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Greener Grass

Comedia El mundo ha cambiado. Todos los seres humanos llevan aparatos bucales pese a tener la dentaduras en perfecto estado, las parejas se coordinan para llevar trajes a juego y se intercambian entre sí codiciados miembros de cada familia en una ardua competición por ser los más aceptados. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
19 de octubre de 2019
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por dónde empiezo. Ah, sí. Vale. Greener grass es una comedia absurda que satiriza el superfluo día a día de los barrios residenciales de las familias norteamericanas de clase media-alta, un trabajo que parodia y deforma hasta el extremo sus costumbres y sus caprichos. Es, también, el debut como directoras de Joceln DeBoer y Damn Luebbe, que desempeñan además las labores de guionistas y protagonistas. Es decir, es su proyecto de principio a fin. Un proyecto que... no sé cómo decirlo... es raro. Raro de cojones.

Lo más llamativo de esta película es su enorme originalidad. Hay unas cuantas sátiras que centran su mirada en este estamento de la sociedad, y Greener grass consigue no recordarme a ninguna de ellas. Su guión se centra no tanto en los impulsos consumistas como en las extravagancias de las relaciones interpersonales de este microcosmos social, pero lo que le da su propia voz y la hace tan diferente del resto es lo rematadamente demencial que es.

Lo bueno de una comedia absurda de estas características es que te da la posibilidad de tirar por la ventana todo atisbo de lógica y coherencia, y Greener grass aprovecha esto al máximo: nada tiene puto sentido. NADA. Todo en ella está al servicio de la broma y de la sátira, no del argumento, lo cual funciona a favor y en contra. A favor porque esta libertad da lugar a algunos gags impredecibles y verdaderamente creativos e ingeniosos. En contra porque la película, y siento decirlo, carece por completo de dirección.

En Greener grass no hay una línea narrativa definida, siendo más bien un conjunto de sketches a cuál más surrealista con la clara intención de ridiculizar la absoluta estupidez de la que puede llegar a hacer gala este sector de la sociedad. Algunos disparos son certeros y claros, otros son repetidos, otros tan descabellados que me resultan indescifrables. Pero la historia, por desgracia, no tiene progresión. Muchas escenas podrían cambiarse de orden y el resultado sería el mismo. Los arcos argumentales no tienen resolución, los personajes no llegan a ningún destino. Temáticamente también me resulta algo deshilvanada, especialmente porque en más de una ocasión se les va tanto la pinza que no tengo ni idea de qué es lo que me están tratando de decir. Llegan los créditos y da la sensación de que DeBour y Luebbe no han llegado a ninguna conclusión clara.

La fotografía de Lowell A. Meyer es uno de los puntos fuertes de la película, con este ramalazo de Eduardo Manostijeras bajo una leve capa de sfumato que hace que todo parezca salido de un sueño y hecho de algodón de azúcar. El empalague visual, con esa sobredosis de colores pastel, es excesivo y me da muchísima rabia, pero a ver, es que esa es precisamente la intención, así que objetivo cumplido. Y a nivel interpretativo, Greener grass es igualmente sólida. El estilo deadpan por el que apuesta el equipo creativo casa perfectamente con el carácter absurdo de la película, y todo el elenco hace un trabajo más que decente. Destaco a las dos protagonistas y a Beck Bennett como Nick.

Pero, ¿y la comedia? ¿Funciona? ¿Te ríes? Pues a ver, yo personalmente no me he reído demasiado, si soy sincero. No porque no me guste la comedia absurda, sino porque creo que el montaje daña seriamente la composición de las secuencias. A menudo, hay algo en el tempo de la escena que da la sensación de estar fuera de lugar. Hay pausas incómodas y encuadres extraños y que sobran. El ritmo falla. No sé si es una decisión artística (que ojo, es bastante posible) o un error en la edición, pero sea como sea, a mí me saca bastante y en lugar de hacerme gracia me resulta molesto.

En resumen, diré que Greener grass es uno de los proyectos más únicos que he visto recientemente, y eso es algo que respeto y alabo. Me gusta ver trabajos con tanta personalidad como este. Sin embargo, ser peculiar no equivale automáticamente a calidad. Y en este caso, siento decir que no termino de pillarle el punto. Como he dicho, admiro su originalidad, su elenco y algunas de sus decisiones creativas, pero como comedia no me hace la gracia que debería, y como sátira me parece difusa y menos incisiva de lo esperado. A pesar de eso, tiene una voz tan única que merece la pena echarle un vistazo si te interesan las películas raras. Indiferente no te va a dejar, eso desde luego.

