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Ainhoa: yo no soy esa

Documental Ainhoa Mata nació en el seno de una familia que filmó, grabó y fotografió su vida cotidiana durante muchos años. En la adolescencia, comenzó a escribir lo que no quiso contarle a nadie. Los diarios, que conservó hasta su muerte, describen a una mujer distinta a la que conocieron sus familiares y amigas/os y también revelan una infinidad de temáticas relacionadas con la experiencia femenina. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
23 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Collage de imágenes, textos y sonidos; Carolina Astudillo elabora con esa base material miscelánea —de la que constituye elemento básico, y amalgama, el cuantioso material gráfico de archivo con el que juega—, y en un despliegue en saltos temporales continuos sin orden aparente, el relato de una vida, la de la Ainhoa del título, huidiza, misteriosa, volátil, casi inaprehensible. Texturas y atmósferas otorgan al conjunto un halo y una personalidad que denotan un sello autoral inequívoco, trufado, además, de un mensaje que reivindica una igualdad aún en construcción y un puente de identidades que salta sobre tiempos y espacios. Fascinante.
Manuel
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30 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevaba tiempo queriendo escribir sobre uno de mis documentales favoritos de todos los tiempo. A la vista queda si veis mi Top 50 que hice con películas de los 2010s en que la situé en el puesto 14 y en que sería el número 1 de no ficción. Cuando una película llega a tu vida como un meteorito, a veces es difícil discernir si ese momento tan intenso se puede repetir una segunda vez. Pero desde que empecé con este blog, supe que Ainhoa: yo no soy esa de Carolina Astudillo y yo nos volveríamos a encontrar. Me intimida un poco hablar sobre este documental, es el miedo a no saber reflejar qué hace de esta película algo tan especial e irrepetible. Pero a ello voy y espero animaros a verlo.

El formato elegido por Carolina Astudillo es el de la correspondencia. Una correspondencia imposible de la que es testigo el espectador. Son cartas de la cineasta a Ainhoa, ya fallecida, y las entradas del diario de Ainhoa como si fuesen cartas a la directora y, por ende, a nosotros, los espectadores. La labor de condensar toda una vida a través del archivo audiovisual de la familia es titánico. A veces esta labor de selección queda oculta para el espectador, pero no es el caso en Ainhoa: yo no soy esa, la directora graba en formato analógico las montañas de películas, de fotografías y de diarios. Algo que me chocó mucho en el primer visionado y que añada otra dimensión al documental son todas esas grabaciones que su hermano hizo tanto del teléfono como del interfono de la casa familiar. Nuestra visión doméstica de la vida de una adolescente española de los 90 roza lo voyeurístico pero, gracias a la labor de Astudillo, esto supera con creces el mero fresco naturalista (o, en el peor de los casos, el documental escabroso estilo Netflix). Lo supera porque, gracias a los diarios, pasamos de lo epidérmico y llegamos a la psique de Ainhoa. En el exterior, una chica dura, decidida y muy social; en la intimidad, una joven perdida que expresa sus anhelos con un lenguaje cuidado y sin huir de dejar al descubierto sus debilidades.

El paso de los años en la vida de Ainhoa también es el paso de los años de España, quizá los años más importantes de nuestra historia reciente. Al comienzo, la directora establece puentes entre la existencia de ambas pero con una diferencia: una nació cuando el franquismo estaba a punto de acabarse, la otra, al comienzo de la dictadura militar chilena. Un mismo momento en el tiempo, pero un futuro inmediato radicalmente diferente. El tiempo y los saltos hacia delante y hacia atrás en él es un personaje más del documental. En un punto, Patxi (el hermano de Ainhoa que legó todo el material a la directora) dice que sus recuerdos de la niñez están “mediatizados”, lo que quiere decir que su memoria está alterada por todos los documentos visuales de los que la familia dispone. Esto también me resultó un aporte interesante de la película, ya que, aunque a veces sea fácil perderse en que lo que estamos viendo es “la realidad”, esto no es cierto. Lo que vemos y oímos es una parte de ella, es la manera en que ellos mismos recogieron esa realidad y el montaje de la directora y el orden de la edición recontextualiza lo que vemos y cómo lo percibimos.

La lluvia de referencias y cultura que atraviesa la película es infinita. Carolina Astudillo lee poesías de Alejandra Pizarnik y menciona a grandes de la literatura femenina como Virginia Woolf, Susan Sontag o Sylvia Plath. También aparecen mencionados Frida Kahlo, el rock radical vasco, la Transición, el anarquismo, el underground barcelonés de la época… El viaje de Ainhoa, como ya he mencionado antes, también es el de un país que pasa de la inocencia impuesta del tardofranquismo a la ambición de modernidad de la Barcelona olímpica.

La maestría de Ainhoa, yo no soy esa reside en convertir un found footage que podría haber recibido un tratamiento vacuo o incluso morboso en la construcción de un relato íntimo del que es imposible apartar la mirada. Carolina Astudillo nos lleva de la mano a una aproximación sincera a la vida de una persona que fácilmente podría haber quedado en el anonimato para siempre pero que, gracias a esta película, vivirá en el imaginario colectivo de todos los que os acerquéis a este documental.

Si te ha gustado esta crítica, puedes encontrar más en www.eldesencanto.com
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