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Nunca la olvidaré

Drama Basada en las memorias de Kathryn Forbes. Narra su vida cotidiana en el seno de una familia de inmigrantes noruegos en San Francisco. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
9 de agosto de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kathryn Forbes (1908-1966) me recuerda, por varias circunstancias, a la también escritora Laura Ingalls (1867-1957). Ambas pertenecieron a familias humildes en las que eran las mayores. Las dos familias se forjaron con claros principios de trabajo mancomunado, solidaridad, integridad y compromiso ciudadano. Cada familia soportó dificultades, limitaciones, pérdidas significativas… y no les faltó la pariente o amiga que hacía del chisme su mayor beneplácito. Tanto Laura como Kathryn, tuvieron que vérselas con fuertes obstáculos antes de que el éxito literario tocara a su puerta. En “La casita en la pradera”, la obra de Laura Ingalls, el señor Edwards, gran amigo de la familia, es un hombre ligero con las formalidades, pero tiene un corazón que apenas consigue caberle en el pecho. En “La cuenta bancaria de mamá”, título original del libro de Kathryn Forbes, el tío Chris es un personaje un tanto tosco, pero con un alma tan noble y comprometida, que las niñas le recuerdan muy especialmente.

Por supuesto, nada de esto indica que Miss Forbes copió a Laura Ingalls. Sólo significa que las familias tienen muchas cosas en común, significativas y valiosas. Y como diría la escritora Florence Moorhead a la abnegada Martha Hanson (el apellido de la familia se cambió) cuando le pide orientación para su hija: “El secreto del éxito es escribir sobre lo que conoces”. Ambas escritoras lo entendieron así y su propia vida familiar se convirtió en un filón del que extrajeron oro en su estado más puro, pues, con mayor frecuencia de la que creemos, en nuestro propio entorno puede estar bien latente una obra maestra. Sólo hace falta una pizca de visión y un particular estilo literario.

La novela de Kathryn Forbes, primero había sido adaptada para el teatro de Broadway por John van Breeten, y habla de lo vivido, de lo cotidiano, de lo que sucede a una familia de inmigrantes noruegos, cuyos hijos nacieron en EEUU, y que llegaron allí con la esperanza de unirse con los demás parientes que ya habían buscado el sueño americano como esperanza de una nueva vida. El filme contiene varias anécdotas de connotada belleza descriptiva y con una fuerza sentimental muy apreciable. También hay lugar para cuestionar rancias tradiciones como el famoso cuento de la dote entre las parejas que van a casarse o la prohibición de visitar a los parientes cuando se hayan hospitalizados siendo que lo que más reclaman es afecto.

George Stevens, con una efectiva dirección de actores, logra un conjunto interpretativo digno del mayor acogimiento. Inobjetable Irene Dunne como la matrona dotada de un gran sentido común para llevar la batuta de su querida familia. Encantador Oscar Homolka como el tío Chris, capaz de guardarse muy humildemente las más estimables acciones de su vida. Y los demás, en su sitio, haciendo lo preciso para complementar una historia ejemplar sobre una de aquellas mamás que, infortunadamente, comienzan a escasear.

Título para Latinoamérica: “RECUERDOS DE MI MADRE”
Luis Guillermo Cardona
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13 de febrero de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película pequeña y entrañable, "de las de antes", que trata de la vida de una familia de origen noruego emigrada a San Francisco. Está llena de momentos tiernos y tiene un punto de comicidad, aunque quizás a ojos de un espectador actual pueda resultar un tanto ingenua y pasada. Sin embargo, a mi modo de ver es un clásico que siempre resulta muy agradable de ver.
Una curiosidad: fijaos en la actriz que hace de escritora famosa; es la que hace de señora Van Hopper en Rebeca (Alfred Hitchcock).
Gaenseliesel
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28 de abril de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por películas como esta y muchas otras –“Vigil in the night” (Noche de angustia, 1940), “Penny Serenade” (Serenata nostálgica, 1941) o la mucho más conocida “Un lugar en el sol” (1951) y menos por las grandes superproducciones del final de su carrera– soy un encendido defensor de la obra del director norteamericano George Stevens, en ocasiones tildado de director hueco y superficial, juicio que sólo puede surgir de una irreflexiva miopía hacia su particular sensibilidad y manera de hacer cine.

Basada en las memorias de Kathryn Forbes -Kathryn Hanson en la película- asistimos a la rememoración de las vicisitudes de una familia de inmigrantes noruegos en el San Francisco de principios del XX, llena de inolvidables personajes secundarios cual novela dickensiana, como el señor Hyde, el educado huésped interpretado por el ojeroso Cedric Hardwicke y sus lecturas nocturnas o el inolvidable Tio Chris, en la interpretación salvajemente suprema de Oskar Homolka y, por supuesto, los roles principales de la familia Hanson en las manos de Irene Dunne, Philip Dorn y Barbara Bel Geddes.

