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Los espigadores y la espigadora... dos años después

Documental Dos años después de "Los espigadores y la espigadora", Varda vuelve a recorrer el país con su cámara Mini-DV para filmar de nuevo a la mismas personas, mostrando el devenir de cada uno en ese tiempo. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
23 de diciembre de 2008
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda parte de los espigadores y la espigadora no llega al nivel de su perdecesora. Dos motivos fundamentales: esta segunda parte se dedica en buena medida al autobombo y mercadotecnia de la primera película y su autora haciendo seguimiento de su repercusión mediática. Este hecho viene a entroncar con el segundo, de mayor calado y gravedad. El documental primero, concebido como un documento estético y social con una arraigada crítica al sistema de consumo y la pobreza que este genera se resuelve en su segunda mitad como otro objeto susceptible de consumo, mercadotecnia y desencadenante de estratificación social. La documentarista se reparte por las galerías del mundo mostrando su obra en museos y centros de arte construyendo un discurso estético ultrarefinado sobre el reciclaje y la miseria. De modo que la miseria, los objetos inútiles del sistema, los útiles desperdiciados y su reutilización y aprovechamientos por los necesitados o anticonsumistas se yuxtaponen en diversas entrevistas de las que resulta un lenguaje visual estético sobre los objetos sin fundamento ni base. Cosa que a los galeristas, desde su butaca de cuero, les parece un planteamiento y acto sumamente comprometido y revolucionario. Las patatas-corazón, excluídas junto con otras muchas de la recolección por un problema de normatividad y proporción (no correspondencia con la idea de patata que se vende en los supermercados) que Agnes y los recolectores recogían dotándolas de nuevo contenido nutricional o estético (reciclaje de no-consumo o valorativo), vienen a convertirse en un símbolo publicitario de la autora, completamente desprovisto de contenido: frívolo y superficial. Así pasa con los botones, los objetos perdidos, que siendo reciclajes valorativos se imponen gradualmente en el documental frente a las personas que encuentran en la reutilización de objetos como arte, comida o mubles un modo de vida, necesario o activista. El drama social de los espigadores queda solapado, se refunde en postal navideña y se compra en las galerías parisinas NHV, mientras sus fans más avezados aprovechan para acercarse al recolector de Montparnasse a darle la brasa y hacerle la vida un poco más difícil.
Quien pague por este documental y avale este refrito está cometiendo una grave incoherencia con sus protagonistas.
Amperia
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8 de diciembre de 2008
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agnès Varda da una genial vuelta de tuerca a su filosofía de recolección y reciclaje: dos años después de "Los espigadores y la espigadora" vuelve sobre sus pasos y crea un entrañable colofón en forma de collage a partir de retazos de aquí y de allá. De su mano volvemos a ver a los protagonistas del filme que nos cuentan lo que han hecho en este tiempo y cómo les ha afectado aparecer en el documental, nos muestra galardones, cartas y regalos enviados por su público, visita a personas influenciadas por su obra, etc. Interesante experimento.
Tavi
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