Una cita en el parque

Existe una cierta manera de hacer cine, que se encuentra muy alejada de la realidad cotidiana que vivimos. Y ello nada tiene que ver con el cine clásico, interpretado por aquella Nobleza del Hollywood más clásico.

UNA CITA EN EL PARQUE, es una "bobadita" sin recorrido, tan obvia, como olvidable, dirigida a esas personas buenas y sensibles... Grupo al que desgraciadamente no pertenezco.

Procuro ver todo tipo de películas, incluso aquellas que intuyo, no me van a gustar... Fundamentalmente lo hago, porque deseo equivocarme, encontrando joyas ocultas, como he descubierto en alguna ocasión. Lamentablemente, no ha sido en esta.

Un cine tan ligero, como el agua embotellada de baja mineralización. No entiendo ni comprendo estas producciones desfasadas, con argumentos tan simples y sin calado, es como charlar con esa vecina sonriente que está todo el día contando sin decir.

Emociones vacías, de un relato tan superficial, tan visto, tan predecible, sin sorpresas... como ese zumo de naranja del desayuno, que cada mañana, tomas y olvidas.

Personajes nada cuidados: Brendan Gleeson, aparece en su papel de mendigo con barba blanca y pelo teñido enmarcando carita de gruñón.

Diane Keaton, luce su nuevo aspecto de vieja adolescente, flaca y súper feliz, que al margen del drama, nos deleita con una interpretación tan plana como insustancial... Lo cierto es que toda ella resulta insustancial.

¿Quien puede creerse semejante relato rozando la segunda década del siglo XXI? En fin...

Por mi nota entenderás que no estoy en el target a la que se dirigen los esfuerzos del director y productores. Protagonizando Diane Keaton la culpa es mía, vaya por delante la admisión de culpa. Pero a Gleeson le tengo cariño desde la comedia de gángsters de los 90 que protagonizó y me embarqué sin grandes expectativas.
Hablan de temas serios y graves de la sociedad en nuestros días con una ligereza almibarada acompañada de cucharadas de superficialidad buenista que matan cualquier intento de salvar el invento -por ejemplo lo agradecido que es que se muestre una relación de dos personas maduras-.
Algunos momentos divertidos son enterrados por violines de fondo y condescendecia a mamporro de lo que "debe ser" esta sociedad pagada de si misma y políticamente correcta.
Es una comedieta insustancial, con toques buenrrollistas en favor de los homeless y unas estampas de barrio bueno londinense que molan.
No la recomiendo especialmente; los dos protagonistas han participado en películas de mucho más fuste: por poner una de cada, "Manhattan" y "Calvary".

Es curioso, o no, según se mire, que el director británico Joel Hopkins ya hubiera dirigido una obra igualmente de amor entre adultos mayores de título: Nunca es tarde para enamorarse (2008), una cinta que trata esa interesante historia romántica, sin que la película esté a la altura del relato ¿Ocurre tal vez lo mismo en esta cinta? Bueno, creo que en parte sí. De nuevo un romance entre adultos mayores y esta vez Hopkins ha logrado hacer (de nuevo) una comedia-dramática-otoñal correcta, amable, tópica y previsible con los actores como puntales principales de su obra.

El guion de Robert Festinger está basado en una historia real de un personaje coherente consigo mismo que continuó viviendo en su chamizo sin agua ni electricidad a pesar de tener posibles. Pero el libreto carece de sentimiento y también de mordiente, dirigiendo siempre sus afiladas críticas al mundo exterior que rodea a los personajes, puñaladitas dirigidas a la pérfida burguesía, pero dejando de lado los temas íntimos y más personales de los personajes, lo cual mutila en gran medida la trama.

La música de Stephen Warbeck es apenas soportable con poco más que un tema de piano que se reitera hasta el cansancio; y buena la fotografía de Felix Wiedemann que sabe retratar el bello parque de Hampstead.

El reparto del film es la gran baza del mismo, su valor principal, con una Diane Keaton que como siempre hace gala de su formidable encanto natural y sus dotes de actriz sin paliativos. A su lado un Brendan Gleeson que a mí me encanta, con su porte rudo de barbudo gruñendo a cada rato. Lo malo del tándem Keaton-Gleeson en esta película es su falta de química y sintonía, dentro de una historia que resulta poco creíble.

O sea, un quiero y no puedo, de nuevo la edad madura y muy madura pretendidamente enamorada, pero el cuento no le sale bien al bueno de Hopkins que nos lanza de manera trivial el manido mensaje del amor en los mayores y el de ser fiel a uno mismo, con alguna gesta revolucionaria, lo cual digo con cachondeito. El resto es pura flaccidez de un otoñal flirteo que pretende además y para colmo, servir para criticar el mercado inmobiiario pero sin apenas convicción. El conjunto de la película es aséptico y simple.

Busco algo loable en esta película y no lo encuentro. Quizás el vestuario de Ms. Keaton, pero mis limitaciones me impiden apreciarlo debidamente.

Estimado filmaffinitista, busca en el diccionario la definición de"alipori": eso es lo que sentí durante la mayor parte de la proyección.