Dos pistolas gemelas

Una chorradita, algo simpática, pero muy menor.
Ni siquiera la labor en la dirección de ese buen director español llamado Rafael Romero Marchent pudo hacer nada para dar un empaque técnico que no escapara de lo cutre. No muy cutre, pero sí bastante.
Sí hay cierta simpatía en el deslavazado conjunto, repito, pero es más por los buenos secundarios que por los protagonistas en sí.

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El western es un género hospitalario. Eso lo sabemos todos. Son muchos los artistas del mundo del teatro, de la música o del espectáculo en general que hacen sus pinitos con una pistola al cinto. Saben que el que a buen árbol se arrima, al menos algo de sobra lo cobija.
Desde los grandes maestros cómicos, Chaplin o Keaton, hasta nuestros modestos Ozores, Landa, Esteso y compañía, todos se han acercado al género por excelencia. Unos con más éxito, caso de grandes musicales bien conocidos de todos, otros con menos, como Bob Hope, Doris Day o incluso el mismo Sinatra.
Las zaragozanas Pili y Mili (Pilar y Aurora Bayona), son dos hermanas gemelas que gozaron de un cierto éxito en el mundo del teatro y de la revista barcelonesa en los años 60, y, claro, aprovecharon para dar el salto al cine con unas cuantas cintas que cayeron en gracia al espectador de aquellos años. Ojo, no solo en España, también en Italia, México y otros países hispanohablantes.
Ya tenemos a Pili y Mili en el Oeste. Cinematográficamente en una cinta floja. Una de tantas historias de abusos de poderosos, mostrada a través de un guion desordenado y poco creíble, puesto a disposición del lucimiento de las gemelas. Personajes vacíos, maniquís de cartón piedra. El director hace lo que puede por levantar el tono pero no lo consigue.
La modestia de medios permite al menos una ambientación digna. La interpretación es mala sin paliativos en el caso de las dos protagonistas. Entre los de reparto hay de todo, destacando algunos que suelen ser bastante fijos de otros westerns hispanos.
De todas formas hay que reconocer que el apartado musical no se hace cargante como cabía esperar. Y las dos chicas saben bailar. De hecho lo mejor es el cancán que se marcan en el escenario de la cantina.
Salvo para estudiosos del fenómeno Pili y Mili o del cine aragonés, la cinta no es muy recomendable.