La tragedia electrónica

Este documento (detectivesco, las huellas del delito persigo, la investigación supina iluminadora ramplona, bueno, correcto, informativo) sirve de perfecto ejemplo (¿metáfora, símbolo, pleonasmo?) de lo muchísimo (les quita el sueño y el hipo, no pegan ojo, no duermen, se dan golpes de pecho, se rasgan las vestiduras, llanto y crujir de dientes, suspiran y dicen ay a cada paso por las esquinas de su preocupación y tristeza que vivos les consume, sin vivir viven y mueren porque no mueren, dios pronto llévame) que les urge y agobia el reciclaje, el medio/ambiente, la ecología y el cambio climático a todos los Greta gobiernos del primer mundo (de los otros ni hablamos) y, por ende, a todos sus instruidos y concienciados ciudadanos (recicla, arrecia, recicle, tricicle), de hecho, justifica, sin duda razonable de ninguna clase, las ingentes cantidades de dinero que se dedican a todo este santo respecto, así como la tremenda cantidad de profesionales y expertos que viven de ello o de contarlo (¿pingüe negocio?), lo mismo que artistas, instituciones o entes de toda clase o índole que viven entregados en cuerpo y alma a tan noble causa, solo respiran cada día un poco más con el ineludible fin u objetivo de poder tratar de arreglar estos peliagudos problemas, igual que justifica o les sucede a los políticos como se puede ver en o a través de sus emocionantes inteligentes discursos allá por donde van o pasan o se reúnen, cumbres mayestáticas, quedadas sincopadas, cuchipandas inopinadas, actos memorables, conmemoraciones activas etcétera, para que tú veas y luego me lo cuentes, ahí que (te) lo llevas, puesto, de largo.
En todo este sentido pistonudo se produce en este feliz triste documento un mágico momento, imposible, irrepetible, asombroso, alucinante, milagroso, maravilloso y la mar de rutinario cuando vemos en un vertedero restos de un, creo que, ordenador proveniente (el azar, puritita casualidad) de la oficina, justamente, de protección medio/ambiental de los USA (con la Iglesia hemos topado, el país más basurero, por antononamasia, y sinvergüenza en este ámbito, y en casi cualquier otro dicho sea de paso, pero, hay que reconocerlo, no me duelen prendas, lo cortés no quita lo que sea, lo uno por lo otro, las cosas como son, al pan pan y al vino tinto, con nadie nos casamos, no tenemos prejuicios, solo certezas, somos independientes, nos autodeterminamos constantemente, como el sol libres, el menos, también, por lo tanto, hipócrita, parece que no tienen prohibido esas chatarreras exportaciones, no disimulan, no como Europa que lo tiene requeteprohibidísimo, en redondo me niego, antes muerto que permitirlo, con los pies por delante, pero, ay, ya sabemos lo que sucede en los países en los que campa o reina el estado de derecho, el imperio de la ley y son tan fabulosa ferolíticamente democráticos, separación de poderes mediante, que, cuando toca o conviene, no muy bien se sabe cómo o por qué, misterio, sorpresa, tantísimas veces, la citada ley es solo papel mojado, por ahí mismo me la paso, para eso me sirve, una broma de muy mal gusto, pasen y vean, cojan y lleven), corto y cierro, bravo, bingo, el gordo nos toca a todos.
Bueno, pues el caso es que cuando compras cualquier electrodoméstico electrónico te clavan (¿te roban en tu cara?) cobran una tasa o impuesto revolucionario, veinte euros por ejemplo, que va incluida en el final precio (daños colaterales), que debería ir destinada el posterior o final reciclaje del producto que has comprado cuando este ya no te sirva, hecho que casi nunca se da (hablan de solo un tercio de ocasiones en Europa) porque en los lugares destinados supuestamente a asegurar ese proceso o labor recicladora se suele robar a mansalva ese material, a manos llenas, vender ilegalmente o vender legalmente a empresas que dicen reciclar, pero que en verdad acaban vendiendo esa valiosa chatarra a cualquier intermediario de medio pelo que se la lleva en barco a otros países continentes.
¿Y a dónde va la basura? Pues a Hong Kong China y a África, Ghana y Nigeria especialmente, es decir, nuestro reciclaje en realidad se trata de una venta al por mayor exterior de la basura, externalizar/deslocalizar la mierda (tecnológica, en este caso), a otros países continentes más pobres, las migas del banquete, sálvese quien puede, pobre gente, que se busquen la vida y hagan lo que se les antoje (poniendo en peligro su salud -mira por dónde, eso no nos importa tanto, ¿algo siquiera?, ¿a alguien?), que aprendan, a los que convertimos consideramos estercoleros de hecho.
¿Y qué hacen con esa basura? Pues desde sacar oro (incienso y mirra parece que no), (aquí sí hay) plata y cobre hasta reutilizar revender algunos de los elementos, ¿chips?, que extraen de esa chatarra, de todo, en definitiva, un poco.
¿Le preocupa realmente a alguien todo este estrepitoso cutre sórdido tinglado? Sí, como ya dijimos, en todo Occidente tremendamente, un asunto de primer orden, prioridad absoluta, agenda 2030 y lo que te rondaré morena.
¿Se hace algo al respecto? Me alegro de que me hagas esa pregunta, no hay preguntas malas, hay repuestas desafortunadas, hermana, no ofende quién cuestiona, en resumen, que sí, que se mira para otro lado muy profesionalmente, con una gran determinación y tanta resiliencia y empatía juntas, yo no sé nada, no me he enterado, me llamo a andanas, como se puede ver perfectamente en el Reino Unido que nadie se hace o hizo responsable de que la mierda (ni el del Partido Verde, por supuesto, el primero, para eso estamos, acabáramos, ¿estamos locos?), acabase precisamente en Ghana (claro, fue un truco de magia, excepciones, rarezas, misterios de la ciencia que tan adecuadamente progresa) y no en la puerta de su casa.