Las montañas de la luna

Intentar comprender el mundo a través de la historia del cine es un error. Por una sencilla razón se trata de una historia absolutamente descompensada. En el cine vemos una y otra vez como los grandes grupos de poder aparecen chupando pantalla una y otra vez. Parece como si abogados, periodistas, policías, cantantes, deportistas, médicos...hubieran construido la civilización ellos solos.
Hoy podemos ver como se hacen películas donde se nos cuenta la historia del hombre del carrito de los helados. Y todo porque pertenece a uno de esos lobbies.
Y sin embargo hay algunas profesiones que nunca han tenido ni una triste película, como por ejemplo los geógrafos.
Nadie tiene ni puñetera idea quienes son Mackinder, Ratzel, Ritter, Reclus, Haushofer, Maull, Richtofen, Blache...y sin embargo son los que hicieron que tú vivas
Así por lo menos que uno de los más grandes hombres del siglo XIX, donde se conjugo lo vital con lo intelectual como pocas veces ha existido. No hace falta que diga que es uno de los personajes que más admiro. También es el ídolo de Sánchez Dragó. En cualquier caso debo señalar que mientras unos desearían morir como el protagonista de “Las invasiones bárbaras” a mí me gustaría vivir como Richard Burton.

En cuanto a la película propiamente dicha es francamente buena y sería mejor si no hubiera esa insistencia en convertir en gay a John Hanning Speke cuando este era un hombre bastante rudo y belicoso como señala el periodista David Broggi en una revista de historia de gran tirada. Su único problema es que no iba con mujeres por lo que automáticamente algunos se inventan su relación con Burton. Lo cuál no tenemos ninguna prueba ni documento histórico que así lo insinúe.

En cualquier caso perdonamos a William Harrison, novelista y coautor del guión junto a Rafelson ya que después de escribir una obra maestra como “Rollerball” dirigida por Norman Jewison ya se ganó mi total confianza y admiración.

Sin lugar a dudas que gran parte de la película esté rodada en África ayuda mucho para la verosimilitud de la cinta y mucho más al tener en la dirección de fotografía al británico Roger Deakins que ha sido llamado por casi todos los grandes directores que pretendían buscar una fotografía en lugares remotos y paisajes especiales, ya lo hizo antes en “Pasiones en Kenia”, y luego en el desierto por Mendes para su “Jarhead”, Scorsese y el Himalaya para su “Kundun”, Joel Cohen para su O Brothe y sus prados americanosr y para Caton-Jones en su “Rob Roy” y sus paisajes escoceses. Un genio.

Tenemos una buena banda sonora de ritmos africanos de la mano de otro conocido de Rafelson como Michael Small

Los actores están bastante bien sobre todo el irlandés Patrick Bergin que le queda de maravilla el papel de Richard Burton, mientras que Iain Glen excesivamente presentado como un niño guapo gay no da la talla, además cualquiera que vea una foto de Speke lo comprenderá.

Habían pasado muchos años desde que viera por primera vez esta película, y ahora que he vuelto a verla puedo decir que la experiencia ha sido verdaderamente placentera. Y es que este tipo de filmes, que describen la verdadera gesta que los hombres han realizado en su historia (la exploración e investigación de su propio mundo), entronca íntimamente con el mundo de la aventura, la audacia y lo desconocido, todos ellos ámbitos asociables a las inquietudes de la infancia y la juventud, en las que todo son incógnitas y retos.

Por eso, cuando en una secuencia de la película vemos a Burton inclinado sobre un mapa que está prácticamente en blanco, sentimos como él la ambición de abrir caminos nuevos, de vivir plenamente, del modo en que sólo los aventureros pueden hacerlo. Y desde luego, aquéllos británicos que a mediados del siglo XIX se lanzaron a desentrañar los misterios geográficos de África central, fueron la viva encarnación de la tenacidad, cuando no de la temeridad. Ellos, con la ayuda inestimable y siempre silenciada de los nativos y esclavos, fueron quienes rellenaron los huecos del mapa, y entre esos vacíos hallaron la solución al misterio más antiguo y codiciado: la ubicación de las fuentes del Nilo.

