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Nadie quiere la noche

Aventuras. Drama Groenlandia, año 1908. Josephine Peary (Juliette Binoche), una mujer rica y culta, inicia una expedición al Polo Norte para reunirse con su marido, el explorador Robert Peary. Durante el viaje se encuentra con una humilde mujer esquimal, Allaka (Rinko Kikuchi). Pese a sus numerosas diferencias culturales y personales, ambas tendrán que unirse para poder sobrevivir a las duras condiciones climáticas de la tundra en el Ártico. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
29 de noviembre de 2015
60 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película original, compleja, arriesgada, meritoria y hermosa.

Tiene varias vertientes, no todas igual de caudalosas en cuanto a su aporte líquido.

1 ) Vertiente histórica.

Nos da una idea de lo que fue la odisea de los exploradores polares a principios del siglo pasado.
Los personajes que protagonizan la cinta: Josephine Diebitsch Peary y, en ausencia, Robert Edwin Peary, existieron. A Robert Peary se le atribuye la conquista del Polo Norte, aunque con muchas dudas pues el estado de la tecnología en aquellos tiempos impedía la confirmación de su supuesta gesta. Lo más probable, a tenor de sus registros, es que se aproximase mucho, pero que lo que él tomó por el Polo Norte estuviese a unos 40 Kms. del auténtico. Para mayor confusión, otro explorador, Frederick Cook, reclamaba, sin fundamento, ese honor para él, y los partidarios de uno y otro pionero (Peary y Cook) se pasaron la vida echándose los trastos a la cabeza y buscando los puntos débiles de la presunta proeza del rival de su ídolo en aquella aventura. Existió también una Allaka (la protagonista esquimal), aunque mucho más joven y sin que, muy probablemente, su vida de cruzase con la de Josephine, como documentaré en el "spoiler".

2 ) Vertiente artística.

Aquí sí que hay que aplaudir a Isabel Coixet. La fotografía de los parajes helados noruegos, que hacen las veces de los polares, es una verdadera maravilla. Creo que es poco discutible que el Director de Fotografía, Jean Claude Larrieu, ha hecho un trabajo excepcional.

3 ) Vertiente argumental.

Hay mucha diferencia entre la primera parte que finaliza con la llegada de Josephine al refugio donde tendrá una larga estancia, y la segunda. Es cierto que la claustrofobia obligada de esta última impide una acción trepidante, pero es verdad también que la segunda mitad de la historia se hace en ocasiones pesada porque resulta reiterativa, porque hay escenas en las que no se sabe muy bien qué pasa pues la larga noche cuando se filma arroja poca luz y, sobre todo, porque falta tensión dramática.

4 ) Vertiente militante.

Tanto Coixet como Binoche son mujeres comprometidas. La sinergia entre ambas no podía dejar de serlo. El mensaje de la película puede sintetizarse en una afortunada frase de Binoche:

"Hay que saber bajarse del pedestal de la supremacía de la cultura blanca occidental para poder conocer la experiencia de la Humanidad".

La contraposición de dos mundos culturales muy distintos en una situación límite, de la que se levanta acta, avala esta afirmación.

