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Ricos y extraños

Comedia. Romance El contable Fred Hill y su esposa Emily darían lo que fuera por cambiar su monótona existencia de familia de clase media. Cuando un tío suyo les regala una gran cantidad de dinero, emprenden un lujoso viaje en barco por todo el mundo. Pero durante la travesía surgirán conflictos conyugales. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
17 de marzo de 2009
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos maneras de contemplar una película de una fecha ya tan remota como 1931: como un clásico o como una parte de la historia del cine. En este caso nos encontramos con una película interesante para aquellos que tengan interés por las primeras películas de Hitchcock o por el primer cine sonoro británico, pero no una película que haya resistido el paso del tiempo. Si no tiene, por tanto, un interés cinéfilo y/o histórico, directamente olvídese de este título.

Personalmente sí me he aproximado a éste temprano título del gran director por interés en su filmografía inglesa. Y me he encontrado una comedia fina y sutil, con momentos de drama, y llena de algún golpe de genialidad donde se reconoce las marcas del futuro maestro del cine.

Un matrimonio hundido en una rutina que en el fondo les mantiene unidos se ven enmarcados en una aventura por el mundo que en un determinado momento se convierte en otro tipo de aventura... ambos deberán pensar bien quiénes son realmente y qué ven en el otro para que sus vidas tengan sentido...

El tiempo ha pasado por esta cinta, pero se deja ver. Correctas interpretaciones y algunos momentos de sorprendente profundidad. Incluso en una cinta dominada por la comedia (que se encuentra mezclada en sus películas de suspense siempre, pero en menor grado) Hitchcock demuestra su enorme intuición psicológica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Loge1854
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9 de enero de 2023
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra comedia fallida. Su ritmo va en descenso. Caricaturas forzadas. Situaciones traspasadas. Víctima de su patriarcado contemporáneo con aromas de racismo involuntario.

Hitchcock en constante formación. Se experimenta en escenarios revisitados. Química actoral con pinzas. Montaje irregular.
La puerta de Tannhäuser
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20 de junio de 2011
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fred (Henry Kendall) y Emily Hill (Joan Barry) son un tímido e inocente matrimonio de clase media, están pasando por un momento de aburrimiento y monotonía, pero un tío rico le obsequia un viaje en crucero por Oriente con todos los gastos pagos. Durante la travesía Fred y Emily se divierten muchísimo, pero pasan por una inesperada crisis matrimonial, esto traerá como consecuencia serios contratiempos en su viaje de regreso.

Fred y Emily se dieron vida de ricos durante el viaje en crucero, pero eran extraños por qué no se conocían como matrimonio. El film aborda la infidelidad matrimonial, para principios de la década de los 30s el divorcio era un asunto tabú que se trataba con mucha discreción y confidencialidad, pero los tiempos han cambiado y Alfred Hitchcock se atrevió a tocar el tema en el cine.

Para el año 1931 las técnicas del cine eran bastante rudimentarias, pero Alfred Hitchcock siempre fue un gran innovador. En este film tuvo que recrear un barco de tamaño original en un estanque de agua, además de nuevas técnicas con diferentes cámaras y composiciones de tiro.
operez
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19 de diciembre de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
419/12(14/12/21) Film muy menor en la filmografía de Alfred Hitchcock, un producto sobre todo para los completistas del maestro del suspense, una comedia romántica moralista, con unos personajes con los que es nula la empatía, donde todo sucede de modo plano, en un clásico, amor, desamor y amor. Obra perteneciente aún a su periplo iniciático en Inglaterra, que se nota aun influenciada por el cine silente en muchos aspectos de filmación (las tomas de reacción prolongadas para que la expresividad actoral sobreactúe), e incluso con los molestosos intertítulos. Obra inspirada en la novela “Rich and Strange” (1930) del australiano Dale Collins, adaptada por Alma Reville (la esposa del director, que puso mucho de lo que vivieron ella y su esposo durante su luna de miel en 1926, donde los nombres de los protagonistas están claramente inspirados en ellos mismos, Fred y Emily, esto último una variación de Alma) y Val Velentine. Película artificiosa, con un deux machine metido con calzador (el familiar que regala al matrimonio un viaje porque sí), con un desarrollo bastante insípido, donde nada te mueve a emoción alguna, llegando a su rush final sin aire, llega a hacerse larga incluso con sus apenas 82 minutos de duración. Historia que aborda el tema del hastío, del cansancio del matrimonio, de la infidelidad como salida de la rutina, pero sobre todo, en plan moralista, pondera el amor de toda la vida en contra de las aventuras extra maritales.

Es una cinta que para los aficionados ‘arqueólogos’ del cine sirve para indagar en las señas de identidad del gran director que está por llegar, para ello tenemos algunos elementos que no hacen el metraje tiempo perdido, como ese esa escena donde Fred mueve las manecillas de su reloj creyéndolo está mal la hora al fijarse en uno de una pared, pero este en realidad es el marcador de los pisos de un ascensor, o cuando ve el mismo en una sopa las letras saltar cual si tuvieran vida, ello para reflejar un estado febril. Tenemos alguna toma a través de la lente de una cámara, o el juego de los reflejos en espejos. También se atisban los rasgos megalómanos del cineasta de “La ventana indiscreta”, cuando para el tramo final hizo construir un barco a tamaño original que metió en un gran estanque de agua (Hitch ya hizo esto para la Estatua de la Libertad o para el Monte Rushmore). Parece en todo lo mencionado estar experimentando, como si esto fuera un esbozo donde la historia es lo de menos, quiere hacer cosas nuevas en cine, y para ello el McGufin (palabro hitchcockiano) es el guión en sí.

