Los niños de Windermere

Conmovedora historia, basada en hechos reales: una más de la Segunda Guerra Mundial. Y sin embargo, no es una más de las decenas que se han llevado al cine, ya que se centra en las consecuencias psicológicas y en la resiliencia de un grupo de jóvenes refugiados en la Inglaterra de la postguerra, para darles una segunda oportunidad.

Y con tanta miga (simple pero abundante) Michael Samuels hornea un pan que no deja indiferente, aportando una cinta con sencillas interpretaciones, una fotografía del paisaje escocés maravillosa y una música que acompaña como ingrediente fundamental pero sin dejarse notar, que es lo que importa.

No dejes de verla si eres de los que piensan que, quien conoce mejor el pasado, construirá un futuro mejor.

En 1945, poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno británico acordó llevarse a unos 732 niños judíos huérfanos sobrevivientes de los campos de exterminio nazis. Alrededor de 300, desde niños pequeños hasta adolescentes, fueron alojados en unas cabañas cerca del lago de Windermere. Allí, bajo el cuidado de unos profesores y un rabino intentaron llevar la normalidad a estos pequeños niños hambrientos y aterrorizados.

Poco a poco comenzaran a hablar ingles, jugar al futbol, ir al cine del pueblo cercano dejando atrás el trauma por el que han pasado. Las burlas de los muchachos de los alrededores son constantes, pero conseguirán integrase al ir conociéndose mejor.

Este drama está escrito por Simon Block, quien escribió "The Eichmann Show". El film tiene una producción muy modesta, posiblemente destinada a TV, ya que el estreno se hizo simultáneamente en Gran Bretaña y Alemania el día de la conmemoración del Holocausto. Dirige Michael Samuels sin esforzarse demasiado.

Los actores son desconocidos, salvo Iain Glen y Thomas Krechmann. El film puede complementarse con un documental de BBC4, titulado "The Windermere Children: In They Own Words" narrado después de 75 años por cinco personas que aún viven y que al final de la película aparecen junto a los niños que interpretan sus papeles.

Una parte de la historia que vale la pena conocer y no olvidar.
Destino Arrakis.com

Patrick Rothfuss decía aquello de que "Las historias contienen toda la verdad del mundo". Y seguramente esa verdad se haga a través de un continuo entramado de pequeñas historias, obviando la oficial. Una de esas pequeñas narraciones es la que nos ofrece The Windermere Children. Una bonita historia que no oculta su carácter humanista y esperanzador desde el principio y que, pese a estar realizada para mayor gloria y autobombo del Gran Imperio Británico - ¿Para qué esperar el reconocimiento si se lo puede dar uno mismo? - consigue crear una obra bastante bella, basada en estas intrahistorias, una fotografía preciosa y una música a la altura.

La historia de los campos de concentración es terrible, inhumana, salvaje. Algo que en el mundo de hoy absorbemos como algo normal, tanto se ha tratado el tema. En un momento de esta película uno de los chicos dice que, cuando hablen de lo que pasó, el mundo no les creerá. Y lo peor es que el mundo sí les cree, pero no somos capaces de visualizar el horror, tenemos demasiada distancia con una historia que, año a año, queda una vuelta al sol más lejos. Sin embargo seguimos fascinados por todo lo que se hizo en aquellos años. Hitler, Auschwitz, Mengele.. Hablamos de estos nombres como si fueran viejos amigos.

Sin embargo, la cinta de Michael Samuels opta por no mencionar los campos y los horrores más que de pasada. A través de la rehabilitación de unos niños judíos supervivientes al Holocausto en la zona del lago Windermere, historias basadas en hechos reales, nos da una visión tangencial de aquello y se centra más en cómo recuperarse cuando uno ha crecido en medio del terror y la cara más amarga del ser humano.

Con tintes a libros como aquel maravilloso "Si esto es un hombre" de Primo Levi o a películas basadas en la educación como "Song of a Raggy boy" u "Ondskan", narra la rehabilitación basándose sobre todo en la historia de seis de los chicos y una chica, ofreciendo, para acabar, un viaje al presente, presentándonos a los personajes reales que encarnan los actores y nos cuenta lo que hicieron y como salieron adelante.

