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Yoyo

Comedia. Drama Un hombre rico que vive solo con la única compañía de sus criados, se aburre mortalmente hasta que un día pasa un circo cerca de su casa. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
23 de mayo de 2013
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Dos veces en mi vida he comprendido lo que era el genio: la primera vez mirando la definición en el diccionario, la segunda, al conocer a Pierre Étaix”. – Jerry Lewis

Hacía mucho, pero mucho mucho, que no quedaba tan impactado con una película. Divertida, ingeniosa, original, creativa, sorprendente, única… una joya que debería estar en todos los libros de historia del cine, así de impactado he quedado. Y si no lo digo reviento, pero es que es muy injusta la invisibilidad a la que se ha sometido la obra de Pierre Étaix y a “Yoyo”, y aunque ya esperaba que me gustara, pues sus referentes son inmejorables, no imaginaba tal despliegue de recursos, tal dominio del cine como arte, tanta creatividad, tanta imaginación, tantas imágenes para el recuerdo, tantos momentos sublimes, tanta sensibilidad, ni tanta capacidad… “Yoyo” es una delicatessen, un regalo para los sentidos.

“Yoyo” es la biografía de un payaso, pero lo que importa no es el que, sino el como, lo verdaderamente deslumbrante del film es la forma en la que se nos cuenta la historia, en una interminable y continua sucesión de gags que sazonan constantemente la película recordando lejanamente a los primeros hermanos Marx, a los Monty Python o a los hermanos Zucker, pero con un estilo totalmente distinto, a medio camino entre Buster Keaton y Jacques Tati, y con un claro regusto a Federico Fellini, e incluso un leve regusto estético al primer Resnais y por el tono a Chaplin. De todas estas referencias la más evidente es la de Jacques Tati, ya que Étaix trabajó para él, que yo sepa como asistente y cartelista (si, esos maravillosos carteles de las películas de Tati están dibujados y diseñados por Étaix), y es que Étaix saca mucho de Tati, ambos dan más importancia a sus personajes y a los gags que a la historia narrada, ambos buscan la sonrisa más que la carcajada, ambos realizan un cine fuertemente esteticista con planos obsesivamente cuidados, dignos de un perfeccionista enfermizo, los dos desprecian la palabra, pero miman la imagen y el sonido, porque ambos saben que el sonido no solo lo forman las palabras, y se aprovechan de semejante sabiduría heredada de Chaplin. También hay diferencias, Étaix es más dinámico, sus gags son más numerosos, y el tono más absurdo y delirante, mezclando gags elaborados y muy originales, con otros más vulgares, lo que genera una sensación extraña, pues nunca puedes prevenir que va a pasar, ya que la película parece un brainstorming filmico grabado a tiempo real, como si entráramos en una mente inquieta y creativa, con sus ideas geniales y otras más bien chorras. Quizás esta suma constante de gags hace que la película en el tramo final dé sensación de cierto agotamiento, sensación puntual y que no le quita valor a una película que además remonta al final con unas imágenes de gran imaginación.

