Agatha Christie: Poirot - El misterio del cofre español (TV)

Oiga usted, de miserable enano gabacho nada, ¡miserable enano belga! Episodio de la serie de los más destacados que el mismo Poirot indica como uno de los casos más notables a los que se ha enfrentado. La elegancia inglesa es tan exacta en la limpieza de las escenas como en el exacto bigotito del detective más astuto. Poirot escucha atentamente en el pico de la silla a su querida amiga, con la taza en vilo y las rodillas bien juntas, luego añadirá: soy el mejor, porque aplico como nadie el orden, el método y la psicología. Orden, método y psicología y ahí tiene usted al asesino; mientras, el señor inspector puede ir aprendiendo a escribir a máquina porque Poirot ya le hace su trabajo.

En este buen caso de Poirot, de un metraje de 50 minutos, aparecen juntos como siempre, Poirot, Hasting y Japp, pero en esta ocasión Miss Lemon esta de vacaciones. Es un episodio de lujo, con unos coches de época realmente admirables, y con un vestuario exquisitamente acertado. Nuestro amigo Poirot tendrá que descifrar la misteriosa muerte de un militar, acaecido dentro de un cofre. Es un caso que esconde un original y sencillo desenlace, y con nuestro buen inspector Japp, desorientado como siempre.
Este es un capitulo que esta un poco por debajo del nivel de todos los de esta buenísima serie de casos del genial detective, con pocos personajes y nada liado. En general es una buena serie, incluso notable en muchos aspectos con un David Suchet en estado de gracia en su papel de Poirot.
La ambientación de este episodio es francamente impecable, tanto en los exteriores e interiores, en los decorados, en el vestuario, y con la elegancia y la educación típicamente británica que desprenden todos los personajes, todo ello de una gran calidad.
Resumiendo: Perfecta para una tarde o noche para disfrutarla sin prisas, un 6 merecido.

De nuevo la magia de un guión impecable -A. Horowitz- llena el celuloide con una estupenda historia de H. Poirot.
La sutileza de la ambientación, la cadencia de una narrativa preciosista, la armonía de los espacios y la elegancia en los modos cinematográficos conforman el referente contextual de una película magnífica.
El concepto se lo debemos a A. Christie pero la dirección de la obra la asume A. Grieve y la responsabilidad de convertirla en un deleite para los sentidos hay que atribuirla a la sobresaliente interpretación de H. Frase y, como siempre, del inefable D. Suchet.
El desarrollo de la acción es sereno, discreto y comedido pero, sobre todo, certero.