Un botín de 500.000 dólares

A Clint Eastwood le había gustado bastante el guión de la película “Naves misteriosas” que dos años antes había escrito Michael Cimino y que se convirtió rápidamente en objeto de culto para los amantes de la ciencia-ficción.
Buscaban un director joven, con talento y sobre todo barato, y Cimino era ese hombre, a pesar de que nunca había dirigido antes no era problema ya que Eastwood era el verdadero director en la sombra.
Robert Daley, amigo y productor de Eastwood se encargaría de poner el dinero.
La historia debía ser muy del gusto de principios de los setenta, es decir que aunara acción, intriga y comedia o lo que es lo mismo que estuviera a mitad caballo de “Bonnie and Clyde” de Arthur Penn, “Atraco perfecto” de Kubrick o “Los violentos de Kelly” de Hutton, ese el deseo de todos pero como puede verse se queda en terreno de nadie.

La película que intenta ser una road movie no queda en la retina de los amantes del buen cine y no deja de ser una gamberrada de esas que tanto proliferaron en su día, aunque si lo comparamos con las actuales es infinitamente mejor evidentemente.

Dentro de la filmografía de Cimino esta cinta queda evidentemente lejos, muy lejos de su obra maestra “El cazador” y también de sus siguientes mejores películas como “La puerta del cielo” o “Mahattan Sur”.
“Un botín de 500.000 dólares” es una película necesaria para ser conocido en el circuito y Cimino tiene que aceptarla para coger el tren. Pero nada más, en cuanto pudo demostró que el cine y las historias que le interesaban eran otras.
La película fue un fracaso relativo, aunque tuvo decentes taquillas, y el único que ganó algo con la película fue un jovencísimo aunque ya bastante conocido Jeff Brigdes que se convirtió definitivamente en estrella de las adolescentes, además de ser nominado al Oscar como mejor actor secundario.
Para Eastwood esta película fue un error y nunca más volvería a trabajar con Cimino.

Destacar a dos magníficos secundarios como Geoffrey Lewis y George Kennedy, dos de los mejores de su generación.

El bautismo cinematográfico de un director que suscitó muchas expectativas pero que nunca acabó de ofrecer lo que prometía, presenta algún que otro aliciente como la aparición del ya por entonces consagrado Eastwood y la de otro gran actor, a la sazón en sus comienzos, el Nota, en la época en la que más o menos debió de haber ido al Vietnam. Es un típico producto taquillero con algunos apuntes de cine independiente (nunca he sabido muy bien qué es eso, la verdad) que mezcla varios subgéneros, la road movie, la buddy movie y el tradicional cine de atracadores de bancos más o menos simpáticos.

El principal problema que le encuentro al asunto es su exagerado metraje y la innecesaria dilatación de algunas situaciones, en especial lo referido a la presentación de los personajes. Otro problema es la indumentaria de Bridges, pero ése es de otra índole. Por cierto, es el mejor del reparto y ya se postula como actor a tener en cuenta.

En definitiva, una de acción años 70, con estupendas pinceladas musicales estilo Creedence, que podía haber estado mucho mejor, pero que le sigue ganando la partida a la mayoría de películas del género que se hacen en nuestros días, con bastantes más medios y mucho menos oficio.

Primera película como director de Michael Cimino que adapta un guión propio y que narra la historia de dos chorizos de poca monta, que tras un encuentro casual deciden asociarse. Uno de ellos es perseguido por los miembros de una banda a la que perteneció porque le acusan de quedarse con el dinero de un golpe que dieron tiempo atrás. Sin embargo, después de varios encontronazos vuelven a unirse para dar el mismo golpe.

Estamos ante una película de acción con dosis de humor y drama que supone una curiosa rareza en la filmografía de Clint Eastwood. Jeff Bridges estuvo nominado al Oscar por su papel de joven ladrón que se une al grupo para dar el golpe definitivo. También me gustó la interpretación de George Kennedy como duro y desalmado delincuente y la de un patoso Geoffrey Lewis. En el filme aparecen personajes estrafalarios que amenizan la función, como por ejemplo, el tipo del coche negro que guarda los conejos en el maletero y se pone a dispararles sin ton ni son, o las coloristas camisas que visten Eastwood y Bridges después de robarle el coche a un representante de ropa.

La película combina hábilmente la acción con el drama y la comedia disparatada. Recuerdo que la primera vez que la vi no me gustó porque me desconcertó. Pero un segundo visionado me ha convencido de que se trata de una obra estimable que merece la pena.

Una película de sorpresas, desde los títulos. Un pastor que escondía su pasado de ladrón de bancos. Un joven que se transforma en un incapacitado para robar. Unos mal vivientes que por todos los medios quieren el botín "perdido". Y entre todo este principio se va transformando en una movie de carretera. Cuando se juntan, por gracia de la casualidad, Clint y Jeff empieza una emocionante persecución de ellos tras un sueño, y a su vez son perseguidos, para responder por el botín de un robo a un banco de Montana.
Las idas y venidas son la sal que mueve a los personajes. Hay momentos desopilantes y otros increíbles que se basan puramente en trazos de comedia y ficción. No puede verse como un film de antología, pero guarda entre sus tomas bucólicas y sueños ese dejo de nostalgia de quienes se sienten (sentimos) identificados con la bohemia y que todo se debe a una causalidad casual.
Buena cantidad de condimentos juntos para disfrutarla, y ver la película sin prejuicios, como un entretenimiento lleno de sorpresas.

Sirva esta pequeña crítica como homenaje a Clint Eastwood. Sé que soy muy severa con él en su faceta de director, pero es que como actor he decir que, sencillamente, le quiero.

Con ese sex appeal difícil de definir, cuerpo desgarbado, ojos clarísimos pero diminutos y sonrisa esquiva, pero encantadora. La masculinidad dura, reservada, fría y bastante pasota, entre lo cínico y lo sentimental. Un actor que llena la pantalla a base de personalidad y de carácter; un actor que puede tomarse el lujo de no interpretar, sino sólo pasearse, moverse, mirar con el ceño fruncido y encender un cigarro con desgana, con una pasividad engañosa. El Clint Eastwood de «Un botín de 500.000 dólares» sí es el Clint Eastwood que debemos recordar. Es Eastwood en estado puro. El Eastwood actor que hace de cualquier personaje, prácticamente un mito.

Luego está la historia, divertidísima. Su aventura como auto estopistas no tiene precio, por ejemplo. Sin embargo, se desvía demasiado con sexo metido con calzador (aunque ver a Clint Eastwood en toalla es inolvidable) y una evolución de la trama que le hace perder interés por momentos. Personalmente, me interesaba mucho más, y creo que podía haber dado mucho más de sí, la idea del botín robado. Final impecable, eso sí, como debía ser sin remedio. Jeff Bridges está encantador, con un personaje que en verdad enternece.

Si te gusta Clint Eastwood, tienes que verla. Sólo por él, ya vale la pena.