El filme, que goza de una correcta ambientación, un apreciable diseño de vestuario y unas magníficas localizaciones, centra su interés en el retrato de los dos personajes que emprendieron en primer lugar esta búsqueda; de un lado, Richard Burton, romántico y arabista, hombre de gran cultura y sensibilidad hacia otros pueblos, pero también de carácter tormentoso y altanero. Del otro, John Hanning Speke, mucho más gris, un perfecto producto victoriano, correcto, serio, eficaz y discreto. Unidos por una pasión común (explorar y conocer el interior africano), compartirán experiencias y penalidades sin fin en pos del Nilo, que será, paradójicamente, el motivo de su distanciamiento y ruptura. A pesar de que la contraposición entre ambos personajes está bien trabajada, la película insiste innecesariamente en sugerir que compartieron una profunda amistad, cuando la realidad es que su relación no superó la de leales compañeros expedicionarios.

Con un guión correcto y buenas interpretaciones, especialmente la de Bergin encarnando a Burton, la película transcurre a buen ritmo, sólo demorado por la subtrama amorosa, que presenta algunos momentos prescindibles, pero que no impide que el espectador, concluido el visionado, experimente la satisfacción ya casi olvidada de haber transitado por caminos nuevos, esos que aguardan en los mapas vacíos y que nos retrotraen a la infancia, cuando todo estaba aún por descubrir.

Sueños de camino compartido. Metas sufragadas por la codicia del poder. Destinos tan exóticos como una mirada interior. Penurias de aventura masoquista y reflexión hipócrita. Destellos de divinidad propia con fieles enmascarados.

Rafelson se embarca en una aventura con denominación de origen. Guioniza relatos de magnitud exorbitada y justificación existencial. Es pretenciosa en su angustia. Pedantería de lealtad casposa. Egos justificados con la vanidosa empatía del colono.

Su alegórica lectura de supervivencia homosexual me resulta infinitamente más interesante.

336/13/10/10/22) Interesante film de aventuras del que esperaba más por la historia que cuenta, falta la épica. Me encantan los films de pioneros y exploradores, de los que buscan llegar a lo desconocido, los que se adentran en espacios en blanco de mapas (esto expresado aquí cuando uno de los protagonista se inclina sobre un mapa casi todo sin cartografiar), Marco Polo, Colón, Elcano, James Cook, son prueba de ello, gente que ha deseado romper los techos de cristal de los humanos, aventureros que han contactado con otras culturas, han descubierto lugares exóticos. Y esto es lo que ofrece en principio esta cinta, el ansía de dos exploradores británicos a mediados del SXIX, Richard Francis Burton y John Hanning Speke, por encontrar un lugar mítico, las Fuentes del Nilo, el nacimiento del segundo rio más largo del mundo (el primero es el Amazonas), se suponen estaban en un lugar legendario denominado en tiempos de la Antigua Grecia, un comerciante llamado Diógenes dijo haber llegado al nacimiento del rio africano y que los nativos del lugar llamaban las Montañas de la Luna. Guioniza y dirige el neoyorkino Bob Rafelson, basándose en la novela biográfica de 1982 “Burton and Speke de William Harrison”, filmándose en localizaciones de África e Inglaterra, narra dos expediciones a mediados del siglo XIX para descubrir el nacimiento del Nilo.

Una clásica historia de amistad forjada por las condiciones extremas de una odisea de peligros constantes, que una vez de vuelta a la civilización, por una mentira, torna en antagonismo, donde uno defiende haber encontrado las Fuentes y el otro esgrime que no es así, que el Nilo no tiene un solo lugar de nacimiento. Siendo protagonizada por un gran Patrick Bergin como Burton, y un algo melifluo Iain Glen como Speke.

Film ameno a ratos, pero que en pos de representar un realismo puro hace que el espectador viva con frialdad los acontecimientos. Hay situaciones de aventura, batallas, ataques de león, ataques de insectos (el momento escarabajo en el oído es aterrador por su realismo, aunque el modo de resolverlo me resulta aparatoso), fiebres, los hacen prisioneros, encuentros con árabes esclavistas (se encuentran y liberan a un esclavo encarnado por el londinense Delroy Lindo, en una sub trama que acaba de modo descarnado), los dos son heridos, enfermedades tropicales, son presos por una tribu megalómana en su Rey. Pero nunca llegas a conectar del todo con ellos, no te emiten la pasión como para engancharte a su obsesión, y al final todo queda reducido a un malentendido un tanto pueril. Un tramo final que se alarga con comportamientos y reacciones que se me escapan en lo arbitrario y simplista. No ayuda que la historia opaca que Speke era homosexual (solo se medio da una tímida idea en una toma africana con Burton con fiebre y Speke abrazándole), y que esto pudiera haber influido en como procede, podría estar motivado por sus sentimientos hacia Burton, pero al omitirse esto la película queda coja.

