Alerta en el cielo

En el marco de los tratados con Estados Unidos de mediados de los años cincuenta se perpetró esta desaforada loa en forma de pastel de miel, relleno de mermelada, cubierto de almibar y adornado con zorraquinos. Miguelito (Pablito Calvo) es un niño enfermo de leucemia que, a pesar de los cariñosísimos cuidados de sus pobres padres pobres, unos vecinos -encabezados por Manolo Morán en su papel de gracioso taxista que trae y lleva al niño y además le regala un pollo- y entregado médico, no mejora, no. Enterados los pilotos americanos de la cercana "Zaragoza Air Base", ponen, en un crescendo imparable, todas sus medicinas, amor y, al final, la base entera al servicio de la desdichada y angelical criatura. Éste a cambio, como el que no quiera la cosa; arregla matrimonios en peligro; consigue hermanar música country y jota aragonesa; le consigue un trabajo a su padre; hacer llorar a un cabo negro que, cómo no, toca la trompeta y hasta cura de su trauma al único sargento de la base (Gerard Tichy) el cual, sin duda como consecuencia de su problema psicológico, está harto del melifluo niño. Tan desmesurada e incesante cascada de bondades en estado puro, sin tasa, mesura ni límite alguno resulta tremendamente indigesta.
La fórmula, tan querida al cine español de la época, se ve adornada en esta ocasión con muchos aviones a reacción, muchos desfiles militares con banda y unas fraternales relaciones de verdadero cariño hispano-americanas. Quizá el guionista Ramón Tamayo había tomado algo que no le sentó del todo bien y termina pagándolo el sufrido espectador que tenga el valor de ver entera la película, cosa más difícil que la curación de Miguelito. También sale la Virgen del Pilar.