Puntuación: 5,8
Dabi
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9 de marzo de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Greener Grass es una comedia bastante arriesgada y bizarra. La herramienta del sarcasmo es retorcida hasta dejar exhausto al espectador, llevando las situaciones hasta límites insospechados. Las acciones y reacciones de los personajes son casi siempre impredecibles y esto la hace bastante particular y para un público me temo que muy reducido. Sin embargo agradezco que haya películas así, que se arriesgan sin esperar toneladas de aplausos. lo que, en mi opinión pudo haber sido mejor, es que abarcan demasiados temas y hay muchos mensajes en pantalla hacia varios lugares. Entonces un poco de la crítica se pierde y por momentos el mensaje (los) no resulta tan claro. La recomiendo.

PD: insisto, no es para todo el mundo.
El Mirante
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7 de marzo de 2020
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el primer momento percibes que algo raro ocurre en este barrio típico norteamericano, lo que veras a continuación será una comedia absurda de lo más loca que puedas imaginarte.

Juega un poco a mezclar géneros extraños como si fuera un film de Yorgos Lantimos o Quentin Dupieux, mezclado con algo de David Lynch (en sus mejores momentos), acabando en un episodio de "Black Mirror". Toda una sátira de la búsqueda de la perfección de nuestra sociedad en un barrio residencial, donde los niños al caerse a la piscina se convierten en perros, se regalan bebes como si fueran objetos, te quedas embarazada de un balón o un sinfín de cosas que estúpidas que hacen de esta película sin ningún sentido una pequeña joya hipnótica. Tengo que reconocer que me atrae bastante este tipo de cine raro, al margen de todo tipo de géneros por la valentía de su propuesta. 

Las artífices de esta película son las dos protagonistas principales, Jocelyn DeBoer y Dawn Luebbe que dirigen y escriben el guion a la vez, todo un logro del absurdo con sketches hilarantes.

Jill y Lisa viven en un suburbio de color pastel, visten todos con trajes coloridos y a juego, con el césped perfecto y casas de Barbie de ensueño. Se desplazan en carritos de golf y aparentemente nadie trabaja estando continuamente de barbacoas. Todos los residentes usan aparatos en los dientes, una sociedad distopica extraña jamas vista. En medio de esta trama hay un asesino en serie que acecha al vecindario...

Toda una fantasía surrealista que o te gusta o la odias. Yo particularmente me lo he pasado en grande.
Destino Arrakis.com
videorecord
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20 de marzo de 2024
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo podría encontrar semejante absurdez interesante, entretenida o calificarla como alegre reflexión? Yo creo que estamos perdiendo el norte en un intento de ser originales.

Siempre intento darle una vuelta a todo, variando el enfoque, pues estoy abierto a novedades que aporten características diferente... Lo que sucede es que si nos encontramos con un cuadro pintado arrojando cubos de pintura, no podré decir jamás que eso es arte. Con Greener Grass sucede lo mismo.

Voy a afeitar un camello, metiéndolo en cama para que me bese y de calor en invierno. Le prepararé macarrones con percebes para el desayuno. Yo también tengo capacidad para alojarme en el absurdo, no es muy complicado, cuantas más gilipolleces juntes, asociadas a lo imposible, mejor. Ahí se encuentra la clave.
LEUGIM
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2 de septiembre de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué difícil es comentar algo nuevo, más si es tan extraño. Opera prima de este par de directoras, guionistas y que además protagonizan su creación. Recuerdo la primera vez que visioné un videoclip de Soundgarden. Chris Cornell con una voz potente y enrarecida (eran los inicios del grunge) interpretaba una lírica delirante:

En mis ojos, indispuestos
En disfraz como nadie sabe
Oculta la cara, miente la serpiente
El sol en mi deshonra
Calor que hierve, verano que apesta
Bajo el negro el cielo parece muerto
Nómbrame a través de la crema
Y te escucharé gritar otra vez

Todo era nuevo, la voz, la melodía infernal y quien no recuerda esas imágenes de caras deformadas de gente de los suburbios que sólo los amantes de David Lynch le encontrarían algún sentido, me refiero a Terciopelo Azul y ese preludio inquietante de hormigas devorando una oreja oculta en el pasto. Las escenas mostraban exceso de luz y habitantes en cámara lenta ajenos a un homicidio ocurrido bajo sus narices. Esas imágenes cosecharon admiradores como detractores, divisiones entre el público y la crítica. La ilógica de esa ficción tomaba prestados elementos del mundo de los sueños.