La película es además un juego de homenajes, el primero al circo, lo que es lógico pues el mismo Étaix pasó gran parte de su vida en el circo y su mayor ídolo era Charlie Rivers, en esto recuerda mucho al universo Felliniano, que además tiene un homenaje directo en un gag que es un claro guiño al espectador cinefilo. El segundo homenaje es al propio cine, pues a medida que avanza la película se va transformando la forma expresiva usada por Étaix, así la infancia de Yoyo en los años 20 es muda, en ella hay sonidos y música (y de una creatividad alucinante), pero no diálogos la juventud es para el cine sonoro clásico y la madurez para la televisión… así la película no solo narra la vida de un payaso, también es un homenaje a como el audiovisual se ha ido transformando durante el siglo XX, todo ello con una creatividad formal, estética y expresiva digna de un genio. En cierto aspecto recuerda a “The Artist” y me pregunto si ha podido tener alguna influencia, son diferentes, pero ambas son francesas y un homenaje al cine, con especial cariño hacia el cine silente, al que ambas películas tratan con deferencia y admiración. Pero mientras “The Artist” es una buena película, sin más, con cierta creatividad y originalidad, pero que su principal punto fuerte es el gran numero de homenajes y referencias que nos regala, en definitiva un acto de amor al séptimo arte que será especialmente degustado por aquellos que conozcan el cine clásico norteamericano, “Yoyo” es algo más, no solo es un homenaje a otras películas o a otros “creadores”, aunque es cierto que hay numerosos homenajes, y algunos muy directos, sino que además homenajea su espíritu su creatividad, su originalidad, cuando veo cine de los años 20 pienso que fue la década más creativa de la historia del cine, y Étaix no solo hace un homenaje a Keaton, a Laurel o a Chaplin, además lo hace siendo tan creativo y original como lo eran ellos, tiene personalidad propia, mucha personalidad propia… y así que mientras “The Artist” nos recuerda la originalidad y el talento de los grandes maestros, “Yoyo” se sitúa a su misma altura, entre las películas más talentosas y originales, un film fascinante, la obra de un genio, de un gran maestro.

Os aconsejo que busquéis “Yoyo” y que la veáis, no solo es una cuestión de justicia (en el sentido más literal, ya que Étaix y Carriere estuvieron 20 años de juicios para poder sacar a la luz otra vez esta joya perdida y casi olvidada), es que además vais a disfrutar con una película muy especial, de esas que te sorprenden y te recuerdan que quedan muchas maravillas por descubrir.
Raúl
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10 de octubre de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
140/15(21/09/14) El injustamente olvidado Pierre Étaix demuestra en esta enternecedora cinta que era un cineasta imaginativo, fascinante, conmovedor, como he leído era un payaso con alma de poeta, director guionista y protagonista preocupado en que la gente valorará la alegría de vivir, independientemente de lo poco o mucho que tuvieran, un humanista. Étaix es un prodigioso creador de humor gestual, componiendo coreografías extraordinarias donde todas las piezas encajan como en un tetris para producir no una carcajada, pero si para mantener un gesto de felicidad durante todo el metraje, esto deriva en insuflarnos un chute de pasión por estar vivos. Sinopsis omitida por el límite de caracteres.

Guionizado por Étaix y Jean-Claude carriere (“Cyrano de Bergerac”), el realizador dijo del film <Puse todo lo que amo en él>, se refiere al tributo a su padre fallecido hacia poco en accidente de tráfico y a su amado mundo del circo. Étaix dijo inspirarse en Fellini 8 y medio. El film desde su potente inicio, primero se ve el bello palacio, la cámara recorre un ampuloso pasillo adornadas sus paredes de cuadros de aristócratas antepasados, delante de cada uno de ellos vemos lo que hizo amasar su fortuna, uno de ellos con una torre de extracción de petróleo, otro con un gran barco, otro con una fábrica, de pronto la imagen se detiene en uno de ellos y la pintura cobra vida, el personaje coge su yoyo y empieza a jugar con él, en realidad era un espejo, vemos al protagonista que no sabe hacer moverse el yoyo, se cabrea y pega una patada a una silla, saliendo dolorido, y nos adentramos en un mundo donde se encadenan gag sobre gag con una exquisita elegancia propia del mejor Buster Keaton, Chaplin o Harold Lloyd, remaneciendo una delicada nostalgia donde priman los momentos de humor gestual y físico. Además Éatix realiza un evocador fresco de parte del SXX, la época dorada de la bolsa que se supone es la cresta de la ola en la que vive el protagonista, la llegada del sonido al cine, el Crack del 29, como la irrupción del cine arrinconó el circo, la WWII, la Guerra Fría, el boom de la televisión, componiendo un collage de este recorrido vital de modo turbador por lo maravillosamente que queda retratado, con una dulzura epicúrea, un sentido del buen gusto sibarita, excelente sensibilidad, con un lirismo visual trémulo. Durante la primera parte el homenaje al cine humorístico es manifiesto, pues no hay diálogos, priman los sonidos ambientales.

