La extraña mujer

La extraña mujer parte de un genérico argumento: una mujer pobre, pero bella, utiliza sus encantos para conseguir escalar posiciones en la sociedad...

No obstante aquí, en el planteamiento inicial, acaba lo genérico. El desarrollo de La extraña mujer es arriesgado, poético, de concepción romántica, aturdidor y finalmente fascinante.
Un actor que sube la escalera, un predicador, un estanque, una cabaña en medio de la tormenta, una mujer ensangrentada entre las hierbas...

Admito la crítica de que los filmes de Ulmer pueden ser irregulares. Es más, los filmes de Ulmer son irregulares de base. Tal irregularidad forma parte del crispado y apasionado concepto de creación de su autor. Ese es el precio de la creación, de la verdadera narración cinematográfica. El director no debe mostrar una historia escrita por un guionista, debe hacerla suya y utilizar el medio cinematográfico para crear atmósferas e impresiones, elementos subjetivos que se escapan del texto y sólo pueden ser transmitidos mediante el uso de la imagen.

Edgar G. Ulmer es un autor similar a Tourneur pero aún más personal. No importa el presupuesto de una producción. La capacidad artística no tiene por qué medirse en términos económicos. Lo que importa es el resultado, y La extraña mujer es un espléndido y apasionante resultado.

Edgar G. Ulmer no es un director que me apasione pese a la excelente Detour, pero tengo que reconocer que esta película casi impropia en su filmografía por la abundancia de medios y la presencia de estrellas como Hedy Lamarr y George Sanders, me sedujo y me deslumbró cuando la vi hace ya unas semanas.
Ya desde ese brumoso y casi fantasmal inicio, Ulmer nos dibuja a otra mujer fatal en la historia del cine, esa Jenny bellísima y ambiciosa que se llevará a todos los hombres que trate por el camino. Y aunque reconozco que la interpretación de Hedy Lamarr debería haber tenido más garra, la fuerza del guión y de los personajes masculinos (George Sanders soberbio como siempre y Louis Hayward, poderoso otra vez como en "La máscara de hierro"),hacen que el espectador sea absorbido por esa historia mezcla de cine negro, melodrama y película de época al mismo tiempo.
Me fascina la ambigüedad del personaje femenino pues no es declaradamente una femme fatale (su motivación es clara pero, al mismo tiempo, aun alberga buenos sentimientos) pero me decepciona el pobre final con que Ulmer nos obsequia después de un filme que destila negrura y enfermedad humana.

Una mujer que surge del arroyo decidida a no seguir en la miseria aprovechará su belleza para encumbrarse en lo más selecto de la sociedad del lugar, Bangor, una ciudad dedicada a la industria de la madera.
Y desde luego que Hedy Lamarr muestra su belleza secuencia a secuencia y es lo mejor del film. La película es un melodrama clásico con connotaciones de thriller cuyo tema es el poder de seducción.
Hedy Lamarr muestra un repertorio de comportamientos de mujer que juega con la generosidad y la frialdad según le parezca, para machacar cuando lo vea oportuno. Se trata de mostrar esa dualidad de que por un lado pudo ser buena persona pero que por otro, el mundo la hizo así.
Lo malo en estos casos es que el espectador no tome partido, sino que aguante hasta el desenlace final de una forma indiferente, esperando cerrar un conjunto de sentimientos. Mientras, los diferentes pasajes del film se alargan más de lo necesario.

Como ya ha señalado fantomas, la sinopsis de esta ficha es incorrecta (debe pertenecer a otra película, quizás). En realidad es la historia de Jenny, una chica de origen humilde que haciendo uso de su belleza y supuesta indefensión, se dedica al noble arte del trepacionismo social hasta que descubre que ambición y deseo no siempre van de la mano.

De alguna manera se consigue que, pese a tener todas las bazas para hacer un dramón negro bastante interesante, la historia de Jenny y la misma Jenny carezcan de gancho o atractivo alguno, de modo que cuando llega el final de la historia, nos queda la impresión de no haber visto nada.

Parte de la culpa procece de la flojísima interpretación de Hedy Lamarr, que no provoca la menor empatía, amor u odio hacia su personaje y el resto lo hace un guión desmayado y aburrido que desaprovecha la buena puesta en escena y un inicio estimulante.

Podría haber sido, pero no fue: una lástima.

La infancia de Jenny Hager, vivida en ausencia de su madre, y al lado de un padre maltratador y alcohólico, nos induce a presentir lo peor sobre su vida futura, en particular, cuando se nos deja ver aquella escena en la que lanza al pequeño Ephraim al agua a sabiendas de que él no sabe nadar. La manera como luego la pequeña resuelve esta situación, es claro reflejo de una mujer astuta y sagaz, en capacidad de enfrentarse al mundo con cualquier recurso que le permita sobrevivir o salvaguardar cualquier tipo de responsabilidades.

Jenny confía en que, cuando sea grande va a ser muy bella y esta cualidad le abrirá la puerta para casarse con un hombre rico. Y la vida entonces le concederá su mayor deseo con Isaiah Poster, un pícaro anciano, adinerado, avaro, y temeroso del que dirán, quien se las ingenia para que, llegado el momento, sea él el elegido. Y entonces entrará de nuevo en juego la infalible fórmula existencial: Cucho consigue chica, chica consigue chico… cucho termina sin chica y…

Para el director vienés, Edgar G. Ulmer -antiguo decorador de sets de F.W. Murnau- fue esta una gran oportunidad que le ofreció su coterránea Hedy Lamarr, quien tiene aquí uno de sus más interesantes roles protagónicos. Acostumbrado a trabajar con gran austeridad, por fin a Ulmer se le daba la ocasión de hacerse a un holgado presupuesto, a un calificado equipo técnico, y a un reparto de primera línea que incluye a George Sanders como John Everett, el último corazón que se dejará seducir por los encantos de la viuda negra; Louis Hayward es Ephraim Poster, el hombre que aprendió arquitectura, pero no aprendió nada de la vida; Hillary Brooke es Meg, la novia traicionada que aguardará los designios del destino; y Gene Lockhart es el iluso señor Poster, haciendo gala de otra estupenda caracterización.

“EXTRAÑA MUJER” es un filme sobre la doble personalidad que, de manera compleja y claramente escindida, puede darse en ciertos casos de esquizofrenia. Con este trastorno, la persona puede ser por un tiempo noble, generosa y sociable, llegando a merecer el profundo afecto de quienes le rodean. Pero, repentinamente, su psique puede desatar poderosos impulsos que sacan a flote carencias muy íntimas y la persona puede, entonces, tornarse psicópata y destructiva con tal de lograr lo que desea.

Hedy Lamarr da vida a un personaje fuerte y apasionado, logrando aquí una de las mejores actuaciones de su carrera. Y como director, Edgar G. Ulmer me despierta el deseo de seguirlo conociendo.