América, América
3.722
Drama
Stavros es un joven griego cuya única obsesión es llegar a los Estados Unidos de América. El primer paso será ir a Constantinopla para conseguir las 110 libras turcas que necesita para comprar el pasaje, toda una fortuna para un chico como él. (FILMAFFINITY)
28 de noviembre de 2005
56 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kazan nos cuenta la historia de su propia familia (empieza con una voz en off en primera persona) y lo hace con una película muy arriesgada en blanco y negro, con actores desconocidos y una realización completamente alejada del academicismo hollywoodiense. Por tanto no es una cinta al uso visualmente, en el empleo de la técnica, ni en el ritmo narrativo. Hay momentos en que ni siquiera parece norteamericana.
La película destaca por lo bien trazado que está el protagonista. Un personaje muy humano, con sus virtudes y defectos puestos en primer término, sin ser idealizado en ningún momento. Y es un logro a tener en cuenta ya que la peripecia por la que pasa invitaba a contar su historia desde la idealización del personaje y sus avatares.
Técnicamente destaca por una luz muy clara y contrastada, acentuando el realismo de los fotogramas, que resalta los negros cabellos y las barbas enredadas, la suciedad, la palidez del desierto, el polvo...
Esa fotografía realista encaja a la perfección con las ajustadas interpretaciones de los actores (su prometida y el padre de ésta están especialmente brillantes), realzadas con expresivos primeros planos, y con las acusadas elipsis que hay en el desarrollo de la trama que le dan un tono seco y cortante a la película que se ajusta especialmente bien a lo que te están contando, al igual que el recurso de la cámara al hombro que también se usa con cierta frecuencia.
Por todo ello la autenticidad que se respira es, creo, el principal logro de la película. A ello ayuda también que el origen teatral de Kazan, muy presente siempre en su cine (para bien o para mal sería otro tema), es aquí menos acusado, tanto en la construcción de las secuencias como en la interpretación de los actores, algo más plácidos y menos exageradamente teatrales que en otras ocasiones. Quizás sea uno de los motivos por los que la película avanza de forma ligera pese a sus tres horas de duración junto a, por supuesto, la coherencia formal de la que hace gala y el fantástico guión.
La película destaca por lo bien trazado que está el protagonista. Un personaje muy humano, con sus virtudes y defectos puestos en primer término, sin ser idealizado en ningún momento. Y es un logro a tener en cuenta ya que la peripecia por la que pasa invitaba a contar su historia desde la idealización del personaje y sus avatares.
Técnicamente destaca por una luz muy clara y contrastada, acentuando el realismo de los fotogramas, que resalta los negros cabellos y las barbas enredadas, la suciedad, la palidez del desierto, el polvo...
Esa fotografía realista encaja a la perfección con las ajustadas interpretaciones de los actores (su prometida y el padre de ésta están especialmente brillantes), realzadas con expresivos primeros planos, y con las acusadas elipsis que hay en el desarrollo de la trama que le dan un tono seco y cortante a la película que se ajusta especialmente bien a lo que te están contando, al igual que el recurso de la cámara al hombro que también se usa con cierta frecuencia.
Por todo ello la autenticidad que se respira es, creo, el principal logro de la película. A ello ayuda también que el origen teatral de Kazan, muy presente siempre en su cine (para bien o para mal sería otro tema), es aquí menos acusado, tanto en la construcción de las secuencias como en la interpretación de los actores, algo más plácidos y menos exageradamente teatrales que en otras ocasiones. Quizás sea uno de los motivos por los que la película avanza de forma ligera pese a sus tres horas de duración junto a, por supuesto, la coherencia formal de la que hace gala y el fantástico guión.
29 de octubre de 2009
53 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo está en "América, América". Por qué es necesaria la ilusión y por qué hay que asumir el desencanto. Por qué hay que buscarle un sentido al dolor y por qué hay que evitarlo aún entregando nuestra dignidad a cambio. Por qué hay que caminar, caminar y caminar y por qué hay que parar. Por qué no podemos confiar en los seres humanos y por qué no nos queda otro remedio que hacerlo. Por qué es necesario equivocarse. Por qué la sabiduría no te la da el conocimiento sino la constante renuncia. Por qué hay que vivir a toda costa.
Todo lo que Elia Kazan puede decir de sí mismo está aquí. Por qué haber sido griego en Turquía explica todo pero no justifica nada. Por qué fue revolucionario y por qué fue reaccionario. Por qué fue un luchador, un cruzado, un soñador, un rastreador de la verdad. Y por qué cuando llegó el tiempo de los canallas se convirtió en uno de ellos. En "América, América" está todo.
Por qué, en resumen, Elia Kazan fue cineasta. "América, América" es la razón.
Todo lo que Elia Kazan puede decir de sí mismo está aquí. Por qué haber sido griego en Turquía explica todo pero no justifica nada. Por qué fue revolucionario y por qué fue reaccionario. Por qué fue un luchador, un cruzado, un soñador, un rastreador de la verdad. Y por qué cuando llegó el tiempo de los canallas se convirtió en uno de ellos. En "América, América" está todo.
Por qué, en resumen, Elia Kazan fue cineasta. "América, América" es la razón.
4 de julio de 2010
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me ha gustado Elia Kazan. Creo que es un cineasta muy clásico, en cuanto a forma, pero con destellos de genialidad que han ayudado a la evolución de este arte maravilloso. "América, América" es, a mi modo de ver, una verdadera obra maestra. Kazan trabajó toda su vida (o la mitad de ella dada su longevidad) para realizar este proyecto, y consigue ofrecernos una película de muchísimos quilates. No se me hace nada larga a pesar de sus casi tres horas de duración. Todos los actores están a un alto nivel, pero destaca un sensacional Paul Mann en el papel de Aleko, el padre de Thomna. La música de Manos Hadjidakis crea un ambiente acertadísimo, con el uso de instrumentos populares, especialmente la cítara. La fotografía de Haskell Wexler recrea, a buen seguro por expreso deseo de Kazan, en algunos momentos el expresionismo alemás, como por ejemplo en la modélica escena del baile con el matrimonio Kebabian. Las miradas de deseo de la actriz Katharine Balfour hacia el personaje interpretado por el protagonista, Stathis Giallelis, son de una fuerza que pone los pelos de punta.
