4:44 Last Day on Earth

Faltaba una visión intimista y reposada sobre el fin de los días y este año la tenemos, al menos, por partida doble. Si "Melancholia" de Lars Von Trier recibió elogios -y premios- en Cannes, "4:44 Last Day on Earth" de Abel Ferrara tuvo bastante mala prensa en Venecia. Después de verla no alcanzo a entender los motivos porque aunque no es un peliculón desde luego es un trabajo estimable y bien ejecutado, interpretado con convicción por apenas por par de actores y dirigido con buena mano (rara vez las escenas eróticas han tenido tanta clase), dando como resultado un cóctel que funciona a pesar de que en su menos de hora y media de duración hay algún momento que parece reiterativo.

Lo mejor de la película es la solidez con la que está planteada la propuesta, que básicamente responde al género "coger a dos actores y hacerlos interactuar en un espacio cerrado". Hay química entre los protagonistas, magnetismo, y la cámara de Ferrara hace de tercer personaje recorriendo cada recoveco de ese apartamento en el que se registra la vida de dos personas en un mundo que está a punto de terminarse. La información de los noticiarios y otro tipo de elementos multimedia complementa una ficción creíble y que no cae en el melodrama a pesar de algún exceso dramático. Una buena película, indudablemente, que no sé en qué lugar queda de la filmografía de su director (pues aún no he profundizado en ésta) pero que por si misma tiene méritos suficientes como para no necesitar se comparada con otras cosas. Sus últimos minutos son, además, de antología.

La Teoría de la Evolución a veces cojea como tantas otras teorías, sobre todo en lo que se refiere al ser humano. Aqui lo que tenemos entre manos es una de las demostraciones patrocinada por Apple y Skype. Se acaba el mundo, pero no se acaba de forma trágica en plan "oh Dios, salgamos todos corriendo, metámonos en cohetes, en refugios nucleares, en un indestructible Simca 1000". Aquí se termina el mundo en plan "pues vale, una putada porque ya había pagado el gimnasio". Imaginarse un fin del mundo como el que se describe es improbable, además de que me dejaría bastante chafado que la raza humana, después de la que hemos liado, nos vayamos así como así, por culpa de la radiación ultravioleta...

En un mundo repleto de películas sobre la negación del final, en las que los protagonistas hacen lo imposible para sortear la desgracia, aparece esta obra sobre la aceptación de lo inevitable, donde el último día en la Tierra se siente como una prolongación de la rutina habitual y toda la gente se despide sin demasiado escándalo. Qué sentido tendría en el fondo si nadie deja nada atrás. Todos vamos al mismo sitio al fin y al cabo.

Creo que en ese sentido hay una reflexión muy hermosa, muy serena y muy interesante sobre la vida y sobre el inminente fin de nuestros días, el que tarde o temprano llega a todos. La tragedia del tomar consciencia del final inevitable golpea al planeta al unísono aquí como nos va golpeando uno a uno a lo largo de nuestra vida. Quien no estuviese preparado para ello solo tiene unas escasas horas para la aceptación, para lograr encontrar un reducto de calma en la idea del definitivo fin de la existencia, y cada persona lo hace a su manera.

Es la película más concisa y sensible sobre el fin del mundo. La que mejor entiende lo que nos hace humanos –retratado aquí a través de los pequeños detalles como el reencuentro con la gente del pasado, las conversaciones telemáticas o la tierna soledad de un hombre y su perro–, la que más se esfuerza por descubrir y desentrañar lo que nos identifica y uno de los mejores legados sobre nuestras inquietudes y sobre nuestra larga lucha por estar vivos pese a la sombra de la muerte y el aparente sinsentido de llenar el tiempo hasta entonces si con ella todo desaparece.

Ferrara responde a esta inquietud envolviendo el temido desenlace con una luz blanca que engulle la pantalla. <i>All we have is each other. I love you. And we're angels already</i>. La conclusión más luminosa y reconfortante posible para una película sobre el final de todo.

Últimamente están muy de moda las cintas sobre el apocalipsis en cualquiera de sus formas. Es un autentico filón que inevitablemente ha resurgido después del 11 de Septiembre Yanki y todo lo que después ha venido con él. Han cogido un subgénero surgido con el miedo de la guerra fría, un producto típico de serie B y lo han actualizado tanto como redibujado.

