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Buenos días, noche

Drama Chiara es una joven apasionada, utópica y revolucionaria que esconde su verdadera identidad como miembro de las Brigadas Rojas italianas a finales de los setenta. A simple vista se trata de una chica normal que se muda con su novio a un nuevo piso, pero su amigo Enzo empieza a sospechar que no todo es lo que parece. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
13 de junio de 2006
37 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escrita, producida y dirigida por Marco Bellocchio ("La Balía", 1998), se rodó en estudio, salvo algunos exteriores de Roma y fragmentos documentales de época. Se basa en la novela "El prisionero", de Laura Braghetti, superviviente de los hechos. Obtuvo el Premio Especial del Jurado de Venecia, otros 5 premios y 15 nominaciones. Se estrenó el 5-IX-2003.

La acción tiene lugar en Roma, entre el fin de año de 1977 y el 9-V-1978. Narra la historia del secuestro y posterior asesinato del 5 veces presidente del Gobierno italiano, Aldo Moro (Roberto Herlitzka), a la sazón presidente de la Democracia Cristiana e impulsor del un gobierno de coalición entre ésta y el Partido Comunista (PCI). Los hechos se ven a través de los ojos y los sueños de Clara (Maya Sansa), única mujer del comando de las Brigadas Rojas y único miembro del mismo que sale a la calle y mantiene su empleo de bibliotecaria. Ella y Ernesto (Pier Giorgio Bellocchio) alquilan el piso para el encierro de Moro, aduciendo que son pareja y desean una vivienda tranquila, pero levantan algunas sospechas.

La película establece un foco principal de tensión dramática y varios complementarios. El central viene dado por la serena confrontación que se produce entre el secuestrado y sus raptores. Moro es un hombre tranquilo, resignado, tolerante, dialogante, lúcido, buen padre y mejor abuelo. Los brigadistas viven cerrados en dogmatismos inamovibles, delirios ideológicos que les mantienen fuera de la realidad, actitudes insanas de rebeldía y eslógans sectarios que repiten entre dientes como autómatas ("La clase obrera debe dirigirlo todo"). Se añade un punto complementario basado en las fuerzas encontradas que se baten en el interior de Clara: los ideales radicales y los sentimientos humanitarios que le inspira la figura paternal del cautivo. Se muestran, además, las dudas de los raptores entre sus utopías sanguinarias y los imperativos de clemencia. A medida que pasan los días (hasta 55), los brigadistas se sienten cada vez más aislados y cautivos en el apartamento que ocupan. El autor puntea la obra de un humor sarcástico y cáustico: la imagen de Pablo VI a las puertas de la muerte (falleció el 6-VIII-1978), los cantos y bailes soviéticos, los dirigentes italianos que asisten al funeral. Por encima de todo, sobresale la figura paternal de un hombre respetable, víctima de unos hijos ofuscadamente ambiciosos.

La música subraya la rebeldía de los captores con composiciones de Pink Floyd, a la que se añaden fragmentos clásicos ("Marcha triunfal", de Aída) y modernos. La fotografía usa luces sombrías, colores ocres, claroscuros intensos, encuadres próximos y primeros planos inquisitivos. El guión opta por la descripción del día a día de lo que ocurre en el apartamento, a la búsqueda del mundo interior de sus moradores. Sobresalen las interpretaciones de Sansa y Herlitzka. La dirección critica con dureza la burda miopía de los brigadistas.

Película ácida y crítica, que recrea el mito de Edipo.
Miquel
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20 de febrero de 2009
36 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recientemente, al ver la película "El lector", recordé la anécdota de una conferencia de Heidegger en la universidad en la que mostraba su apoyo al programa nacionalsocialista. Karl Jaspers -autor de "El problema de la culpa y la responsabilidad política de Alemania", obra citada en la reciente cinta de Daldry en cuyo prólogo leí esta anécdota, de ahí la relación-, se acercó al famoso filósofo para comentarle sus reservas acerca del trato a los judíos, sobre la estupidez los protocolos de Sion y sobre el riesgo de que un tipo como Hitler gobernara mesiánicamente los designios del pueblo alemán.

Heidegger respondió que probablemente, pero que Adolfito tenía unas manos "maravillosas".

A día de hoy, y por encima de consideraciones económicas, sociales, la merienda de negros en forma de partidos que era la política alemana de la época, por encima de Goebbels y su aparato come-cocos y más allá de miedos a represalias cuando la cosa se puso innegablemente fea, me sigue resultando, por mucha gilipollez que parezca lo de las manos, la mejor explicación del desastre nazi.

Quiero decir, a veces las mejores explicaciones son las que no explican. Sobre todo, cuando se trata de esclarecer lo injustificable, lo incomprensible. Porque en la condición humana hay mucho de insoldable, y las cosas, a veces, suceden de forma maniquea, exagerada, obsesiva. El artista, entonces, debe dar una visión que conecte con lo emotivo, con lo humano, y dejar lo cerebral y el análisis para aquello que puede comprenderse. No inmiscuyéndose en el proceso de lo que debe sentirse.

Y es ahí donde cobra sentido esta película minimalista, aunque a ratos confunda su búsqueda de la precisión y fugacidad con cierto esquematismo -sobre todo en algunos tramos del guión-, presentando estupendos momentos de sencilla puesta en escena, momentos en los que la simplicidad aparece realmente como recurso acertado e, incluso, imprescindible. Y es esa la principal virtud de esta película, generar la sensación -ya digo, a ratos- de que lo que cuenta no puede ni debe ser contado de otra forma. 6,5
Bloomsday
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29 de junio de 2009
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Buenos días, noche" se nos presente un nuevo tipo de guerra que no estoy acostumbrado a ver en el cine. Éstas son algunas de sus características:

1. El campo de batalla no existe como tal. Ahora todo rincón cotidiano es válido (una casa, por ejemplo).

2. Los ejercitos multidudinarios han desaparecido. Cuatro o cinco soldados voluntariosos son suficientes para someter a un símbolo (a Aldo Moro rara vez lo llaman por su nombre, se refieren a él como "presidente").

