Después de la oscuridad

Buena película, todo un drama psicológico, donde vamos viendo los problemas de adaptación que tiene una abnegada y enamorada esposa en su vida cotidiana, no siéndole nada fácil por un simple motivo: la falta de cariño y amor hacia/para con ella.
Mervy LeRoy hace un más que aceptable trabajo al llevar a la pantalla grande un guión de Ellen y Robert Bassing adaptando la novela de la propia Eileen. No era empresa fácil por cuanto, en realidad, la obra original tiene más de trabajo teatral que cinematográfico.
LeRoy consigue, quizás empleando un metraje en demasía alargado, azorar al espectador, pero sobre todo en su tercio final. Antes podemos contemplar la deriva mental de la protagonista pero sin que podamos sentirla como nuestra pues la puesta en escena no diría yo que es fría, pero sí un tanto distante, quizás para que vayamos a la par que la protagonista, una magnífica Jean Simmons, que en ciertas escenas, como la de la fiesta, cuando aparece con el vestido nuevo que no le va bien pues no es de su talla, resulta a la par conmovedora, frágil patética incluso pero también dura e implacable consigo misma y con una dignidad pegada al alma.
Excelente fotografía en blanco y negro de Joseph F. Biroc y una banda sonora modélica del gran Franz Waxman.
El filme, al parecer considerado hoy, no sé porqué, como un trabajo maldito (será porque apenas se ha podido ver) tuvo tres nominaciones a los Globos de Oro, como mejor largometraje, mejor actriz y actor de reparto (Efrem Zimbalist Jr.) No ganó ninguno pero al menos se reconoció en su momento un completo trabajo de cine bien construido e interpretado y que consigue que el espectador finalmente tome partido gracias a la muestra bien a las claras de la incomprensión, frialdad, egoísmo, hipocresía y crueldad (fina, muy educada, pero crueldad al fin y al cabo), de ciertos personajes.
Una muy respetable cinta que habría que reivindicar.

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El guión que desarrolla el matrimonio Bassing, a partir de la novela de Eileen, deja a M. LeRoy a merced de un planteamiento con la mira puesta en lo libresco mucho más que en lo cinematográfico.
Y de ahí provienen casi todos sus problemas. El director se halla en la encrucijada del culto al texto escrito lo cual conduce a la descripción prolija, a la minuciosidad y también, a veces, a la redundancia.
Sin embargo, consigue salvar los muebles gracias a su dominio de la escena, a los juegos magistrales de las cámaras, a la excelente banda sonora -F. Waxman- y a la interpretación de J. Simmons y de un D. O´Herlihy hoy relegado a un injusto segundo plano.
Película intensa que habla de sentimientos, de soledades, de frustraciones y de sombra.