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El último arquero

7,2
42
Documental Documental protagonizado por el pintor Alberto Manrique y su esposa, la violinista Yeya Millares. Un intimista retrato del pintor que nos invita a realizar un viaje de exploración al pasado. Entre conversaciones, cintas de Súper 8 y los diarios de su abuela Yeya, Dácil se reencontrará con recuerdos tan bellos como dolorosos y descubrirá una realidad llena de magia: que el arte de su abuelo tiene un poder... el poder de sanar.
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
18 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Alberto Manrique de Lara, pintor grancanario

Comienza El último Arquero con el viaje personal que la directora realiza desde su residencia hace más de veinte años en Madrid a su localidad natal de Las Palmas de Gran Canaria, en busca de sus raíces familiares y los recuerdos de su crianza junto a sus abuelos, el pintor Alberto y la violinista Yeya

En su viaje intimista por la arqueología familiar se remonta a los padres de sus abuelos en una lejana Canarias, espacial y sobre todo temporalmente, mucho más aislada y pobre de la que surgiría luego cosmopolita y próspera tras el boom turístico de la década de los años sesenta.

Un tono fílmico lleno de ternura junto a una imagen muy esteticista y una música llena de sensibilidad se complementan en armonía en el discurso narrativo donde se entremezclan recuerdos del pasado isleño con las imágenes del caleidoscopio visual que muestran las distintas perspectivas del pintor a través de sus relaciones familiares y generacionales desde su pronta adolescencia creativa.

Sitúa contextualmente la trayectoria vital de su abuelo resaltando los orígenes culturales de los padres del pintor que contrastan con una situación social y política de la época de gran cerrazón y aislamiento en unas islas entonces nada afortunadas donde la pobreza y la represión mantenía a las personas confinadas a miles de kilómetros de la Península,frente a la actual Mauritania, con escasas y difíciles posibilidades de viajar.

El último Arquero recurre a imágenes y grabaciones de archivo para mostrar las precoces inquietudes culturales de un grupo de amigos de apenas veinte años que, desde la poesía, la ilustración y la pintura, se expresaban libres ante las autoridades represivas de la época, continuando su amistad creativa hasta formar el grupo LADAC («Los Arqueros Del Arte Contemporáneo»).

*El arte puede curar

En aquella Gran Canaria aislada, dura e inhóspita en la que nació el pintor Alberto en 1926, era casi imposible vivir del arte, por lo que tras estudiar la carrera de aparejadores comenzó a trabajar en estudios de arquitectura, en la gran eclosión de la construcción promovida por los comienzos de la explotación turística de las islas Canarias.

Con varios hijos y la necesidad de la estabilidad económica familiar el pintor tiene que renunciar a la pintura así como a la propuesta de sus amigos de juventud, los otros tres arqueros, que le ofrecieron irse a Madrid a abrirse paso en el mundo artístico, como consiguieron finalmente, destacando Manolo Millares y Chirino como grandes artistas canarios.

El último Arquero en ésta segunda fase vital continúa recreándose en el proceso creativo del que sería el último cuadro que Alberto pintara. Este sería elegido por la directora ante las notas autobiográficas plasmadas por su abuelo, en su realismo fantástico de perspectivas exageradas y objetos volantes conectadas con el refugio terapéutico, que para Dácil supuso estar en el estudio artístico tras una grave agresión que ella sufrió a los trece años en el monte.

Muchas horas acompañando y observando a su abuelo crear pintando en el sótano de la casa familiar sin duda resultó, no sólo curativo emocionalmente, sino que además influiría sin duda en que la directora de la película se fuera con 22 años a Madrid para estudiar pintura y cinematografía, convirtiéndose en una acreditada directora de arte en cine y televisión nominada y ganadora de diversos premios en festivales internacionales de anuncios y cortos de publicidad.

*Yeya vuelve a la música y Alberto a la pintura

La excelente y variada banda sonora de la película acompaña sutil pero magistralmente el tono íntimo de las vivencias personales y familiares, desde la visión siempre agradecida de Dácil para sus abuelos Alberto y Yeya, con quienes creció y a quienes consideró como sus verdaderos padres.

El último Arquero haciendo un giro narrativo vuelve a la figura también admirada de su abuela Yeya, violinista de la Orquesta Filarmónica, que deja su carrera musical tras tener sus primeros hijos volviendo luego a reintegrarse en los ensayos y actuaciones de la Orquesta.

También, Alberto con el apoyo de su mujer Yeya, deja su trabajo de aparejador para dedicarse a la pintura realizando con gran éxito de ventas sus primeras exposiciones en la Casa Colón de Las Palmas y, posteriormente en Madrid a partir de noviembre de 1975, aunque siempre siguió viviendo en Las Palmas con su esposa y sus ocho hijos.

El último Arquero se vuelve especialmente esteticista con la exaltación del ambiente pictórico y musical de la casa familiar recreándose la directora con detallados planos cinematográficos plasmados con una naturalidad narrativa especialmente refrescante y vitalista.

Aquí, el arte ayuda a volar con las propias alas de la mariposa que la directora un día pintó, y que su abuelo incorporaría en ese su último cuadro autobiográfico pintado en el estudio sótano refugio de la adolescencia de Dácil, en la que se inoculó, sin darse cuenta, su pasión por la imagen estática de la pintura y la dinámica del movimiento del cine.

*Conclusión

La directora muestra la humanidad y gran valía artística del pintor, además de lograr hacer su autoterapia con la reflexión de los hechos más importantes y significativos de su propia vida tan conectados con la trayectoria artística y cultural de su saga familiar.

Al mismo tiempo hace un homenaje especial a su personalidad con éste intencionado “regreso de la memoria” como quiso simbolizar en su último cuadro y que fue la gran motivación del viaje tratando de devolver a su abuelo los recuerdos perdidos por el ictus.

Escrito por Fernando Gálligo Estévez
Cinemagavia
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29 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
LA MEMORIA: ESE HILO DE ARIADNA
Lo que experimentamos, lo que amamos, lo que aprendimos, lo que soñamos… lo que recordamos, este armonioso lienzo que llamamos vida se vio trastocado en 1998 cuando el aclamado pintor Alberto Manrique sufrió un ictus amnésico arrebatándole una parte de los recuerdos de su vida que jamás sabremos. El rellenar esos huecos fue el germen y regalo de su nieta -y realizadora, Dácil Manrique de Lara – de este documental llamado: El último arquero.

Dividido en seis capítulos: Ich Liebe Dich, Memoria, Los arqueros, El padre, La pesadilla y El arte cura. Conforman por sí mismos en un crucigrama en blanco donde las palabras se entrecruzan formando nuevas palabras, de igual forma que los recuerdos prestados de su nieta y de los seres queridos del pintor (apoyados con entrevistas, vídeos familiares en super 8, viejas fotos, pinturas fascinantes e imágenes alegóricas) conforman los recuerdos perdidos del Manrique.

Por desgracia el rodaje se vio truncado con la muerte del protagonista antes de la terminación del film, convirtiendo lo que en un principio era un regalo en un hermoso epitafio, porque en El último arquero no solo veremos la vida de un pintor sino el inmenso amor de una nieta a su abuelo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
D_Karasu
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