La cinta posee una muy elegante puesta en escena con una hermosísima primera parte en el neoclásico Palacio Porges Château de Rochefort-en-Yvelines, palacio inspirado en el Palacio de la Legión de Honor en París doblando proporciones, lugar ideado por el checo Jules Porges (magnate del diamante) como regalo para su esposa, Rose Anna Wodianer, comenzado en 1899 y terminado en 1904, el palacio durante la Gran Guerra fue un hospital militar, durante la WWII fue ocupado por los nazis, tras ellos los americanos se establecieron allí hasta 1945. Tras pasar por varias manos desde 2008 se dedica a la celebración de seminarios de negocios. Pues los diseñadores de producción Raymond Gabutti (“Los Niños Del Paraíso”) & Raymond Tournon (“El Pretendiente”), saben jugar de modo prodigioso con el lugar, exprimiéndolo para extraer lo fatuo de su grandiosidad, a esto se añade la fenomenal fotografía de Jean Boffety (“Los Unos Y Los Otros”), que se mueve con primorosa elegancia para captar las expresiones y movimientos medidos de los personajes y poder influir en proporcionarnos este humor tan punzante.

Momentos entrañables para el recuerdo son muchos: Su ya mencionado arranque; El mayordomo desaliñado y fumador que tras pasar por una puerta se transforma en muy arreglado; El espectáculo de cabaret en exclusiva para el millonario; La “erótica” mano de una mujer quitando el calzado al millonario con sensuales movimientos; Cuando el Millonario se pone unas gafas supuestamente para leer, un criado le trae unos libros él escoge, se tumba en la cama y el criado le lee la novela; Cuando el millonario saca a pasear a su perrito mediante una pomposa liturgia previa, se sube a su Roll Royce con chófer, un mayordomo lleva al chucho en un cojín lo pone en el suelo, le da la correa a través de la ventanilla del auto y el can por fuera y el rico en coche dan una vuelta por el jardín, solo vemos el guanto del tipo que asoma por la ventanilla mientras el perrito intenta seguir el ritmo, delirante; El Yoyo niño vestido de payasito curiosea por el palacio extasiado con lo que ve, hasta que lo descubren y un elefante lo rescata por una ventana; Cuando el millonario arruinado coloca una soga en el techo y cuando se dispone a subir a un sillón para colgarse unos embargadores se lo lleva, humor mordaz negro; El gag del Crack del 29 donde un tipo que pasea por una calle debe sortear los suicidas que se tiran por las ventanas de las oficinas; El magnífico encadenado de gags que suceden cuando el Roll Royce tira de la caravana; La fascinante elipsis de cómo se hace mayor Yoyo de niño, `vestido de payaso infantil pasa por una cortina tirando de una silla y por el otro lado aparece de payaso adulto; La alegoría de la guerra con los caballos de circo; La parodia de Hitler que se convierte en homenaje a Chaplin por su “El Gran Dictador” La manifestación en una plaza, donde aparecen pancartas con la foto de Lenin, Kral Marx y… Groucho Marx; Cuando Yoyo se dispone a entrar a una Iglesia y se quita el sombrero, antes da una limosna a un pedigüeño sentado en el tranco, en ese momento sale una mujer del Templo y al ver el sombrero de Yoyo le da otra limosna;… (continua en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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8 de mayo de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue en el año 1954 cuando, Pierre Étaix, conoció al comediante Jacques Tati y éste lo contrató como dibujante y gagman para su celebrada película “Mi Tío”. Los carteles de esta película como el de “Les Vacances de Monsieur Hulot”, son también de la autoría de Pierre Étaix, quien, no solo apreciaba a Tati, sino que también sentía profunda admiración por Max Linder, Buster Keaton, Charlie Chaplin… y teniendo como referentes, “Be my Wife”, “The Electric House”, “Modern Times” y “Mon Oncle”, películas todas donde la tecnología y la electrónica juegan un papel sustancial, fácil fue que, también a Pierre Étaix, le sonara hacer lo suyo aplicando lo que sabía en estos terrenos… y es así como surge, “YO-YO”, título que puede ser tomado en tres acepciones. La directa: en referencia a la afición del protagonista a jugar al yoyo. La adyacente: en alusión al nombre que llevará su hijo cuando comienza a trabajar como payaso de circo; y la indirecta: como alusión al egocentrismo a ultranza que maneja el gran magnate, cuando pone a todo el mundo a servirle exclusivamente a él. Yo, yo y siempre yo.

