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Drama Un pescador de Corea del Norte se adentra en aguas de Corea del Sur, hecho que inesperadamente cambiará el curso de su vida. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
20 de agosto de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La aparición de Kim Ki Duk en escena a comienzos del milenio significó mucho en lo referido al cine, puesto que películas del director coreano como La Isla, Primavera, Verano, Otoño, Invierno y Otra Vez Primavera, y Hierro 3, representaría la introducción a un nuevo lenguaje, a una manera distinta de expresar al cine en si, y no olvidar que todas las expectativas apuntan al cine oriental como el enfoque más vanguardista de nuestra era. La cuestión giraría en torno a los elementos de tipo simbólico, combinado con austeridad en materia de diálogos, y a la par sosteniendo los tiempos más tradicionales del cine asiático.

Con el paso del tiempo Kim Ki Duk tuvo que realizar modificaciones en su estilo para no estancarse, lo que significó variación en sus producciones, de las cuales resultaría, a manera de ejemplo, El Tiempo, una película mucho más próxima a los estandartes del cine occidental, con mayor cantidad de conversaciones y otros ritmos. Vale la pena la introducción, puesto que es una forma de interpretar la existencia en la actualidad de un film como La Red.

En esta cinta el coreano no recae tanto en metáforas, recurriendo más a lo discursivo; quizás tenga que ver el conflicto de la historia en sí, sobre Nam Chul-Woo, un pescador de Corea del Norte que accidentalmente se adentra en territorio de Corea del Sur, lo cual no es un hecho menor, puesto al enfrentamiento que sufren ambas naciones desde hace tiempo. Lo que puede tomarse en otras instancias como un simple accidente, lleva aquí a un conflicto de difícil resolución.

Nam es atrapado bajo las sospechas de ser un espía enviado del Norte, por lo que es interrogado arduamente y privado de su libertad por varios días. Tras suponer que no se trata de un espía, aparece la opción de “convertir” al prisionero, para darle la libertad que el sistema comunista en sí no le ofrece, sin considerar relevante el hecho de que su tanto su esposa, como su pequeña hija de siete años, aún vive en dicho país. Tras un paseo por Seúl, reaparece la duda de si el sospechoso es o no espía.

Durante lo que sería la primera parte del metraje, la cinta parece más inclinada a demostrar una crítica al sistema capitalista y sus formas alienantes, pero sobre el desenlace termina atacando casi de igual manera los métodos empleados tanto en un sistema comunista, como capitalista, cuestionando por sobre todas las cosas el abuso del poder, y de como, mediante ideales, aquellos quienes están al mando de un sistema u otro, pueden hacer cualquier clase de abuso, tomando como apoyo esas poder.

El film es altamente recomendable, y a la par es válido no sólo para los seguidores de Kim Ki Duk o del cine asiático, sino también para aquellos que desconocen de este tipo de material fílmico, puesto que la tensión se mantiene durante toda la película, y el conflicto a la vez contiene una historia que retrata una realidad que vivimos en el mundo actual.
Manuel Esteban
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26 de febrero de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El coreano Kim Ki-Duk estudió arte en Paris a principios de los años ´90, y en 1996, se graduó como escritor de guiones cinematográficos. Durante esa misma época, comenzó a hacer cine “a su manera”, lo cual implica observar y entender lo que hace la gente, filmando sus vidas. Tan solo eso… disparar una cámara de cine.

