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Visage (Face)

Drama. Comedia Un director taiwanés (Kang-sheng) prepara en París una delirante adaptación de la espeluznante historia de Salomé (Laetitia Casta), la hijastra de Herodes que exigió la cabeza de Juan el Bautista (Léaud). Ardant interpreta a la productora del proyecto, y Moreau es la musa inspiradora que aparece en sus sueños. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
22 de septiembre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine se ha manifestado en numerosas ocasiones como el estudio del rostro. La ruptura de la cuarta pared en el cine es el rostro, esa piel que se muestra, ese vocativo impronunciable, y somos conscientes tanto de la cercanía como de la distancia. No puedo sino mencionar la filmografía de Ingmar Bergman, "La pasión de Juana de Arco" de Carl Theodor Dreyer o "La ascensión" de Larisa Shepitko. Así, la película de Tsai Ming-liang, una película metacinematográfica, ha reflexionado sobre el cine justamente mediante el rostro, su metacine reside no en la peripecia temática sino sobre todo en el hincapié que Tsai Ming-liang hace en el rostro, y de ahí mismo el título de la película. Las escenas, surrealistas e inesperadas, encuentran siempre al espectador mediante el rostro del actor, el cual reúne en sí, en su rostro, todas las consecuencias, traspasándonos -en este sentido, es de alabar el trabajo de los actores de la película, en especial el de Lee Kang-sheng.

La película de Tsai Ming-liang nos muestra una sucesión de escenas de carácter surrealista -en un momento, llegamos a encontrar una intertextualidad con el cuadro "Cheque en blanco" del pintor francés René Magritte. Sin embargo, lo particular es que este surrealismo no es un surrealismo del absurdo, de la desarticulación del sentido o la separación, sino que el surrealismo de "Visage" supone justamente la concentración del sentido, la unión de las partes, nuestra emoción. Así, lo onírico en "Visage" no nos lleva a la carcajada, sino a nuestra intimidad. De la misma manera que en nuestros sueños no nos detenemos a reírnos por lo absurdo que estamos presenciando sino que nos implicamos en todo ello, nos implicamos hasta nuestro nacimiento, igualmente en "Visage" el absurdo es nuestra emoción, y por ello cada escena de Tsai Ming-liang desemboca en el rostro. Toda la extrañeza de su simbología, todo lo que parecía cómico y desidentificador, es nuestra vida secreta, la composición de un rostro vuelto hacia nosotros, esa cuarta pared fina y sensible, traslúcida, la piel.

Quizá podríamos reclamarle a Tsai Ming-liang que su película no se cierra, que la idea no se resuelve, que parece que nunca habíamos comenzado ni acabado. Pero eso forma parte de la sincronía del rostro, porque en el rostro todo es presente, encuentro, sin posterior ni anterior, y el cine es el arte de la indagación del rostro, esa ética irrefutable.
aniuska
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