El asalto de los apaches

Solo un sinvergüenza que con sus secuaces quiere evitar la instalación de unos colonos alemanes en las inmediaciones de un lago paradisíaco, para que le dejen extraer el petróleo de los campos de las inmediaciones.
Una especie de telefilm estilo "Casa de la pradera" entre amapolas y margaritas, con utas y navajos que suelen aparecer al fondo en "fila india" o "haciendo el indio".
Se trata de la adaptación de una de las novelas de Karl May, autor teutón creador de los personajes Winnetou (Brice), un apache bueno buenísimo que, zas, como el Ángel de la guarda aparece en el momento preciso para salvar a los inocentes. Junto a el Old Firehand (Granger), con el que comparte los deseos de paz, amor y entendimiento universal, "Para aprender a hacer el bien, uno debe practicarlo siempre".
Y, claro, al otro lado los malvados representados en esta ocasión por el Príncipe del petróleo (Leipnitz).
Maniqueísmo puro como ya vimos en otra cinta similar, "El justiciero de Kansas" (Martin Böttcher, 1965), también alemana, estrenada el mismo año, idénticos actores (incluido el jovencísimo Hill) y similar cartel anunciador. Como decíamos en la reseña que le dedicamos "Historia cien veces vista pero desarrollada sin alma, fría. Ni siquiera unos presuntos golpes cómicos le permiten levantar un poco el vuelo. Guion desangelado como la realización y la interpretación".
Al menos en esta película de Philipp hay alguna escena interesante como los carros de la caravana avanzando por la pradera o el descenso vertiginoso de la balsa descontrolada por los rápidos del río.
Todo lo demás muy plano. ¿Mira que intentar vender un pozo petrolífero del que apenas mana un chorrito de fuel a un banquero de sainete?
Cinta floja, para pasar el rato si no se tienen grandes expectativas.
Estos alemanes valen para muchas cosas, pero al western no le tienen cogida la medida.

Libro de Karl May, guión razonablemente bueno, metraje contenido, un actor de tirón en taquilla, buen desarrollo: una más del oeste, bienintencionada, bien facturada, suficientemente entretenida para no perderse en el cúmulo de cintas parecida, idénticas, todas rozando la serie B, que en el género puede dar incluso buenas cosas.
Colonos que pactan con indios su establecimiento en un lugar propio, algo inverosímil y poco probable, como muchas de las historias de Marcial Lafuente Estefanía, nuestro "gran" escritor de novelas del oeste, pero que conmueven el imaginario colectivo y por eso funcionan.