En resumen una película que, en mi opinión, merece la pena ver, aunque tiene las limitaciones señaladas, quizás debidas a lo ambicioso del proyecto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Martes Carnaval
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30 de noviembre de 2015
38 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Norteamericana necia y majadera como invierno sin sol se lía la manta a la cabeza y se va al Polo Norte nada menos que a buscar a su marido querido; caiga quien caiga (triste y literalmente), arrasando con todo y con todos; valerosa, ciega y terca como una cabra montesa, ella.
O mejor mirado, con ojos de lechón enamorado, amantísima esposa con la generosidad como bandera quiere recuperar a su hombre antes del fin.
O tal vez no sea más que una fábula sobre cómo el Occidente rico, arrogante y clasificador aplasta/conoce otras culturas en su afán por lograr nuevos hitos, en la prometeica lucha por el progreso obsesivo hasta las trancas de fanática vanidad.
La película te embelesa con su fotografía y sus hermosos fotogramas llenos de blancura inmaculada; paisaje desolado decorado con el garbo y las telas de la buena de Binoche; pistonuda, heroica e insufrible señora Peary.
También te entretiene durante un buen rato: a ver qué pasa, te preguntas curiosón.
Pero el invierno polar se nos echa encima, el hambre y la miseria invaden la película y el espectador, sin él quererlo, el pobre se ve contagiado, identificado con esa deriva absurda y torpe hacia la nada; un martirio alcornoque, un calvario horrísono, digno de mejor causa.
Bella, meritoria, bastante confusa e indecisa finalmente. Amaga y no da. O cree que sí, pero no sabe bien a qué.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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1 de diciembre de 2015
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si durante una hora se te olvida donde estás, y eres parte de los personajes que ves transitar por la pantalla, no hay duda de que estás ante una gran película. Y si al día siguiente te sorprendes pensando en esos personajes, y recordándolos con alegría o pesar, la historia te ha emocionado y has compartido parte de lo que la directora, en este caso, ha querido transmitir.
Además del paisaje sobrecogedor, y de una ambientación casi perfecta, la película desvela la travesía emocional de dos personajes tan dispares como atractivos, tan fuertes como tiernos, tan valientes como obcecados. En esa disparidad radica uno de los imanes de la película, y en la evolución de los mismos hacia una comunión existencial. Mención especial a la interpretación en conjunto, con reverencia para las dos actrices principales.
Es cierto que finaliza demasiado abruptamente, es cierto que hay planos, escasos bien es cierto, con cierta sinrazón pero el conjunto es, a mi juicio, digno y altamente recomendable.
Nadie quiere la noche no se deja ver, se disfruta íntegramente.
MacqueenMurcia
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24 de diciembre de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Isabel Coixet realiza un sobrio e interesante ejercicio sobre la fortaleza de la mujer en unas circunstancias alejadas del convencionalismo y que destaca por las solventes interpretaciones tanto de la actriz francesa Juliette Binoche como de la japonesa Rinko Kikuchi, además de por la magnífica fotografía helada de Jean-Claude Larrieu.

‘Nadie quiere la noche’, coproducción España/Francia/Bulgaria, supone un paso adelante dentro de la filmografía con la que Isabel Coixet nos estaba obsequiando en los últimos años, años en los que se incluyen films como la mediocre ‘Mi otro yo’ y la olvidable ‘Aprendiendo a conducir’. Un paso adelante que además la Academia de Cine Española ha reconocido con la nada desdeñable cantidad de nueve nominaciones al Goya, incluidas película, dirección y actriz principal.

Bajo el guion de Miguel Barros, ‘Nadie quiere la noche’ narra las aventuras de Josephine (Juliette Binoche) una adinerada y culta mujer de la nobleza norteamericana que viaja al Polo Norte para reunirse con su marido, el afamado y polémico explorador norteamericano Robert Peary (quien se atribuyó ser la primera persona en llegar al Polo Norte) tras su última expedición al Polo. Josephine, una mujer de carácter que lleva años sin ver a su marido, se mostrará como una persona distante, altiva y presuntuosa, quien a pesar de los consejos de los expertos en los campamentos base decide viajar a esperar el regreso de Peary al último refugio previo al Polo Norte y bajo unas condiciones climáticas extremas. Una vez allí deberá enfrentarse a una decisiones complejas, al frío extremo y a un descubrimiento que realizará gracias a la presencia de una joven Inuit (Rinko Kikuchi) con la que deberá de tratar a pesar de sus prejuicios para lograr la supervivencia.

La historia va claramente de menos a más, rebelando toda la potencia del drama y de la situación a medida que los minutos se acumulan en el reloj y el contexto va tomando forma. La evolución del personaje de Josephine está bien mostrada y queda bien marcada por el ímpetu de la relación entre ella y la inuit. En todo momento la fotografía helada de los parajes noruegos -simulando el Polo- es esclarecedora de la aridez personal y temperamental de la protagonista. La presencia de Gabriel Byrne es más bien testimonial aunque ayuda a reflejar la personalidad de la protagonista, antagónica hasta el momento de conocerse. Los personajes masculinos en general quedan en un segundo plano, como ligeros complementos de una trama eminentemente femenina. En su defecto diré que el film arrastra cierta frialdad y no permite terminar de empatizar con la protagonista, sintiéndose el espectador mucho más cercano al personaje de Allaka, la valiente inuit interpretada por Kikuchi.

