La caída de Troya

06/06(07/01/24) Grácil film que sirvió con éxito a dar solidez en Italia el pujante Kolosal o Peplum transalpino que se inició en 1908 con “Los últimos días de Pompeya” de Luigi Maggi. Dirigida por Giovanni Pastrone y Luigi Romano Borgnetto, siendo la primera adaptación cinematográfica superviviente de la Ilíada homérica. Producida por Itala Film de Turín, primer éxito internacional del director de Cabiria. Una superproducción con más de 800 extras participaron en el rodaje de lo que se anunció como el proyecto más ambicioso que nadie había intentado hasta entonces en el mundo del cine. El director Giovanni Pastrone va más allá de la técnica habitual de la época de representar películas históricas sobre fondos pintados. Ordenó que se reconstruyeran partes de Troya utilizadas en las escenas, lo que le dio a la película una profundidad de escena que rara vez se veía en ese momento, filmándose en exteriores al aire libre. El público quedó asombrado y la película fue un gran éxito comercial. Con decorados fastuosos de la época, atrezzo, vestuario, barcos griegos, siendo una especie de campo de pruebas para la posterior mega exitosa “Cabiria” de 1914, realizada también por Pastrone. Siendo estas películas de gran influencia para el cine a gran escala de David Ward Griffith (“El Nacimiento de una Nación”, “Intolerancia” o “Las Dos Huérfanas”).

Aunque a nivel de filmación estaba aun en pañales el estilo, con preminencia cuasi absoluta de planos estáticos de tomas generales, cual si estuviéramos en el teatro (Pastrone en 1914 ideó las tomas de carro ausentes aquí), como muy teatrales en su sobreactuación son las actuaciones (propias del tiempo) híper gesticulantes (lo que hace las interpretaciones incalificables), ejemplo de esto es cuando Helena y Paris observan aterrados la caída de Troya ardiendo, parece que ha Paris le va a dar un infartito. Aunque hay momentos apreciables técnicamente que la elevan, como son trucos visuales oníricos en el tramo del enamoramiento de los amantes Helena y Paris, con la aparición en un jardín de la musa del Amor, o el viaje en carro celestial tirado por querubines a Troya, de una belleza poética deliciosa.

Pero sobre todo asombra, siempre con el filtro de 1911 la espectacularidad de la escenificación. Es una cinta que toma la excusa del amor prohibido de Paris y Helena para proyectar un espectáculo visual que apabulle al espectador, siempre con respecto a lo que había entonces, con secuencias brillantes, como el intento de tomar las murallas los griegos de Troya, los barcos griegos reales (los vemos en todo su esplendor moverse por el agua), la aparición espectral en la playa del legendario Caballo de Troya, o la grandiosa batalla final en Troya.

En realidad, el film hay que verlo como un trabajo de arqueología dentro del Séptimo Arte, pues tiene muchas carencias. Al ser de un metraje de 31 minutos hay muchas carencias narrativas, se omiten muchos personajes y subtramas, las elipsis resultan torpes (hay que tener en cuenta que la batalla duró años), el tramo en que los troyanos introducen el caballo de madera en la ciudad es bastante chusca, notándose el trampantojo que es el equino, y cuando comienzan a salir soldados troyanos (entre los que está Aquiles del que no se dice nada en el relato, cuando aquí surge aquello del ‘Talón de Aquiles’) parece muy forzado, que hay cojan tantos. Pero mi sensación general es de estar ante una película que supuso un escalón más en la madurez del cine, siéndome muy entretenida en su ritmo, y asombrándome en la escala que quería dar al Cine Pastrone.