haya conseguido una gran adaptación de la obra de Shakespeare.

Al principio cuesta un poco entrar, por el lenguaje y el contexto pero una vez dentro es muy disfrutable.
trocko
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17 de octubre de 2013
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es importante matizar, como hizo el presentador de la cinta en la sección Seven Chances del Festival de Sitges, que lo que Joss Whedon ha hecho con Mucho ruido y pocas nueces no es adaptar la obra de Shakespeare a la gran pantalla sino arrojar el texto literalmente sobre ella. No conviene ir desinformado y entrar en pánico, como fue mi caso. Aquí la jugada es a la inversa. La película es la que se acomoda al libro.

Desconociendo este pequeño pero importantísimo detalle, uno comprueba con estupor que el guión no se ha tomado la molestia de adaptar ni una mísera coma de la comedia de Shakespeare. La primera reacción es cagarse en la madre que parió a Whedon y en el maldito momento que le dio por experimentar más allá de la ciencia ficción de culto y la factoría Marvel. O anoche la gente llegó prevenida de casa al cine Prado de Sitges o realmente estaba muy familiarizada con la lectura clásica. Porque yo sí sufrí un proceso de adaptación complicado.

Hasta que asimilé la vertiginosa lectura de subtítulos, situé a los personajes en su contexto actual y digerí cuál era el plan, experimenté un episodio de rechazo frontal no sólo hacia el director de la cinta, al que ya acusaba internamente (e injustamente) de farsante, sino a todo el mundo a mi alrededor, que parecía captarlo todo al vuelo y desternillarse sin compasión. Mis complejos comenzaban a aflorar.

Por suerte, el filme se encargó enseguida de serenar los ánimos caldeados. Superado el shock inicial, Mucho ruido y pocas nueces se convierte en una divertida comedia de enredo, un ejercicio de adaptación nada sencillo, que efectivamente no mueve una coma del texto original pero que aprovecha el contexto actual para expandir el humor y la sátira de Shakespeare hasta límites delirantes.

La reencarnación de los cortesanos de Messina en personajes que bien podrían protagonizar una sitcom estadounidense le sienta de maravilla al clásico, sobre todo porque el reparto se entrega en cuerpo y alma al disparate. Los enredos, engaños y traiciones palaciegas, con su tono tan mordaz, pero también tan dramático y teatral, adquieren con esta relectura mayores dosis de ironía y sarcasmo, alcanzando el absurdo más desternillante.

La presencia de cámaras de videovigilancia o teléfonos móviles en una trama del siglo XVI contribuye sin duda a la carcajada, pero el verdadero mérito de esta nueva perspectiva de Mucho ruido y pocas nueces (grabada curiosamente en blanco y negro) recae, como en la mayoría de buenas comedias, en un excelente reparto coral. Rostros muy reconocibles para los fans de Whedon como Amy Acker, Alexis Denisof o Nathan Fillion se unen con absoluta entrega a esta nueva y desconocida faceta indie de su mentor, manifestada nada menos que entre Los vengadores y Agents of S.H.I.E.L.D.. Pensándolo bien lo único que cabe hacer es vitorear ¡Viva la madre que lo parió!
polvidal
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20 de diciembre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de 2012, año del gran terremoto causado por 'Los vengadores', Joss Whedon era poco más que un artista de consumo casi exclusivo de los devoradores de títulos de culto. Si bien su nombre constaba como principal causante de grandes sensaciones de la pequeña pantalla como 'Buffy Caza vampiros' o 'Ángel', consiguieron trascender mucho más los nombres más visibles de cara al público. Sarah Michelle Gellar y David Boreanaz (y otros actores que seguirían sus respectivas carreras con mayor o menor éxito) se quedaron con buena casi toda la fama, mientras el creador seguía a lo suyo, pariendo productos bajo una firma cada vez más reconocible e igualmente reivindicando, poco a poco, una marca personal cada vez más atractiva. La ruta marcada sufrió pocas variaciones hasta que la Disney, en una de las decisiones más sabias de los últimos años registradas en el siempre complicado terreno de producción, decidió otorgarle el control casi absoluto de uno de sus proyectos ambiciosos.

