Engendros

Jovenes problemáticos+Trabajadores sociales que buscan ayudarles+ Pueblo alejado de la mano de Dios, lleno de paletos pueblerinos= Inbred.
De nuevo estamos ante una película que no nos ofrecerá nada nuevo, es más, es bastante predecible que el lugar elegido cómo terapia de grupo para los chicos rebeldes va a ser caldo de sangre y porrazos. Aburrida desde principio a final.
La película pretende mezclar los gags humorísticos con un terror, bastante gore y obsceno muy básico y, de nuevo, muy predecible y el resultado es bastante pobre.
Se hace larga, lenta y pesada y a veces los dialogos no ayudan al ritmo de la película.
En definitiva una película que no dejará huella en el género. Si tienes un rato libre y nada mejor que ver, ni siquiera te la recomendaría.

No es que comparta demasiado la visión de Alex Chandon de lo que es el cine de terror.
Pero lo que sí que realmente es innegable es que no comparto para nada su visión de lo que es una comedia.

Inbred es desternillante al principio... pero no porque el guion lo merezca, sino porque resulta bastante ridícula.
El inicio: "Cinema inside the cinema", nos ofrece una "pincelada" de revolución industrial exprés, con el obrero cargándose al propietario de clase alta y todo eso... con dos "rupturas" amorosas en menos de un minuto. Y la verdad es que como broma, es la más graciosa de toda la película. El problema es que,narrativamente y en concepto de interés neto, el film entero luce al nivel de este fragmento...

Todo en Inbred parece poco trabajado, es una diminuta payasada que ni siquiera se hace gracia a sí misma. La dirección es simple y amateur, y aunque visualmente puede llegar a lucir bien, los funestos FX y la mala interpretación de los actores acaban por hundir un producto que bien aprovechado habría dado para algo más... aunque no mucho.
¿El guion? Mejor lo dejamos...

Pero en el fondo de todo, el mayor lastre de Inbred es que es aburrida... hasta la saciedad.
No tiene interés alguno, ni los personajes, ni los paisajes, ni la música, ni la puesta en escena, ni los diálogos, ni el argumento... nada de nada. Inbred no tiene nada.

Bueno, va! Vamos a ser justos, y a decir que algunas escenas gore pueden llegar a parecer divertidas, y que es cierto que hay momentos en los que los palurdos pueblerinos arrancan alguna sonrisa cómplice... pero nada más.

¿En definitiva?
Si os da igual el cine, no la veáis.
Si os gusta el cine, no la veáis.
Y si lo que os interesa es simplemente ver esta película en concreto, aun así... olvidadla!

Me gusta el cine de terror, pero no me gusta el cine repulsivo, aunque sea de terror. No existe el género repulsivo, en el sentido de que no le hemos puesto nombre. Lo que sí existe son películas repulsivas, en el sentido en el que ver ciertas escenas causa en el espectador asco, literal. Es erróneo confundir los conceptos de asco, de terror y de angustia.

Si buscamos en el diccionario de la RAE la palabra "terror", nos encontramos con una definición de la expresión "de terror" aplicada al cine y a la literatura. Según esta definición, el cine (y la literatura de terror) "busca causar miedo o angustia en el espectador" (o lector). El asco y la repulsión no son ni miedo ni terror ni angustia.

"Inbred" es una película que causa repulsión y produce asco, en un sentido muy literal de estas palabras. Uno gira la cabeza para no ver la pantalla o cierra los ojos, no por miedo o angustia, sino por asco o repulsión. No es lo mismo.

El problema de que no tengamos un nombre para clasificar películas que causan asco y repugnancia, y las metamos en el saco de las películas de terror, es que acabamos viendo películas que no nos gustan en absoluto, si es que no nos gusta sentirnos asqueados.

Al no ser muy fan de este tipo de cine, aunque sí del cine de terror, le pongo un 3. Me ha producido mucho asco y no merece más nota, porque no era necesario si se trataba de crear una película de terror. Pero en el caso de "Inbred" no se trataba de eso. Es evidente. Así que supongo que es un género nuevo, aunque innominado, y por ello no la puntúo con un 1.

Esta rareza que es “Engendros” tiene la misma virtud que defecto y consiste en esa fealdad en lo extremo que le otorga cierta personalidad, pero al mismo tiempo la hace casi insoportable. No es “engendros” una película fácil de ver, pero hará las delicias de los amantes del gore más extremo cercano al frikismo más sucio (literalmente “sucio”). Es una película bien manufacturada, con un guion correcto, buenos personajes y con ritmo. El problema comienza cuando nos damos cuenta que esta interesante película de horror es en realidad un insoportable festival de vísceras que pretende ir siempre un paso por delante del espectador y acaba convirtiendo sus virtudes en un festival sinsentido de “aun más gore, aún más sucio”. Lo que más me ha interesado es que parece un tipo de película que pretende coger un camino bastante habitual en el cine de terror pero que, en cuanto descubre sus cartas, se convierte en otro tipo de película con un desenlace más que correcto. Si os gustan las películas salvajes de terror (torture porn de lo más extremo) entonces ya estáis tardando en ver “Engendros”. Si buscáis una película de terror, mejor no.

Después de haber tenido la ocasión de verla por dos veces con tiempo entre medias y en circunstancias parecidas, el recibimiento no ha sido exactamente el mismo. La primera vez fue un divertimento inesperado: su combinación de humor negro, escatología y gore resultó ser de lo más satisfactoria, por encima de las lagunas evidentes. Como no las tenía todas conmigo, quise darle un tiempo para poder volver a verla. Y he ahí, tras el segundo visionado, cuando esa rareza positiva ya no pareció lo mismo: sus carencias en todo (dirección, interpretación, guion, etc.) se antepusieron como una cutrez que deslucía bastante, no del todo, la grata impresión de la primera vez.
Lo curioso es que parte de esa cutrez es por lo que se disfruta. No es de extrañar que tras los insulsos forasteros, la gracia esté en la singularidad de los residentes; un grupo de vecinos que conviven como una pequeña sociedad endogámica apartada de cualquier costumbre moderna, que plasma cualquier expresión de recelo que tengamos en mente del cateto sobre el extraño en cotas inimaginables. Sus aberraciones mentales en forma de números circenses y otras cuestiones igual de desdichadas que usan como regocijo, suponen la salsa ácida de este engendro. En definitiva, lo único que vale la pena de una sátira llena de malparidos.