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El último acto

Drama Corre el año 1613. William Shakespeare es reconocido como uno de los mejores escritores de su tiempo, sus obras son aclamadas y sus malos momentos económicos parecen haber quedado atrás. Sin embargo, todo cambia cuando el popular Globe Theatre se quema dejando tras de sí poco menos que sus cenizas, obligando al dramaturgo a volver a su ciudad natal, Stratford, donde debe enfrentarse a un complejo pasado y su propia familia, a la que no ... [+]
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
27 de enero de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “All Is True” (“El ultimo acto”, 2018, RU), dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh [1960-] –reconocido como uno de los actores y directores que mejor conoce las obras shakesperianas–, y con guion de Ben Elton. El reparto es de lujo: Kenneth Branagh (aplausos), Judi Dench
(aplausos), Ian McKellen (aplausos) y Jack Colgrave Hirst, entre otros. La película narra los últimos años de la vida del mejor escritor en lengua inglesa: William Shakespeare, quien se retira a su hogar, con su esposa e hijas, luego de que su teatro, el famoso Globe Theatre, se quemara en 1613. En dicho retiro con su familia, Shakespeare intenta cerrar el duelo por la muerte de su hijo y reencauzar la relación con su esposa e hijas. Ahora bien, la cinta se caracteriza por estar entre el drama romántico y el biopic. Pero no crea el espectador que es un filme histórico de uno de los personajes más controvertidos (a la vez del que no se conoce tanto como se cree) de la historia de las letras, sino que es una versión libre, con algunas conjeturas y especulaciones, del período menos conocido de Shakespeare. Desde el plano estético, hay méritos importantes como las interpretaciones estelares. Por ejemplo, es magnífico el diálogo entre el Conde de Southampton (Ian McKellen) y Shakespeare (Branagh). Aplausos merece, además, la fotografía, responsabilidad de Zac Nicholson. En cuanto al contenido, ya aclarado que la obra no pretende darle al espectador una verdad sino una interpretación especulativa en tono dramático –como le hubiera gustado al propio Shakespeare–, podríamos mencionar el relevante toque de humor y los matices de ternura que terminan por humanizar al ídolo. A fin de cuentas, toda gran persona no deja de ser eso, una persona, sometida a intrigas públicas como privadas, con problemas que pueden ir desde lo digestivo hasta asuntos de Estado. Aquí Shakespeare está representado como alguien atravesado por el drama del autoexilio (el retiro de un hombre exitoso a sus aposentos privados), las tragedias familiares y los traumas personales, como cualquier mortal de la era isabelina, aunque resalta la narración es que son problemas intensos –aunque comunes– de un ídolo universal. Es que un daño de estómago no será retratado igual si quien lo padece es un soldado o un mariscal. Con base en lo anterior, quisiera invitar a meditar lo que significa reconocer la humanidad del deificado, en este caso, la dramaticidad (que supone la cotidianidad y la normalidad) de la vida privada de un hombre público. Empero, poner las luces del cine (que son públicas) sobre esa cotidianidad-normalidad de los grandes hombres, sigue siendo la lógica de pensar como público lo que es privado o personal. Solo si la película pudiera mostrarnos que los padecimientos personales son comunes en dicha época, pero no por ello menos intensos para quien los sufre, podría el espectador entender la humanidad del ídolo. Tristemente, esta cinta centra demasiado su lente, que es público, en la vida privada de un hombre más que público, una persona que, como Aquiles, ya es universal. La recomiendo entonces. 2020-01-27.
Andres Botero
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8 de abril de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kenneth Branagh vuelve una vez más a su gran obsesión y objeto de estudio, Shakespeare y su obra, para meterse esta vez él mismo en la piel del autor de Hamlet en esta encantadora película.
Muy controlado como actor (algo que no siempre sucede, ya que el protagonista de Frankenstein tiene mucho al exceso y a los manierismos, a veces hasta extremos bastante irritantes), Branagh aborda los últimos e interesantes años de la vida del bardo de Stratford, incluyendo su complicada relación con su esposa Anne Hathaway y la interesantísima herencia que dejó a sus dos hijas Susanna y Judith, y la complicación que ésta revistió debido a los problemas legales del marido de Judith. Branagh nos cuenta toda esta problemática con mucho entretenimiento, el sabido buen hacer técnico de las producciones británicas (cuantísima elegancia, por favor...), y por supuesto un reparto de lujo. Judi Dench está como siempre fabulosa, Ian McKellen deja huella pese a lo breve de su personaje (ver cuando le dice a Shakespeare que Londres lo necesita), y no conviene olvidar a Lydia Wilson y Kathryn Wilder como las dos hijas del bardo, sin achantarse ante tamañas leyendas con las que comparten pantalla y dando vida a dos mujeres en muy distintas circunstancias vitales.
Una pequeña joya a descubrir, encantadora e ilustrativa.