En general, una obra llena de esperanza, en la que destacan también la cuidada parte técnica, con esos paisajes maravillosos y una banda sonora a la altura. Mención especial, también, para la interpretación de Thomas Kretschmann, que encarna a la perfección ese rol tan señorial que juega en el film.

*Una historia que ha de ser contada

Los niños de Windermere nos trae una historia que para el gran espectador ha pasado desapercibida durante muchísimos años, pero que tras conocerla no puede hacer otra cosa que emocionarse. No todo lo acontecido durante la Segunda Guerra Mundial está contado. Aún quedan cosas por narrar. Historias bellas, de superación, y que como en Los niños de Windermere, no dejan indiferente a nadie.

*Miedo

El miedo y el recuerdo de la barbarie son una constante. Los niños están plagados de traumas y miedos. Pero también de la esperanza de ver a alguno de sus familiares de nuevo. Aunque la realidad sea aún más dura de lo que parece.

También podemos observar la dualidad en unos jóvenes que son más optimistas y otros que son más pesimistas. Los que creen que verán de nuevo a sus padres o los que dan por perdido todo. Situación que obviamente, genera conflicto.

Pero aun así, la película es increíblemente positiva. Cómo trata la amistad de los jóvenes, y como a partir de esa amistad y ese tiempo en Windermere, sus vidas renacieron. Y es justo al final de la cinta, cuando se nos presenta a los verdaderos protagonistas de aquella historia, ya muy ancianos, con unas ganas inmensas de vivir y un entusiasmo que se debería tomar como ejemplo.

*Sobre el director

Hay un personaje que sobresale por encima del resto en Los niños de Windermere. El personaje de Thomas Kretschmann (todos los recordamos por El Pianista) que hace las veces de director de Windermere, y que se convierte irremediablemente en unos de los personajes con mejor corazón que nos ha dado el cine en 2020.

Él también es judío, y huyó del nazismo. Y es un personaje tan bueno y puro, que cualquiera a su lado queda en mal lugar. Hasta el emplazamiento en el que se hospedan los jóvenes sigue el aura del director, siendo un lugar idílico. Lleno de frescura y buenas vibraciones.

*Dar voz a los que merecen tenerla

Los niños de Windermere hace algo que realmente merece todos los elogios. Dar voz en todo momento a los jóvenes, y apenas nombrar a los psicópatas que llevaron a sus familiares y amigos a la muerte. El foco es permanente en los jóvenes, no en los nazis. Y por eso la historia es tan tierna. Reflexionamos sobre la verdaderas víctimas. Y no sobre unos verdugos, que ya han sido representados en el cine infinidad de veces.

Aparte, el final es de una belleza magistral. Juntar a todas aquellas víctimas después de tanto tiempo. Un final que hace crecer enteros a la cinta.

*Conclusión

Una historia escondida, una pequeña gran historia dentro del inmenso horror que fue aquella guerra genocida.

Una historia que emociona y que emana una sensación positiva que en estos tiempos que corren es muy necesaria.

Escrito por Diego Gómez Ortega

Los niños de Windermere es una bella película sobre la acogida de niños judíos supervivientes del Holocausto en distintas zonas de Inglaterra.
Al contrario de lo que pueda parecer por las entusiastas críticas, la película no es una obra maestra, en absoluto. De hecho, no es muy diferente de cualquier película melodramática de sobremesa, que utiliza sin pudor el sentimentalismo y la tragedia para arrancar las lágrimas del espectador, todo ello mezclado, por supuesto, con grandes dosis de esperanza. Sin embargo, no cabe la menor duda de que la película es hermosa, muy bonita también en lo visual (los paisajes son excepcionales), y desde luego cumple con su objetivo de resultar enternecedora en su retrato de cómo es posible sanar las más terribles heridas mediante la compasión, la solidaridad y el amor.
Buen trabajo también de sus actores, especialmente Thomas Kretschmann e Iain Glen.