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Mapa para conversar

Drama Una mujer voluntariosa, madre de un niño de 6 años, su aparentemente conservadora madre y su actual novia, una bella intelectual especializada en el mundo del porno. Este variopinto grupo evantará ancla en una viaje en velero, pero ni el entorno ni la compañía ofrecerán calma, perdiendo el control de lo que cada cual creía timonear. Una historia sobre la eterna búsqueda de ser reconocidos como somos, o por cómo queremos ser vistos. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
10 de diciembre de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Debido a su origen, la historia de la humanidad antes del patriarcado no es una historia centrada en la competencia, la lucha o la agresión, sino en la solidaridad en la que la competencia, la lucha o la agresión, eran sólo episodios del convivir, no un modo de vida”, plantea Humberto Maturana en su “Ontología del conversar” (1988), al citar a Riane Eisler y su libro “El cáliz y la espada”. Esta cita es vital para entender el mundo de “Mapa para conversar”, un mundo femenino, de una lógica multidireccional, no jerarquizada a partir de la idea patriarcal de dominio.

“Los caminos marcados no son los más directos, pero son los que tienen menos ruido”, reflexiona Javiera, la pareja de la protagonista, ante Roberta y la madre de ésta, mostrándoles un mapa de relaciones parentales y afectivas. Es el momento en que Javiera vuelve a la calma, luego de los pisco sour y encuentros y desencuentros con su “suegra”, momento en que el mar vuelve a estar tranquilo.

La navegación de esta travesía por el litoral chileno, es comandada en todo momento por Roberta, una voz irónica y cínica al comienzo, que a través de cierta teatralidad nos da cuenta de cómo encajan las personas en su vida.

Roberta pensó el viaje en velero como una oportunidad para que su madre entendiera que su opción lésbica era normal, y le reprocha a Javiera que se comporte como una freak transgresora.

Las condiciones climáticas son usadas como elipsis de las emociones que vive este trío de mujeres. Y en ese punto, resulta ineludible la cita a “Cuchillo al agua” (1962) de Roman Polanski. Es un riesgo enorme el que toma la directora, al tomar como marco teórico quizás la mejor película filmada por el polaco. Pero ahí donde Polanski juega con el poder de dominio (sobre una mujer en ese caso), característico del mundo machista, Fernández contrapone una mirada conciliadora, que muestra a una mujer segura de sí misma, que busca comprensión hacia el trabajo y manera de pensar de su pareja. La directora emparenta a Roberta con la “Bianca” de Alicia Scherson (“Il futuro”, 2012), pero a diferencia de esa adolescente, Roberta ya es una mujer que lleva el timón de su vida. Quizás ese personaje fuerte y seguro, acogedor y conciliador, aparta a Constanza Fernández de la veta de seres perdidos que tanto ha explotado el cine chileno en estos últimos años. Esto último se agradece, junto a cierta ironía (acaso humor) que expresa la protagonista, que a medida que avanza la cinta se vuelca hacia el silencio (ante la confusión de los otros), para reaparecer en un papel muy generoso que contiene a la familia.

Cuando la película se desarrolla al interior de la cabina del velero, momento en que el viento arrecia, es Roberta quien debe primero cobijar a la madre, pero de inmediato se vuelca a Javiera y le recita “Otello”, obra en que actúa su pareja, pero no un Otello celoso y destructivo, sino uno que desea acercarse al ser humano que ama. A esta profundidad, Roberta maniobra la embarcación en medio de la tormenta esperando que el mar vuelva a estar tranquilo.

La familia se reencuentra en nuevas estructuras creativas: ya no son papá, mamá e hijo; son amantes, amiga y el amigo, padre de su hijo, que las pasa a buscar al final de la travesía.
Anibal Ricci
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21 de octubre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Doy gracias por la corta duración de esta película, ya que estoy seguro de que si hubiese sido más larga, me habría vencido el sueño.

La vi ayer proyectada en la Seminci y tuve la oportunidad de escuchar a su directora. Demostró ser una persona coherente, con las ideas claras respecto a su película, lo cual demostró que la película era un "quiero y no puedo".

Es una obra muy teatral, sostenida exclusivamente por los diálogos. El problema está en que son unos diálogos vacíos de contenido, aburridos y lentos.

Las interpretaciones eran malas, a excepción de la actriz que hace el papel de madre, que siene alguna buena salida y que es lo único que da algo de fluídez (y realismo) a la película.

En definitiva, poco recomendable. Vacía, se desinfla por el camino.
Fer
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