¿Podrías apuntarte entre los que amaron la canción Black Hole Sun a inicios de la era MTV? La música distorsionada tampoco ayudaba demasiado, pero la respuesta que prevalece es que casi todo el mundo recuerda la música y poco importa que te haya gustado o no en su momento.

No son frecuentes las películas que logren irritar y fascinar, que provoquen manifestaciones simultáneas de entusiasmo y de rechazo. Tal como acontecía con la cinta de Lynch, la película de estas estadounidenses es rara en extremo.

Es una distopía infernal donde seres de los suburbios tienen frenillos porque todos los usan, visten de manera similar a sus parejas, se ríen de chistes fomes, en una competencia insana por aparentar mayor corrección ante los pares. Todos los jardines perfectos, con piscina, y el sol radiante que ilumina en exceso la ropa y unos decorados cargados de tonos rosados. La crítica a la sociedad estadounidense es evidente.

El final, muy cinematográfico, abrocha a la perfección la idea de que cuando te apartas de lo que todos esperan de ti, serás rechazado con furia. Hay algo de Sartre, la idea de que tu libertad es estrangulada cuando es observada por «otros». Nada nuevo en esta postura existencialista llevada al extremo. Pero lo que imponen estas dos nóveles directoras no es una caricatura simple, sino que encierra extrema acidez. No son gags divertidos, son bizarros e incómodos, te hacen sentir inconfortable y preguntarte para qué te juntas a tomar café con los amigos. Pero donde Lynch generaba un mundo que causaba extrañeza, DeBoer y Luebbe tuercen las imágenes una y otra vez sobre sí mismas: el hijo de una familia se transforma luego de zambullirse en la piscina. Entonces estas imágenes no causan extrañeza, sino incomprensión de todas nuestras normas sociales, de nuestros colegios, de si criamos niños o mejor mascotas. Esa incoherencia es disruptora y hace corto circuito con nuestras ideas, eso está muy logrado, pero no basta con que la película sea impecable en el apartado estético para hacernos abrir los ojos, se requiere un mayor talento con el montaje para hacer que el espectador entre en ritmo de una nueva vivencia. Talento hay, pero habría que pulir esta forma de hacer cine para acercarse, por ejemplo, al genio de las primeras películas de Woody Allen para unir gags aparentemente dispersos.

Siguiendo con Sartre, hay maldad por parte de «los otros», la amistad entre las protagonistas es cínica, nunca existió. Tener cerca a los “amigos” para estudiarlos y luego destrozarlos al primer descuido. La trama sugiere un «infierno creado por los otros», segundo tema importante dentro de esta pequeña comunidad, donde todos se conocen y comparten hábitos, la mayoría estúpidos como juntarse en una barbacoa para someterse a una competencia inclemente, donde los celos reemplazarán a los sentimientos de empatía o solidaridad. Evidentemente en esta escenografía el amor está excluido, es bien visto terminar con tu matrimonio porque la mayoría lo hace. DeBoer y Luebbe pudieron haber trabajado el rumor maledicente entre vecinos, para enganchar al espectador, pero las directoras insisten en mostrarnos un mundo alienado hasta lo indecible. Quizás ese era el efecto que buscaban en su puesta en escena.

Un tercer tema es la búsqueda de pertenencia a un grupo social, crucial a la hora entender el empecinamiento de la protagonista por encajar a pesar de que ya ni siquiera respeta las normas del tránsito y su nueva apariencia física (descuidada) la hacen blanco fácil entre la comunidad.

La idea de «pueblo chico, infierno grande» desnuda la excesiva dependencia del rebaño para convertirse en alguien, transformarse en un ser pensante queda rechazado de plano y el miedo a la soledad será el eje rector de estos desgraciados habitantes de los suburbios.
Anibal Ricci
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