El relato es sensible y está impregnado de una serena e inefable melancolía, habitual en el cine de los años 40 de Stevens, cuya maestría es capaz de convertir en interesante una película que versa, sencillamente, sobre gentes buenas. La película alcanza momentos de una pureza y un pudor comparable en aquellos años, solo con la sensibilidad única de directores japoneses como Ozu o un Naruse, y convendría llamar la atención sobre algunos detalles técnicos, exquisitos, en especial la reserva y la distancia con la que rueda en muchos momentos, a través de cortinas o desde fuera de las habitaciones, con muchas situaciones fuera de campo –práctica, por cierto, persistentemente utilizada por Stevens a lo largo de su carrera-.

Capítulo aparte para el impresionante trabajo que era capaz de obtener Stevens de sus actores, fruto –según cuenta la leyenda- de un agotador trabajo en el que, obsesivamente, hacía repetir docenas de veces una escena hasta obtener el efecto deseado. Barbara Bel Geddes –una actriz que nunca pasó de la medianía, aunque inolvidable en “Caught” (Atrapados, 1949) de Max Ophuls- lleva a cabo uno de sus mejores trabajos, lleno de una dulzura ennoblecedora y, sin embargo, mero pórtico para el extraordinario, cimero trabajo de Irenne Dunne –uno más en la carrera de una de las grandes de verdad- Por su parte Oscar Homolka nos regala la prodigiosa –larga, divertida, emocionante –escena de la muerte de tio Chris, combinación admirable de humor, ternura y emoción completada por la antológica lectura del testamento –¿pero quién no puede colocar inmediatamente a Stevens entre los más grandes directores después de estas escenas?-

Entiendo que a algunos les sobre, en ocasiones, algún exceso sentimental –posiblemente, toda la escena del hospital con la hija- o considere que su duración sea un poco excesiva o pueda no gustarle el que los diversos episodios nos sean presentador por la narradora mirando a cámara. Tal vez. No son sino pequeños peros, matices sin importancia que no desmerecen una obra maestra, que los buenos aficionados al cine clásico no deberían, en absoluto, dejar pasar y disfrutar de cada instante de esta maravillosa joya.
Gould
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29 de octubre de 2021
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película ya empieza con un olor a añoranza muy acusada. Empieza con la narración de una historia y acaba igual (ya se venía venir). Va directamente al recuerdo de años difíciles de una familia emigrante noruega que sobrevive, cuando con más familia como las tías y el tío, para darle un poco de color e incluso humor.

Pero... desde mi punto de vista a envejecido muy mal. Irene Dunne, una película que parece hecha para ella, cuando la primera opción fue para Greta Garbo, pero ella rechazó el papel ya que se había retirado hacía años y no quería volver. Irene trabaja (por lo que noto) muy bien el acento más marcado como si fuera noruega, y la típica trenza recogida para hacerla más noruega.

Pero se hace muy larga, muy pesada, y una escenas que no tienen fin y no captan la atención. Quizás por eso ha envejecido mal.

Esta historia fue una novela que se adaptó para el teatro y fue un éxito. Es por eso que la quisieron llevar al cine y con un presupuesto desmesurado de 3 millones, no consiguieron recuperarlo. También tuvieron varias nominaciones y no ganó ninguna.

Lo más interesante y lo que más me ha gustado es la figura de la madre, siempre sacrificándose y siempre estando donde más se la necesitaba. Algo que sí que coincido con mi propia madre.
edugrn
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1 de octubre de 2015
4 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vergonzosa aproximación a la vida de familia, donde todo el mundo es bueno, el que parece malo lo es poco y se enmienda, los niños no se pelean, el salario del padre inmigrante da para ahorrar a pesar de las huelgas, el hombre no tiene nada que hacer ni nada que opinar sobre la educación de sus hijos porque no lo dejan, hasta extremos más allá de lo inverosímil (¿cómo se llamará lo que está más allá de lo inverosímil? Me pregunto). Evidentemente la película está hecha a mayor gloria de Irene Dunne, hasta tal punto que resulta incluso estomagante que aparezca en todas las escenas, y en todas igual de retrasada mental; eso sí, para pensar se pone a fregar el suelo de rodillas; se conoce que la relaja. Ejemplazo de madre de familia.

Por si le faltara argumento a la película la han alargado hasta más allá de las dos horas, dado que era importante que se muriera alguien para que lloráramos un poquito más. Bueno, pues argumento es precisamente lo que le falta. ¿Cómo se atreven a rodar más de dos horas de cotidianidad familiar? ¿Estamos tontos? ¿A quién le importa? En todas las familias hay niños, en todas hay tíos, en todas hay muertos (sí, qué pasa, ¿no nos vamos a morir todos?). Lo que habrá en bien pocas son niños de cartón piedra y maridos con esa cara de inútil -es un decir, porque al marido no se le ve la cara; sólo de lejos-, mirando a su mujer como si fuera el oráculo, ante los problemas de sus hijos.

Venga, hombre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Helena
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