Refleja el pan-colonialismo inglés del África, como para sus expediciones llevaban a decenas de porteadores negros cuasi-esclavizados, para dormir lo hacían en jaimas sobre catres, mientras los porteadores lo hacían al raso. Una visión clasista que da la imagen de lo que era ese tiempo y lugar. luego cuando volvían eran loados por la icónica La Royal Geographical Society cual héroes romanos que volvían de sus conquistas. Tampoco la fotografía, del por otro lado gran Roger Deakins (“Fargo” o “1917”), resulta lo majestuosa que requieren los paisajes africanos, quedándose en la corrección, cuando deberían haber dado lugar a algo para recordar, y no es así, no se da el realce que debría al descubrimiento del Lago victoria, vemos las cuerdas de porteadores por la sábana, pero no hay sensación de epopeya.

Película con un ritmo con altibajos, pierde mucho cuando vuelven a Inglaterra, con disputas un tanto enrevesadas e infantiles, donde no hay datos científicos que apoyen las teorías de uno y otro, simplemente opina y punto. También hay un pérfido personaje encarnado por Richard E. Grant como ladino editor, que por celos irá contra Burton, mintiendo para ello a Speke, una caricatura que se acentúa si te enteras que no existió, es fruto de la invención de Rafelson que pensaría le hacía falta un villano. Asimismo, nos cuelan un romance plano de Burton con Isabel (con un rol poca cosa, es capaz la actriz Fiona Shaw de dar alma su personaje).

Film que radiografía las dos personalidades protagonistas que sufren en comunión durante dos expediciones accidentadas de varios meses para hallar el titular por la sábana africana del este continental. Por un lado, Richard Burton, intrépido emprendedor de aventuras, un romántico arabista que dice conocer decenas de lenguajes, sensible con los pueblos africanos, arrogante, encarnado de modo carismático por un gran Patrick Bergin, sabiendo exponer toda una gama de emociones, demostrando acusada personalidad; Por otro lado, tenemos a John Hanning Speke, ejemplo de gentleman vitoriano, veterano del ejército en la India, ser más gris, más flemático, más introvertido, encarnado por Iain Glen, con un rol más dependiente de Burton, menos profundo, y más superficial, encarando simplemente correctamente por el actor, le faltan matices, quizás por haberle extirpado el guion la condición sexual que al parecer tuvo mucha importancia en su relación; Los dos unidos en su pasión africana por descubrir el misterio de las Fuentes del Nilo. Ambos sufrirán percances en su odisea con la que forjarán su amistad.

El film tiene momentos de humor desengrasante apreciables, como cuando Richard aprende un nuevo baile con la que será su esposa; o cuando tiene un encuentro con una tribu que les hace vestir con sus galas para asistir a la corte, un emisario real les dice: "Nadie puede entrar sin ropa espléndida"; el humor negro del Rey Ngola (buen Bheki Tonto Ngema) de esta tribu con un arma jugando a ver a quien dispara;... (sigo en spoiler)

Seré breve pero muy conciso, si adoras África, si te interesa como fue siendo descubierta, esta es la película que más se acerca y de un rigor histórico aceptable( para ser producción USA, ya se sabe que estos son bastante zoquetes e indocumentados cuando se trata de retratar la historia ajena ), que consigue sacar extraordinario provecho a la aventura de Burton y Speake en la busca de las fuentes del Nilo.
La banda sonora de Michael Small muy cuidada y acertada, diría que es la mejor composición del autor para el cine. Rodada íntegramente en parajes africanos, en los que afortunadamente he estado, no escatima paisajes , es el cine de aventuras de antes sin trampa ni cartón.
La mejor pelicula de exploradores africanos,hubieron muchos, pero el cine los ha ignorado en su mayor parte. No han sabido o querido.