Otro elemento clave que entra en juego en esta película es el circo, actividad por la que Étaix guardaba el más alto aprecio, llegando incluso a fundar La Escuela Nacional de Circo, con la que él y su esposa, Annie Fratellini, hicieron numerosas giras. Del circo ya se habían ocupado en el cine de comedia, Charles Chaplin, Laurel y Hardy, Los Hermanos Marx, Danny Kaye… y para Étaix será el eje de la segunda parte de su historia, aunque sin meter las cámaras mucho tiempo debajo de las carpas.

Se adivina, en “YO-YO”, un estilo narrativo que se asemeja en mucho al de su maestro Jacques Tati, con ese humor pausado, gags sin prisas, y esa narrativa que combina cierto aire de romanticismo y serenidad, con un toque repentino de creatividad que, no solo sorprende, sino que nos arranca una risa intempestiva y un gesto de admiración. Como también ocurriera en “Mi Tío”, en “YO-YO” Étaix es el eje de toda la historia, primero como padre y después como hijo y su desenvolvimiento nos complace de principio a fin.

La historia, escrita por Étaix en colaboración de Jean-Claude Carrière, se divide en dos partes, comenzando la primera en 1925, tiempos del cine silente, y Étaix ha hecho su película en blanco y negro, con intertítulos -mínimos- y desarrollando el resto con las características afines al cine de aquellos años. El protagonista, es un magnate que vive en un ostentoso castillo y mientras añora a la esposa que se ha marchado, él sufre la soledad más azarosa mientras se hace servir de todos sus empleados de tal manera que apenas tenga que mover un dedo. En esta media hora, la historia es impecable, creando Étaix situaciones inolvidables como el “striptease” con el zapato de polainas o el paseo a la mascota.

La segunda parte, ambientada en 1929, tiempos del cine sonoro, incluye unos diálogos mínimos, el personaje central será Yoyo adulto quien, ahora, es la estrella del Circus Voiture, pero, el nivel baja un poco… aunque sigue teniendo momentos muy creativos (el viaje con esposa, hijo y mascota, es delicioso) y además es posible encontrar sensibles homenajes a “La Dolce Vita” y al cine de Charles Chaplin.

La música funciona como un leimotiv interpretado de muy diversas maneras, la puesta en escena es muy cuidada a todo nivel, y en general, el filme se disfruta por su ingenio y su muy fino humor.

Pierre Étaix es otro comediante a tener en cuenta.
Luis Guillermo Cardona
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28 de abril de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película comienza como un torbellino de aguas bravas, contundente, revelador, nada convencional, ocurrente y muy original.
Inesperada.
Hace gala de una depurada técnica narrativa que juega con una estética retro y que es capaz de romper esquemas cinematográficos obteniendo un rédito importante.
La historia pierde frescura cuando el guión se vuelve más acomodaticio pero en todo caso merece la atención del espectador porque su nivel entrañable aumenta y ofrece alegorías, análisis sociales y valiosos mensajes más o menos explícitos.
Se ve con mucho agrado
ABSENTA
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