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La noche avanza

Cine negro. Drama. Thriller El arrogante Arizmendi, campeón de pelota vasca, vive intoxicado por sus triunfos y desdeña a las mujeres que lo aman. Un chantaje compromete a Arizmendi a perder un partido. Convencido de poder salirse con la suya, Arizmendi no cumple el pacto y debe enfrentar la venganza del villano Marcial Gómez. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
25 de marzo de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de Gavaldón resultan singulares, ya sea por la historia, la temática o por ser objeto, en algunos casos, de la censura. En esta cinta se muestra el juego de pelota vasca (bastante popular en México), más en aquellos años (cincuenta) y deja ver los trucos y tretas de las apuestas. A destacar el guión y los diálogos, así como el contexto de la época llevado con gran realismo a la pantalla. Tiene algunos elementos de cine negro que vuelven ágil a la trama, los secundarios ayudan a que la historia adquiera un toque cómico-sarcástico y el resultado final, aunque predecible, llega a buen puerto. Mención aparte al siempre cumplidor Pedro Armendáriz y a Anita Blanch que se llevan las palmas. Este buen cine mexicano que lamentablemente ya no se hace se volvió irrepetible.

Nota: Ocupa el lugar 51 (según la Revista "Somos"-1994- en su Número 100) dentro de las 100 mejores películas mexicanas de todos los tiempos.
Orlak
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17 de diciembre de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Noche Avanza (1952) se trata de una película de cine negro, con la interesante particularidad de estar rodada en México. Su director, el célebre dentro de la cinematografía mexicana Roberto Gavaldón, nos ofrece una historia llena de desengaños, adulterios, corrupción y maldad en una película que si bien no está en la cumbre del cine Noir, si merece la pena darle un vistazo por mostrarnos un México diferente y más oscuro de lo habitual.

Marcos es uno de esos personajes que por corrección política sería imposible de ver en nuestras pantallas actuales. Se trata de un pendencioso, pero muy habilidoso jugador de pelota vasca, que no tiene reparos en tratar a las mujeres como si fueran trapos. De hecho, la película juega en su trama con un cuadrado amoroso en el que en el centro está el personaje interpretado por Pedro Arméndariz. Y lo cierto es que el actor está que se sale en este papel de lo que antes se diría "macho alfa". Pero sí al actor principal le sumamos la interpretación de un secundario de lujo, como es José María Linares-Rivas en el papel del mafioso Marcial, más las interpretaciones femeninas de Eva Martino ,haciendo de una bella y prometedora cantante y Anita Blanch, interpretando el rol de diva pasada ya de época, tenemos un reparto de lo más apañado.

Al igual que sus coetáneos norteamericanos, como pudiera ser el caso del director de Casablanca (1942), Michael Curtiz, Roberto Gavaldón era un cineasta que rodaba varias películas al año, porque así funcionaban los estudios en aquellas décadas, incluidos los mexicanos. Es por eso que podemos ver que en ese mismo año de 1952 existe otra película filmada por el director, titulada El Rebozo de Soledad. Era algo habitual que los cineastas fueran considerados artesanos por las productoras, y en la mayoría de casos, por no decir casi siempre, eran meros encargados de dirigir libretos que caían en sus manos. En este caso el guión viene de una historia escrita por Luis Spota (1925-1985), y en la que intervinieron varias manos, incluyendo la del director.

De hecho, está época está considerada como la época de oro (1936-1959) del cine mexicano, por ser capaz, aunque en menor medida, de emular al norteamericano, creando un sistema de estudios y un star system propio. Nuestro protagonista principal, el actor Pedro Arméndariz, fue uno de estas estrellas mexicanas, que incluso gozó de cierta popularidad en España. Rodó además películas en Europa y los Estados Unidos.

Comentado todo esto, no debe sorprendernos la calidad de la producción, que no tiene ningún reparo en poder compararse a las películas Hollywoodienses, por lo menos en cuanto a diseño visual se refiere. Los interiores y los exteriores de la película podrían pasar perfectamente por una película americana, quitando los carteles o anuncios en lengua española. Pongamos por ejemplo el cabaret donde tienen lugar algunos espectáculos musicales, o el frontón de juego. Auténticos escenarios que ineludiblemente recuerdan a otras películas ya vistas en el cine americano. Exceptuando, quizá, el tema de la pelota vasca, que aunque parezca una tontería, en realidad añade un cierto punto de exotismo al filme.

La película se enfrasca en una historia de corrupción, traición e infidelidades, y como no podía ser de otra manera, la puesta en escena es un reflejo de todas esta ideología. Para ello, Gavaldón, siguiendo seguramente todo lo que había aprendido viendo cine norteamericano y los clásicos que tan cercanos le quedaban en el tiempo, emplea numerosos claroscuros, que son casi los reyes de la película. Especialmente se notan en las escenas más propias del género, cuando por ejemplo tratan de sobornar a nuestro protagonista para que pierda el partido o en el momento de las transacciones más ilegales.

Hay que citar la fotografía, que firma Jack Draper (1892-1962), un estadounidense de nacimiento que sin embargo trabajó gran parte de su carrera en la edad dorada del cine de México, y que aquí firma sin duda uno de sus mejores trabajos, y que es especialmente apreciable en la segunda mitad del metraje, a medida que la película se va acercando más al noir.

Pero también hay unas cuantas características nacionales, para empezar, el propio tema de la película. Y es que el Juego de la Pelota vasca, a pesar de no estar en la actualidad en sus mejores momentos, si tuvo un gran auge en la década de los cincuenta, precisamente la que refleja la película. Todo este folclore nacional aparece representado, tanto el juego, que aparece retratado por la cámara en varias ocasiones, como las propias apuestas que generaba la competición.

Desde luego, no es la mejor película de Gavaldón. Y esto se nota en la construcción de ciertas escenas, como las rodadas en el frontón, que denotan una falta de pericia detrás de las cámaras. Todas las secuencias del juego están rodadas de la misma manera, siguiendo los mismos patrones en los que se ve claramente como el actor no toca en ningún momento la pelota. Sin embargo, hay que decir que en el desarrollo más detectivesco de la trama, la película si resulta eficiente, especialmente por la ya comentada fotografía en blanco y negro,

Conclusión

Se trata de una rareza que sin embargo, merece mucho la pena. Si uno se considera fan del cine noir, es además una película imprescindible.

Crítica escrita para https://cinemagavia.es/
Kyrios
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