5 de agosto de 2017
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver esta película de Kazan me ha supuesto un viaje casi tan complejo como el que el propio protagonista efectúa geográfica y personalmente a lo largo de la trama. Nunca las películas de Kazan eran fáciles, ni en su temática ni en sus personajes. Era consecuente con un estilo único que buscaba indagar en las complejidades y contradicciones del ser humano de forma independiente a las normas impuestas por la industria. America America no se libra. El retrato que nos plantea del personaje protagonista está plasmado sin concesiones, implacable, mostrado con toda su dureza pero a la vez lleno de sensibilidad. Kazan decide contarnos que en la injusta sociedad moderna, para sobrevivir muchos terminan corrompiéndose moralmente, incapaces de ver otra salida. Un viaje de inocencias robadas pero no destruidas y un interrogante lanzado al espectador: ¿Cuánto está dispuesto a pagar el ser humano por sus sueños? La película simplemente es magistral. El matizado retrato de personajes profundiza muy hondo en ellos y los deja al desnudo delante de nuestros ojos. El guion es extraordinario. Los actores transmite una veracidad absoluta, y el protagonista mantiene una de las miradas más bellas e intensas que he visto en el cine. Pero es Kazan el que, asumiendo el profundo sentido biográfico y personal del relato, lo da todo en un ejercicio virtuoso, complejo y maravilloso de dirección que está a la altura de las más grandes de su director. America America no ha alcanzado tanta fama como otras grandes del director, llámense East of Eden, A Streetcar Named Desire, On the Waterfront o Splendor in the Grass. Pero sin duda es una obra de arte atemporal, brillante e inolvidable que hace aún más grande la figura de ese incansable y polémico estudioso del ser humano que fue Elia Kazan.
11 de octubre de 2022
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sentarse a ver una película es firmar un contrato emocional; suspendemos momentáneamente el juicio a cambio de una historia, de unas sensaciones. Dejamos de lado los consabidos 24 fotogramas por segundo para sumergirnos de lleno en la ilusión cinética de un movimiento no real. No real, y sin embargo, verdadero.
Pero el contrato es frágil, como un canto a varias voces; su cristalización no es irrompible. Una pequeña disonancia y nos caemos de bruces contra el suelo de la realidad. De ahí que, mientras la sintonía dura, la magia del cine sea una experiencia milagrosa.
‘América, América’ es rara avis en la filmografía de Kazan –buen cineasta, confeso delator–. En la ‘Commedia’ de Dante, su sitio hubiera estado en el abismo, en una suite del círculo noveno.
Los méritos artísticos han de quedar al margen de la biografía. ‘América, América’ es excepcional, desde el portentoso casting hasta la fotografía de Haskell Wexler, pasando por las mieles de un guión inmaculado.
¿Entonces?
Escucho a los actores en un inglés de marcado acento foráneo y exquisita sintaxis y la ilusión se desvanece. Soy consciente de que eran otros cine-tiempos, de que he fallado como receptor, de que la convención exige que claudique. Pero mi cuerpo se rebela y quedo desterrado. Confieso que he vivido situaciones mucho más extravagantes sin chistar, he comulgado sin problema con ruedas de molino. He dado por buenas cosas que otros no creerían.
No ha sido mi elección. Mi expulsión del Paraíso es firme, inapelable. Ese de pronto no entender el mismo idioma que se ha usado a todo trance, esa funcional y súbita sordomudez. Especialmente en una cinta como esta, tan próxima al documental. Una cinta urdida por Elia Kazan con evidente voluntad de testimonio en absoluto idealizado.
Ese ademán de verismo –y el uso del inglés– me ha condenado a despertar.
Pero el contrato es frágil, como un canto a varias voces; su cristalización no es irrompible. Una pequeña disonancia y nos caemos de bruces contra el suelo de la realidad. De ahí que, mientras la sintonía dura, la magia del cine sea una experiencia milagrosa.
‘América, América’ es rara avis en la filmografía de Kazan –buen cineasta, confeso delator–. En la ‘Commedia’ de Dante, su sitio hubiera estado en el abismo, en una suite del círculo noveno.
Los méritos artísticos han de quedar al margen de la biografía. ‘América, América’ es excepcional, desde el portentoso casting hasta la fotografía de Haskell Wexler, pasando por las mieles de un guión inmaculado.
¿Entonces?
Escucho a los actores en un inglés de marcado acento foráneo y exquisita sintaxis y la ilusión se desvanece. Soy consciente de que eran otros cine-tiempos, de que he fallado como receptor, de que la convención exige que claudique. Pero mi cuerpo se rebela y quedo desterrado. Confieso que he vivido situaciones mucho más extravagantes sin chistar, he comulgado sin problema con ruedas de molino. He dado por buenas cosas que otros no creerían.
No ha sido mi elección. Mi expulsión del Paraíso es firme, inapelable. Ese de pronto no entender el mismo idioma que se ha usado a todo trance, esa funcional y súbita sordomudez. Especialmente en una cinta como esta, tan próxima al documental. Una cinta urdida por Elia Kazan con evidente voluntad de testimonio en absoluto idealizado.
Ese ademán de verismo –y el uso del inglés– me ha condenado a despertar.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here