Lo mejor: Su enorme encanto, su descripción de los últimos años de vida de Shakespeare y la interpretación de Branagh y Dench.
Lo peor: Nada, salvo que es sin duda una obra "menor" en la carrera de todos los implicados.
Sibila de Delfos
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12 de abril de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se han llevado muchas obras de Shakespeare a la pantalla, y de eso sabe mucho Kenneth Branagh que ha dirigido varias adaptaciones, ahora ha optado por darle vida al Bardo, interpretando y dirigiendo este pequeño melodrama de sus últimos días retirado en su casa de campo junto a su esposa y dos hijas.

Una puesta en escena brillante, vestuario y fotografía muy cuidada, pero un guion de Ben Elton algo pobre, que no termina de enganchar. La historia comienza en el teatro de su propiedad "El Glove" que se quemó durante una representación de una  de sus obras  al explotar un cañón pirotécnico de atrezo en 1613. Eso hace que se retire al campo a meditar junto a su abandonada familia, después de pasar más de 20 años en Londres

Nos encontraremos con una narrativa con flashbacks, mentiras y chismorreos sobre el autor, su mujer y sus hijas. También vemos a muchas personas que le animan a que vuelva a escribir, pero su estado de ánimo es malo y solo quiere retirarse y vivir una vida tranquila.

Branagh con prótesis en la cara, peluca y barba es el protagonista absoluto, acompañado por su esposa Judy Dench, espectacular como siempre. Ian McKellan tiene un pequeño papel en la película como Harry Wriothesley, conde de Southampton, visitando a su viejo amigo Shakespeare que le dedico en el pasado alguno de sus poemas rogándole que no deje la escritura.

Pero convertida en un drama familiar, la historia se desmorona ante una evidente falta de interés, con un ritmo lento y pesado, puede ser que los fans del famoso escritor lo encuentren interesante, como yo no estoy entre ellos me he aburrido soberanamente.
Destino Arrakis.com
videorecord
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30 de marzo de 2020
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Kenneth Branagh

Kenneth Branagh es un director, guionista y actor de cine y teatro de Belfast. Es célebre por realizar simpáticas adaptaciones teatrales de la obra de William Shakespeare. Al mismo tiempo, él mismo protagonizó obras del teatro clásico.

Entre su filmografía como director destacan Otelo (1995) y Hamlet (1996), películas por las que estuvo nominado, ganando alguna estatuilla, en los premios Óscar. Gracias al reconocimiento internacional se convirtió en un director de referencia, trabajando con grandes actores como Helena Bonham-Carter o Emma Thompson.

El último acto está protagonizada por él mismo, interpretando a Shakespeare. El relato que ofrece mantiene la armonía estilística de su filmografía, destacando el trabajo fotográfico de Zac Nicholson.

*Aproximación al señor Welles

Orson Welles definía a Shakespeare como “el báculo de la vida” y su obsesión, desde la infancia, le llevó a filmar numerosas adaptaciones como Macbeth (1948) y Otelo (1952). En otras ocasiones toma prestado un personaje, una idea o una situación y desarrolla su largometraje a partir de ahí, como Campanadas a medianoche (1966).

Evidentemente, ambos cineastas comparten la pasión por el dramaturgo y han sido comparados frecuentemente. Sin embargo, más allá de la comparativa argumental, hay características técnicas que Branagh toma de Welles e introduce admirablemente en sus películas.