En esta ocasión Ferrara maneja un fin del mundo algo inusual. La gente está tranquila. Han tenido tiempo para aceptar el fin de la existencia humana, y pasan la última noche sobre la tierra como si fuera un fin de año más. ¿todos? Todos no. Willem Dafoe es un hombre que duda y siente miedo ante lo que se avecina. Parece ser el único. Su personaje en cambio si comparte con el resto de la gente también cierta rabia hacía aquellos que han provocado la catástrofe ecológica que va a terminar con todo signo de vida humana. Pero es una rabia pequeña, una tímida protesta por pagar el pato de los poderosos.

Por momentos, más que hablar sobre el fin del mundo, parece un tío algo molesto por la crisis financiera del mundo capitalista. Pero su personaje nunca es un rebelde, tan sólo alguien que se lamenta sin gritar muy fuerte y sólo cuando ya todo es inevitable.

Este paralelismo sobre como la sociedad afronta el fin del mundo y como parece que actuamos ante la debacle financiero sin echarnos a los cuellos de los culpables activos (nosotros seríamos más bien pasivos, como deja entre ver la cinta) es un punto fuerte de la cinta y la obra puede ser entendida desde este punto de vista. Pero no se queda ahí.

Porque Abel Ferrarra no podía dejar la ocasión de hablar de la falta de fe y del choque religioso que se produce entre la pareja que afronta lo inevitable. Dafoe hace ejercicios de Yoga, pero no encuentra la paz que en cambio si consigue su novia budista. Dafoe se mueve en la última noche como el último católico vivo buscando una redención que sabe que es imposible de encontrar. Se mueve buscando un confesor o un Dios al que implorar, llorar e insultar.

Todos los habitantes de la tierra ante el final, se muestran más humanos que nunca, con muestras de bondad por todas partes, arreglando sus vidas antes de la hora fatídica. ¡Ojalá hubiera más finales del mundo!

Un Dafoe atormentado y sin paz tiene dudas, menos cuando hace el amor. ¿Dudará al final? O mejor dicho. ¿En el final?

Si pudiese resumir las dos horas de esta película en una sola palabra sería TORTURA.


Previsto el fin del mundo para las 4:44 de nosequé día (no me quedé mucho con el tema) todo el mundo se dispone a pasar como puede su último día en la Tierra. (Ya sé que me ha quedado algo corto, pero es que no hay mucho más que contar pues con un guión de 4 líneas y 88 minutos de chorradas sin sentido poco más se puede decir)


Este es un claro ejemplo de que contar con buenos actores no contribuye en absoluto a realizar una buena película, así Willem Dafoe no conseguirá levantar un bodrio existencialista y pretencioso de una duración excesiva.


Nuevamente tenemos una película de esas en las que no pasa absolutamente nada, horas de silencio, de besos, de miradas, pinturas, de todo menos cine. Metáforas absurdas como lo son Dafoe cortando un tronco y un negro del Bronx mirándolo, todo con un filtro en sepia y nada relacionado, porque ni Dafoe tenía hacha, ni tronco ni estaba sobre un fondo anaranjado (¿Pero qué coño...?). Minutos y minutos de una hortera pintando con brocha gorda unos dibujos horribles y sin ningún sentido útil y que no aportan nada. Y como éstas, "chiquicientas" escenas que mi mente ha borrado cual trauma para evitar mi sufrimiento.


Realmente no hay mas que escenas y escenas para perder minutos de metraje (se ve que iban sobrados) haciendo, por ejemplo, que un vietnamita hablara en su idioma durante 5 minutos sin subtítulos ni nada, invitando a la reflexión sobre su gorra, que si tuviese una inclinación de cinco milímetros a la izquierda le quedaría mejor. Luego un sin fin de "copia y pega" de vídeos de youtube en baja resolución de gente haciendo cosas raras, conversaciones inverosímiles y más escenas de nada en las que te preguntas el porqué no se acaba el mundo de verdad para terminar con tu sufrimiento.


Este penoso largometraje no es más que una pobre e irrealista versión del fin del mundo llena de absurdos momentos y sobre todo de un aburrimiento que no hace más que invitar al suicidio del espectador. En resumen, todo un despropósito y una verdadera tomadura de pelo que se ríe de espectador a carcajada limpia.


+Lo mejor:

Salía un vietnamita con gorra .... ¡CON GORRA! y era repartidor de comida .... y hablaba por videoconferencia con su familia ... y ... y ... nada más.

Perfecta para quitarte las ganas de vivir.


-Lo peor:

Que Dafoe accediera a hacer una película así.

Vacía e insustancial.

Aburrimiento en su máxima expresión.

Los cuatro diálogos que aparecen son de risa, o lo serían si no estuviera tan aburrido.

¿Por qué es tan condenadamente larga?

Que haya gente tan absurda que alabe una película como esta para hacerse el interesante.