3. Los soldados carecen de uniforme (pero se les puede reconocer por sus barbitas y por leer en sus ratos libres a filosófos e intelectuales en general).

4. La televisión o los periódicos, al ejercer como una gigantesca tela de araña de información, funcionan a la perfección a la hora de obtener noticias de las acciones del desarrollo de la guerra (movimientos del enemigo, si se ganan las batallas o no, etc.).

5. Los generales no son verdaderos generales. Sí lo son, en cambio, los autores de los libros de cabecera de los soldados, con intención o no (un tal Marx cumple bastante bien).

Si toda guerra violenta transmite una inevitable indignación, el ver en "Buenos días, noche" esta nueva modalidad me provoca otra: la de ridículo espantoso. Imagino que con toda guerra en pantalla debería sentir esto mismo, pero debe ser que ya me he acostumbrado a su contexto habitual y no me chocan. En la película de Bellocchio el cambio de situación provoca que ambas sensaciones convivan.

Sin embargo, es una lástima que la película exponga los hechos con brocha y no con pincel (por ejemplo, en la escena en la que los secuestradores están viendo la televisión y se ponen a murmurar todos a la vez una consigna muy roja que no recuerdo, se confunde a autómatas con fanáticos), y eso provoca que la mezcla de sensaciones no siempre me alcance, aunque con el personaje de la protagonista se abre con habilidad una vía por donde podemos identificarnos y meternos en su dilema.

Y es que toda guerra, sea cual sea su finalidad, y sea cual sea su formato, siempre que traspase la línea de la violencia será una mierda indignante. Y ridícula, claro.
GVD
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30 de julio de 2006
24 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sencilla, inteligente e intensa película, que se ve con estremecimiento desde el primer fotograma. Contada con excelente pulso, Bellocchio nos muestra la vida cotidiana de los terroristas que mantienen secuestrado al líder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, un acontecimiento que conmocionó Italia en 1978. No es tanto una película histórica (aunque esté perfectamente ambientada y aparezcan imágenes reales de aquel tiempo) sino una ilustración sobre la verdadera faz del fanatismo, presentado sin caricaturas ni aspavientos, con aterradora naturalidad. Los actores son excelentes: Roberto Herlitzka (como Aldo Moro) y Maya Sansa (que interpreta a un miembro de las Brigadas Rojas) llevan el peso de la historia y lo hacen con la sobriedad y emoción que recorre toda la película. Muy recomendable.
Macarrones
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26 de abril de 2008
17 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano se divide en dos grandes grupos, una minoría que inventa e idea para mayor benificio de todos y el resto, que se dedica impunemente a pervertir la concepción original del invento para usos nefastos. Un ejemplo clarificador sería el descubrimiento del fuego que en principio tenía que servir para calentar y preparar mejor los alimentos, pero que rapidamente pasó a ser utilizado como arma.

Evidentemente no escapan a estas tendencias las ideologías. Y el ejemplo más claro es el que quiere retratar el film. El comunismo se ideó como una bella utopía que resolvería de una vez por todas las desigualdades y permitiría un mundo donde todos fueramos libres y no hubiera diferencias de riqueza. Al final acabó como una dictadura cruel y sanguinaria que aniquiló a millones de personas y redujo a muchas vidas a la simple esclavitud de obra y pensamiento.

El film pretende retratar otra de las degeneraciones ideológicas, la que convierte en jovenes idealistas en asesinos capaces de sacrificar una vida en nombre de su causa. Esta desvario queda reflejado perfectamente en la frase de uno de los personajes que llega a decir que en nombre de la revolución proletaria es justificables hasta asesinar a la propia madre.

Para ejemplificar todo esto se toma la base de un suceso real, pero con el mérito de no reducirlo a una simple TV movie sino que se le dota de un aire realista que huye del dramatismo facilón. Lo que mejor funciona en el film no son sólo las interpretaciones, sino el contraste entre unos personajes planos incapaces de razonar y evolucionar y la chica protagonista que se debate entre su idealismo ideológico y lo que impone su sentido común.

Pero no se para aquí la película sino que lanza críticas hacia todo los ámbitos sociales posibles. Desde la banalización de un secuestro que a medida que pasan los días se convierte en una noticia segundona, hacia una sociedad más preocupada de mirar lo que le pasa al vecino en lugar de preocuparse por lo que le pasa al vecino y sobre todo hacia toda la clase política. Desde los comunistas que se apresuran a condenar el acto para no verse envueltos en acusaciones de connivencia hasta los democrata-cristianos que no mueven un dedo para salvar a su compañero, ya que les es más rentable tener un mártir para poder ganar las elecciones.

No todo es pesimismo en el film, tambien vemos que hay idealistas, desde gente de izquierdas que aún cree en un cambio pacífico, hasta el propio Aldo Moro, conservador pero consciente de la deriva decadente de lo que le rodea. A pesar de ello nos quiere dejar muy claro que son islotes en medio de la descomposición general de la sociedad, y nada mejor para retratarlo que ver unos secuestradores esperando ver por la tele la revolución social y en cambio encuentran a Rafaella Carrá cantando en prime time.

Lo mejor: Su veracidad.
Lo peor: Algunos pasajes oníricos que desentonan.
LennyNero
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