Los superhéroes de la Marvel llamaron a la puerta de Joss y éste hizo que bajo su techo se sintiesen como en casa. El punto de inflexión que conoce la carrera de Mr. Whedon entre 2011 y 2012 es de los que hacen época. No sólo hablamos de la que en un abrir y cerrar de ojos pasó a subirse, con todo merecimiento, a uno de los cajones del podio dedicado a las películas más taquilleras de la historia (consiguiendo además el favor de la crítica), sino también de un prodigio titulado 'La cabaña en el bosque', con guión co-escrito por él mismo y con una distribución pésima en determinados países (ejem...) que pasa por ser una de las cintas de terror (y de ciencia-ficción, y de fantástico en general) más inteligentes y divertidas jamás concebidas. Hay más, porque entre una cosa y la otra, o mejor dicho, justo (justísimo) después de ambas, cuando el cuerpo le pedía a gritos un descanso, su mujer le recordó que aquel era quizás el momento ideal para hacer realidad, de una vez por todas, uno de los proyectos de sus sueños.

Para ponernos más en situación, resulta que por aquel entonces, Joss Whedon andaba liado con la posproducción de la faraónica de 'Los vengadores', tarea igualmente titánica que, por acuerdo contractual, le concedió apenas dos semanas de descanso antes de rematar la faena. Dicho período de tiempo originalmente debía destinarse a un viaje para celebrar las bodas de porcelana entre el cineasta y Kai Cole, quien además de diseñar y decorar la mansión del primero, decidió, como ya se ha comentado, que mucho mejor plan era el de aprovechar para rodar una película... en el mismo escenario que ella misma, de forma involuntaria o no, se había encargado de preparar. Dicha alineación de astros no es sino una de las muchas demostraciones de que detrás de cada gran hombre, hay efectivamente una gran (o terrible) mujer. Para quien no haya tenido el gusto de conocerla (para él/ella, mis más sinceras condolencias), Lady Macbeth ha constituido desde siempre una de las manifestaciones más brutales de dicho principio.

Ya puestos, la -privilegiada- mente que le dio vida y forma, fue ni más ni menos que la del mismísimo William Shakespeare, quien aprovechara también el tiempo ''libre'' entre las distintas concepciones de sus grandes hitos dramáticos para dedicarse a dar a luz a sus grandes conquistas en el terreno de la comedia. Nos topamos ahí con títulos como 'Noche de reyes', 'Como gustéis' o 'Mucho ruido y pocas nueces'. Prohibidísimo hablar de ''obras menores'', sobre todo teniendo en cuenta que todas ellas sirvieron para confirmar el genio de un todoterreno como pocos se han visto a lo largo de la historia. Paralelamente, es muy comprensible la tentación de tener en poca consideración la película que ahora nos concierne, más aún teniendo en cuenta la envergadura (en lo que a nivel productivo se refiere) de los proyectos más cercanos en el tiempo del mismo autor, sin embargo, lo que a fin de cuentas hace la adaptación de 'Mucho ruido y pocas nueces' por parte de Joss Whedon no es sino dejar constancia del impresionante estado de gracia en el que ahora mismo se encuentra éste.

Rodado literalmente en doce días y fuera del alcance de la amplísima mayoría de radares de la comunidad cinéfila, es éste un filme de apariencias traicioneras. Su ficha artística nos habla de una naturaleza ''amiguete'' (entre los intérpretes que encarnan a los personajes de la obra, encontramos, entre otros, a Amy Acker, a Clark Gregg, a Frank Kranz, a Riki Lindhome, a Sean Maher, a Alexis Denisof, a Ashley Johnson y por supuesto a Nathan Fillion) y sus primeros fotogramas hacen lo propio de una ambientación poco al uso (atrás queda el alegre clasicismo de la estimable cinta de Kenneth Branagh, de quién sino). Si quieren añadir más motivos que alimenten el desconcierto general, deben saber los interesados que lo último de Whedon salió vitoreado de una plaza tan improbable como la del cine Prado, eterno emblema del Festival de Cine Fantástico de Sitges, que es donde la función fue presentada oficialmente en nuestro territorio.

Tanto un factor como el otro... y como el otro, a ojos de jueces poco pacientes, pueden ser vistos como síntomas que atestiguan el poco respeto del adaptador para con el material original, sin embargo no tiene que esperarse ni al comienzo del segundo acto para darse uno cuenta de que lo tiene ante los ojos es la plasmación del mejor resultado a priori pronosticable. Para entendernos y para no andarnos con más rodeos: Shakespeare es eterno, y a Whedon, aunque parezca (y sólo parezca) que es sin querer, le sale todo redondo. Desmenuzado en dos puntos. Primero, el legado artístico del legendario dramaturgo inglés es una inagotable fuente de inspiración (para aquel con la capacidad suficiente para aprovecharse -en el buen sentido- de ella) y gozo (especialmente para el poseedor de una sensibilidad que sólo tiene que estar ligeramente por encima de la del cretino medio).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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