Una de las técnicas más peculiares de Welles era llevar el plano contrapicado al límite. Para ello, creaba en sus rodajes situaciones verdaderamente surrealistas, como grabar desde un agujero en el suelo o subir a los actores en andamios. Desde las primeras escenas de El último acto observamos cómo Branagh incorpora el plano contrapicado, llevado al extremo, y lo utiliza durante todo el filme.

*La dualidad shakesperiana

Branagh comienza la película con el incendio accidental que destruyó el teatro de Shakespeare. Tras este suceso decidió abandonar Londres y regresar a casa, en 1613.

El retrato que se realiza de Shakespeare es el de una persona entregada a su pasión. Por primera vez, no se trata de ninguna adaptación, se describe al Shakespeare hombre, al padre de familia.

“Ser o no ser. Esa es la cuestión”. Una de las frases más célebres de la historia fue creada por un hombre que descuidó a sus seres queridos priorizando su trabajo. Branagh nos muestra esta oscuridad a través de una casa llena de secretos, alumbrada con escasas velas y repleta de secretos inconfesables.

Además, El último acto contrapone escenas al aire libre, como los trabajos de jardinería de Shakespeare o los planos generales de un paisaje floral, con escenas sombrías que se desarrollan dentro de la casa.

*Conclusión

Kenneth Branagh continúa con su estilo cinematográfico característico y vuelve a su argumento preferido, Shakespeare. Esta vez centrado en su figura como hombre y no en su obra.

El problema es que la comedia, introducida tan sutilmente, no llega a ser un rasgo destacable como ocurría con la magnífica Mucho ruido y pocas nueces (1993). Y el drama tampoco termina de consolidarse, quedándose a mitad de camino.

El último acto es una película interesante aunque no imprescindible, describe los últimos años del Shakespeare más humano pero no alcanza el nivel e ingenio de sus anteriores largometrajes.

Escrito por Soraya Unión Álvarez
Cinemagavia
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19 de octubre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corre el año 1613. William Shakespeare es reconocido como uno de los mejores escritores de su tiempo, sus obras son aclamadas y sus malos momentos económicos parecen haber quedado atrás. Sin embargo, todo cambia cuando el popular Globe Theatre se quema dejando tras de sí poco menos que cenizas, obligando al dramaturgo a volver a su ciudad natal, Stratford, donde debe enfrentarse a un complejo pasado y su propia familia, a la que no le une nada más que sus lazos sanguíneos. Perseguido por los recuerdos de la muerte de su único hijo, Hamnet, Shakespeare hace todo lo posible por arreglar la relación con su mujer e hijas.

Es la base de los conflictos que plantea All is True, un drama complejo y reflexivo sobre uno de los personajes más inquietantes de la historia. Bajo la mirada de Branagh un hombre que crecido su carrera actuando, dirigiendo y produciendo las obras del dramaturgo, es casi el hombre que mejor puede crear este filme.

Branagh recrea los últimos acontecimientos de Shakespeare haciéndolos que sean interesantes, ya que los hechos son pocos trascendentes y poco conocidos, pero tampoco es que el guión ayude a sostener los acontecimientos, ya que son muy lineales y poco profundos. El filme asume que ya conoces al personaje y a los demás. La historia inicia en el conflicto y con un breve indicio te pone los hechos.

El guion está plagado de largos, largos diálogos casi teatrales que se siente que los actores están vomitando palabras. Pero la ventaja es que vaya pedazo de actores tiene, y ese detalle hace que te interese lo que dicen y como lo dicen Judi Dench esta impecable como Anne la esposa de Shakespeare, la cual le crea una complejidad que hace que nunca pierda ese truco y se pone de tu a tu con Branagh, para darnos un deleite Cinéfilo. Y lo mismo sucede en la unica escena que aparece Iam Mckellen, es una escena larga con mucho diálogo muy Shakespeare sea mejor sea dicho, y ese momento sea completo para entender los sentimientos de William.

La apuesta en escena es brillante, la fotografía de Zac Nicholson es de diez realmente es un deleite visual, cada plano, cada toma parecen un cuadro de lo bien lograda que está, la luz con la esta filmada es casi una luz otoñal. Y ese detalle nos ayuda que nos imaginemos la época y el contexto que tenemos.

All is True sabe el filme que es, se siente un poco pesado pero las actuaciones son lo que vale aquí.
Dionar Hidalgo
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