Una pareja, Fred (Henry Kendall) y Emily Hill (Joan Barry), que viven una vida mundana de clase media en Londres, reciben una carta informándoles que un tío les dará, como anticipo de su futura herencia, tanto dinero como necesitan divertirse en el presente. Inmediatamente Fred deja su trabajo como empleado y parten en un crucero hacia "Oriente". Fred rápidamente muestra su susceptibilidad a los mareos al cruzar el Canal de la Mancha. En París, ambos están escandalizados por el Folies Bergère. Mientras navegan por el Mediterráneo, el mareo de Fred lo mantiene en la cama. Durante este tiempo, Emily comienza una relación con el comandante Gordon (Percy Marmont), un soltero apuesto y popular. Finalmente sintiéndose lo suficientemente bien como para aparecer en cubierta, Fred se enamora de inmediato de una "princesa" alemana (Betty Amann).

Hithcock nos regala un inicio claramente influido por el cine mudo, en una especie de homenaje a los Lumiere con su mítica “La salida de los obreros” (catalogada como la primera filmación de la historia en 1895). Vemos a unos trabajadores saliendo en manada de sus puestos-colmena, para aventurarse a la calle, donde llueve copiosamente, vemos un encadenado de personas abriendo sus paraguas, entonces llega el protagonista y se le rompe el paraguas, corre a la entrada del metro, entra en un vagón a reventar, dodne tiene un percance con el sombrero de una mujer, abre el periódico que se le desarma, en el pone (a modo de guiño irónico) “Estas satisfecho con tus circunstancias actuales?”. Pero este prometedor y divertido arranque no será más que un espejismo en un relato bobalicón, donde todo acontece porque sí. Intentan transmitir un cambiante aire exótico llevándonos (sin salir de los estudios realmente) por además de Londres a París (sirve para un infantil gag del Folies Bergère), El Cairo, Bombay, o Singapur, pero sobre todo con epicentro en un barco, con mareos, fiestas de disfraces, dibujos en fotos, paseos por cubierta, etcétera. Para una narración desamor, donde por el carácter inane de los protagonistas (a lo que no ayudan sus actuaciones) termina dándote igual como quede este juego de amores cruzados, ello con alguna ingeniosa toma de por medio, como esa en que para reflejar las cadenas que tiene Emily la cámara la filma cercada por ellas. Es una película a la que le falta brújula en su tono, pues hay momentos en que quiere ser un drama pero no tiene recursos para ello, quiere provocar alguna carcajada y se queda como mucho en mueca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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8 de abril de 2015
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“En lo hondo a cinco brazas
Sepultado está tu padre;
Sus huesos se hacen corales,
Vuélvense sus ojos perlas;
Nada de él se desvanece
Sino que el mar lo transforma en algo rico y extraño…”

“La tempestad” de William Shakespeare (Canción de Ariel: Acto I Escena II)

Tiene un interesante arranque esta película del director Alfred Hitchcock, haciendo una suerte de homenaje a “La salida de los obreros” de los Hnos Lumiére, pero la situación vista desde adentro, y con el personaje protagónico Fred Hewitt (Henry Kendall), enseñándonos la suerte de tonto-infortunado que tendremos de aquí en adelante.

Inspirados en la obra, “Rich and Strange” (1930) del australiano, Dale Collins, el guión lo tomaron a cargo Hitchcock y su esposa, Alma Reville, con la colaboración de Val Valentine, y según contara el mismo director, lo hicieron inspirándose en su luna de miel llevada a cabo en 1926, “tras un feliz matrimonio”. De aquí que los personajes se llamen, Fred (por Alfred) y Emily (variación de Alma). Hasta el apellido Hewitt bien podría ser en alusión a Hitch.

“LO MEJOR ES LO MALO CONOCIDO” (título que se le puso en español para conformidad de los maridos regularcitos, a lo cual también apunta el filme), fue hecha en tono de comedia, pero… los apuntes son casi todos tan flojos, que el filme casi da grima. Se salva por uno o dos momentos románticos entre Emily y el capitán Gordon y por un par de truquitos que consiguen resultar simpáticos (el reloj de pared que gira cuando Fred mueve su reloj de pulso y las palabras que saltan del menú dando cuenta de la fiebre del cornudo).

Como intérpretes, Hitchcock eligió a Henry Kendall, actor que parece que tuvo mejor suerte en el teatro que en el cine y que aquí no conmueve en absoluto. Y para el rol de Emily, se decidió por Joan Barry, una linda rubia que había prestado su voz para doblar a Anny Ondra en la película “Chantaje” y que, en pocos años, dejaría la carrera porque su marido (un machista banquero), la reclamó para que se dedicara “como toda buena madre” a cuidar a los niños de ambos (elegante manera entre los actores, y otros pobres diablos, de camuflar la verdadera razón que son los celos).

No obstante que la historia hace agua por donde se la mire, a Hitchcock se le abona que ésta es una de las más sinceras comedias autobiográficas que hayamos podido ver, pues él se recrea a si mismo y a su mujer, como una pareja del montón, con algunos pelos de tontos, y sin nada que nos haga sentir inferiores en manera alguna, pues, hasta el dinero con el que aquí hacen el crucero, les cayó literalmente del cielo, sin exagerar ni un ápice.

Creo que, entre los personajes de comedia a la americana o a la inglesa, Fred Hewitt y la doncella de gafas que también viaja en el barco, podrían estar en la lista de los tontos menos graciosos de la historia del cine.
Luis Guillermo Cardona
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