La composición musical de Lucas Vidal es reveladora de lo que allí padecerán los protagonistas dentro de un rodaje nada sencillo y que llevó a los actores a situaciones complicadas.
En definitiva un film mejor de lo esperado y con un interesante desenlace.

Lo mejor: La fotografía y la relación que se forma entre Binoche y Kikuchi.
Lo peor: Cuesta entrar en la historia. El guion en ocasiones resulta poco esclarecedor. Su ritmo algo doloso.

Valoración:
Banda sonora: 7
Fotografía: 7,25
Interpretación: 6,5
Dirección: 5
Guion: 5
Satisfacción: 6
NOTA FINAL: 6,1
Hilodeseda
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8 de enero de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso. Isabel Coixet ha buscado el escenario más gélido posible para ofrecernos un drama intimista y sentimental. Ha buceado en un pasaje histórico y lo ha retorcido a su antojo. Sería un poco injusto enfrentarse a la historia que nos plantea la película sin tener en cuenta la mentalidad que podía existir en la época en que está ambientada, pero no por ello es menos discutible el mensaje que nos transmite la directora. En un principio, “Nadie quiere la noche” presenta el relato de Josephine Peary, una mujer obstinada en hacer un viaje en condiciones imposibles, sin importarle el hecho de poner en riesgo muchas vidas, y sólo por reunirse con su marido en su expedición al Polo Norte. La protagonista se nos presenta como una mujer orgullosa, arrogante y terca. No obstante, a pesar de su egolatría, afán de superioridad y racismo, también percibimos toques románticos y épicos en sus actos, quizá por su rebeldía ante los convencionalismos y por tratarse de una mujer adelantada a su tiempo. Bueno, por eso y por la gran interpretación de Juliette Binoche, una actriz a la medida de Isabel Coixet. De todas formas, el interés de la trama queda reforzado por las impresionantes localizaciones y la fantástica fotografía.

El tono de la película cambia a partir del momento en que la protagonista queda en la cabaña, obligada a pasar allí todo el invierno. En ese momento, cuando ha quedado claro que la valentía se ha confundido con la temeridad, Coixet hace que el instinto de supervivencia lo impregne todo. Paradójicamente, en ese ambiente helado el corazón de la Peary empieza a derretirse, incluso hasta el punto de vivir una relación llena de magia y ternura con una indígena (hasta entonces, un ser inferior y despreciable) que, al parecer, ha osado disputarle los favores de su insigne marido. El orgullo de la protagonista se resquebraja, y ello da pie a las escenas más emotivas del fin. Dos mujeres, dos seres humanos, en un desafío ciego contra la naturaleza, sacrificándose la una por la otra, sin más expectativas que la de superar una noche interminable. En esta segunda parte de la película, Coixet despoja la trama de cualquier aspecto secundario o accidental, la desnuda, hasta conseguir que casi nos olvidemos de la absurda decisión que llevó a Josephine Peary a una situación tan extrema. El argumento queda esquelético, y esa evolución hacia el minimalismo narrativo es de lo más llamativo de la película. No hay fronteras ni culturas. Mi mundo y tu mundo son dos ideas irrelevantes (incluso irreales) cuando te tienes que enfrentar al invierno polar. Al mundo.

En mi opinion, el final descoloca. No sé si Coixet ha hecho un desenlace poco acertado, o si es que quería deliberadamente transmitir una honda desolación que fuese más allá de la idea tradicional de final feliz o trágico. Algunos derramarán lágrimas de emoción, otros se enfadarán. Si ése era el objetivo de la directora, la verdad es que lo ha conseguido. Después de haberme deslumbrado con sus paisajes y de haberme emocionado en distintos momentos de la trama, he salido de la sala con una cierta sensación de confusión. Más allá de la evidente y clara moraleja ecologista (que hace falta), no sé cuál es el mensaje que Coixet quería transmitir, o si precisamente quería jugar al equívoco… Y eso me ha dejado más bien frío...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rober
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