La sombra del actor

La solidez interpretativa de dos monstruos de la escena como son Finney y Courtenay, queda suficientemente reconocible en esta película, en la que hay que hablar de su caracterización más que del estilo narrativo de su director. La grandeza del filme se halla en la soltura y vitalidad expresiva de unos actores que no sólo saben moverse dentro de una planificación concreta, sino que trascienden sus vivencias más alla de la misma.

No suelo mirar películas de las que se dice que por la pura actuación ya merece la pena verla, por la razón de que son historias que casi siempre están diseñadas para que brille la estrella dejando de lado todo lo demás. Sin embargo, por tocar el tema del teatro supuse que algo demasiado artístico debía contener. Y así fue, me encontré con una muy buena puesta en escena y un guión ajustado para lo requerido. No recuerdo en dónde escuché decir que debe subir al escenario solamente quien esté dispuesto a perder la vida, el personaje interpretado por Albert Finney (Sir), vaya que lo demuestra; el que hace de su ayudante tampoco se queda atrás. Después de sentirme en una verdadera obra de teatro, me quedó resonando el crujir de la madera al ser acariciada por los seres imaginarios; el telón ha caído, mas me quedo un rato mirando al sitio vacío, ese sitio de donde surgen los actos de vivir improvisados.

La relación profesional entre un actor shakespeariano decadente, narcisista y ególatra y, su ayudante en la sombra.
Una relación de sometimiento y devoción del ayudante homosexual que vive y se desvive por su señor pero, por el contrario, este no recibe ni el más mínimo afecto y valoración por su parte. De fondo, los bombardeos alemanes en territorio inglés durante la II Guerra Mundial.
Gran duelo interpretativo entre Finney y Courtenay, aunque sobreactuados, con un metraje alargado y una puesta en escena teatral que llega a aburrir durante su parte central.
Buen final.