La división de Corea en Corea del Norte y Corea del Sur, utilizando arbitrariamente el paralelo 38 fue consecuencia de la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial. Japón había ocupado la península de Corea desde 1910. Al terminar la Segunda Guerra, vencido por los Aliados, devuelve los territorios ocupados. En consecuencia, y con el propósito de neutralizar el poder de China, las potencias emergentes llegan a un acuerdo. Los Estados Unidos ejercerán dominio al sur del 38, y la Unión Soviética al norte hasta la frontera con aquel país.
El comienzo de las guerras entre las dos Coreas fue inmediato. China no fue ajena a ello. El enfrentamiento de las Coreas tuvo un origen claramente ideológico. La Corea del Sur comulgaba con el pensamiento liberal del Oeste y la norte con el comunista del Este. El enfrentamiento ha sido casi permanente a lo largo de los años. La resultante de ello, es que la Corea del Norte se ha transformado en una potencia nuclear, mientras que la del Sur en una potencia industrial. Los niveles de vida alcanzados son muy diferentes.
El planteamiento de Ki-Duk es directo. Rápidamente establece la acción del film en la frontera binacional, a orillas de un lago que separa los dos países, y elige como protagonista a un pobre pescador de la zona cuya red de pesca se engancha en el motor de la lancha que, averiado es empujado por la corriente, y va a parar a la otra orilla, o sea, a territorio enemigo.
La Red es una cruel parábola sobre la libertad del hombre. La libertad es la forma de actuar del hombre usando sus facultades de elegir de manera responsable respetando los derechos del otro. En la película, una vez cruzada la frontera, el protagonista pierde dicha libertad ante el solo hecho de haber cruzado un límite sin el debido permiso legal y en consecuencia, transformándose en un “fuera de la ley”. El ilegal no tiene derechos. Y por su comportamiento delictivo, queda detenido en calidad de sospechoso.
El detenido es derivado a un lugar / no lugar a disposición del Estado. Allí es sometido a interrogatorios que avasallan sus derechos, ya no como ciudadano (de hecho no lo es porque ha entrado ilegalmente a un país extranjero), sino como ser humano. En ese no lugar, el imperio de la ley es dejado de lado. En este punto es donde el preciso guión de Ki-Duk deja ver claramente que a ese hombre se le están violando sus derechos más elementales, aquéllos esenciales a todo hombre.
Dada la precaria situación y obviamente, la carencia de información que tiene el detenido, su liberación queda sujeta a una doble opción: O asume la ciudadanía surcoreana y se radica en el país libremente o es deportado a su país.
Pero la deportación significará el comienzo a otro calvario. El pobre pescador será nuevamente detenido, esta vez por las autoridades del norte, donde comenzará una réplica de nuevos interrogatorios para saber que dijo o que no dijo a los servicios surcoreanos, en una nueva vuelta de tuerca relativa a la suspensión y violación de los derechos más elementales.
La nueva obra de Kim Ki-Duk encierra a su protagonista, y con total rigurosidad formal, expone su tesis desesperanzada sobre el sometimiento permanente del individuo a la voluntad del Estado, dejando al espectador perplejo ante la contundencia, congruencia, y rigurosidad del mensaje transmitido: El Estado por sobre el individuo. La negación de los derechos humanos. La violencia descontrolada a cargo de una fuerza paranoica que operando en nombre del Estado quiere imponer su razón fuera de toda ley.
Dos Coreas. Dos Estados. Ambos sospechando uno del otro a través de un humilde ciudadano fuera de toda sospecha. Funcionarios de Inteligencia al servicio del acoso, obsesionados por descubrir la traición donde no la hay, o al espía donde no existe, finalmente descuidando al ciudadano. Es el Estado descontrolado persiguiendo a un simple hombre indefenso.
Dos Coreas pero un solo pueblo, separado por las consecuencias de una guerra mundial, adoctrinados por fuerzas foráneas, y ahora separados por objetivos e ideologías diferentes. Uno obsesionado por el armamentismo nuclear y el otro, por transformarse en potencia industrial y consumista. ¿Dónde quedaron los Derechos Humanos en la separación de las Coreas? ¿En qué dirección se puede encontrar el futuro?
El film de Kim Ki-Duk es de una rigurosidad formal poco común. Con un mínimo de recursos, un solo actor protagónico, dos cuartos como escenario del 90 % del film, pero con un gran guión, de una precisión y de una claridad conceptual enormes, expresa el drama de las dos Coreas desde un punto esencialmente humanista, desde el cual dispara la gran pregunta de por qué el Ciudadano debe estar al servicio del Estado en lugar de lo contrario, ser el Estado quien le da una identidad, leyes y servicios de justicia para que dirima sus desacuerdos, policía para que lo proteja, educación para darle un futuro, servicios de salud para mantenerlo sano. La Red no es un film político, es un film humanista que muestra cómo el hombre es desplazado del centro del sistema. De cómo el Estado puede ocupar ese lugar e invertir el orden natural.
Charly Barny
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29 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pienso que muy claramente la película puede adolecer de una vitalidad que le es necesaria desde el punto cinematográfico, sin embargo creo que la idea de Kim ki-duk, es precisamente eso, mostrarnos cómo el fanatismo político, sin importar su enfoque, está por encima de los sentimientos del pueblo. Estúpida me parece la reseña de Fernando López del Diario La Razón, que según él, el director debería de haber tomado partido por una u otra Korea... Cuando es claro que la intención es mostrar lo absurdo de la situación, gobernada por fanatismos sin sentido. Claudio Sandoval
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