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Kill! (Kiru)

Acción Genta, un ronin con un misterioso pasado, y Hanjiro, un antiguo campesino obsesionado por convertirse en samurái, se encuentran en una desolada aldea. Pronto se ven implicados en un conflicto interno del clan local de los samuráis, y cada uno se alinea en una de las dos facciones. Sin embargo, eso no impedirá que entre ellos se vaya forjando una peculiar amistad. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
18 de marzo de 2009
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos ante una obra muy innovadora que le da una vuelta de tuerca a las películas de samurais. Se afronta el género desde una perspectiva cómica y desmitificadora, con continuos guiños y burlas a los clichés y elementos característicos de este tipo de filmes.

Quizá el tipo de humor utilizado y la gesticulación del gran Tatsuya Nakadai estén hoy un poco pasados de moda, pero se agradece encontrar una película tan libre, donde además no se descuidan ni la fotografía ni la escenografía y las batallas no desmerecen las de otras obras más "serias". La imprescindible banda sonora, de tintes cómicos y dejes de spaghetti western, contribuye a hacer de ésta una película especial.

Con la cantidad de bodrios infumables que nos tragamos hoy en día por doquier, da gusto encontrar de vez en cuando obras como ésta, de directores no muy conocidos por estos lares (Okamoto, Kobayashi, Inagaki...), que merecen el calificativo de clásicos.
Dr Strangelove
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15 de julio de 2011
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena que cintas como “Kiru” vivan en un anonimato que no se merecen. Si consideramos el spaghetti western como corriente principal por su valía y repercusión mediática actual (referencias de Miike y Tarantino) el filme de Kihachi Okamoto podría verse como un objeto oscuro del deseo más cinéfilo como revisión del género de samuráis. Hay nostalgia y tiempo perdido en forma de un eterno y doloroso pasado… y una nueva repetición del mismo. Es curioso que la película se abra con toda la tradición polvorienta del western en un pueblo deshabitado y donde la muerte, odio y venganza habita en cada rincón. Ese deprimente arranque y la desnutrición de los protagonistas unidos por un gallo asemeja a los mismos como nos traslada a su final; el mismo gallo se encarga de cerrar la obra en el mismo pasaje esta vez lluvioso y optimista, bajo la supervisión de los dioses como metáfora del destino vigilante. O esa referencia a la tradición en ese festival con el que se llega al clímax del filme.

Se teje una conspiración y se habla del poder. Del poder sobre el más débil y sobre el títere de turno. Curioso la incorporación de mosquetes como nuevo referente de la fuerza frente a las viejas tradiciones que vimos en el “El último samurái” con alguna secuencia similar. El cine japonés crece y deja de estar anclado en sus viejas tradiciones. La conspiración del poder mediante el engaño es el nuevo orden pasado, presente y futuro. Tal vez haya que vivir dos vidas para poder corregir los errores y el tono crepuscular de “Kiru” se enfrenta a la energía de un rival y al mismo tiempo amigo. El filme de Okamoto habla de temas universales como la amistad y el amor pero también de la imposibilidad de recuperar el tiempo perdido frente a la redención personal, que queda como desahogo del destino.
Maldito Bastardo
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27 de enero de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por mucho que cambie el panorama cinéfilo, películas como "Kill! (Kiru)" de Kihachi Okamoto van a seguir siendo ese tipo de realizaciones que sólo algunos pocos curiosos se atreven a meter mano. Poco más de un centenar de usuarios han dado su voto a esta película y sin embargo merece más la pena, estoy convencido de ello, que la inmensa mayoría de producciones de cualquier año del actual siglo.

Afortunados pues aquellos que por curiosidad, por valentía o por ambas cosas llegan a esta película. Ante "Kill! (Kiru)" no hay más opción que la de disfrutar, y sea como sea el camino que nos llevó aquí, una vez puesto el punto y final la sensación que permanece es la de haber visto una gran película, redonda, entretenida, con un guión maravilloso y sobre todo, ahora llega mi personal homenaje, con un Tatsuya Nakadai portentoso. Me rindo ante este gran nombre propio del cine japonés porque habiéndolo visto en papeles serios y complejos, de infalible samurái tantas veces, aquí nos es presentado como un pobre hombre desarraigado, que tiene hambre y que a la vez transmite ternura y alegría.

El componente de humor de esta película es lo que la hace tan especial, tan peculiar. Haber visto tantas películas serias del Japón feudal y encontrarse por sorpresa con "Kill! (Kiru)" se agradece. Porque la trama de las deslealtades, de la lucha por el poder y esas cosas ya las hemos visto muchas veces, pero aquí están conducidas a través de las aventuras de dos pobres hombres, el inmenso Nakadai y ese campesino fiel, simpático y singular con el que se encuentra en un arranque para no olvidar. No es de extrañar que se le señale tan acertadamente como un "spaguetti eastern", porque lo es.

Y para acabar, más allá de sus rarezas (la mayoría pensarán: -buff, una película japonesa de finales de los sesenta, vámonos corriendo-) se trata de un largometraje bien realizado, con un guión sin fisuras y con escenas de acción espectaculares, maravillosamente bien filmadas. Aquí hay cine de calidad, pero no lo gritaré a los cuatro vientos, me parece incluso mejor que permanezca en el lugar que ocupa, habiéndola disfrutado sólo unos pocos afortunados.
Luisito
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4 de marzo de 2021
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Dos hombres desaliñados y sucios cruzan la calle principal de un poblado destruido hasta los cimientos. Uno es un yakuza, el otro un campesino.
Muertos de hambre intentan atrapar un pollo que camina tranquilamente por la calle; un cuervo les observa. La miseria les unió, ahora se disponen a enzarzarse en una gran aventura...

Magnífico encuentro como pocos se han visto en la Historia del cine de samuráis, que desde esta susodicha secuencia logra aportar una gran frescura y originalidad al género...y eso que a finales de la década de los '60 ya no se podía extraer seguramente nada más de éste. Ahí destacaban los trabajos de genios como Tanaka, Gosha, Kudo, Misumi, Ikehiro o el gran Kobayashi para demostrarlo; como el "spaghetti western" hizo con su digno y pulcro modelo estadounidense, el "ken-geki" también descendió, por su cuenta, a los infiernos de su propia mitología.
Y huelga decir que de entre todos los realizadores que aportaron esta nueva visión y forma, el bueno de Kihachi Okamoto merece ser uno de los más recordados sin duda; ya volvió a meter el dedo en la llaga y tratar temas ciertamente espinosos sobre la caída de su país en los estertores de la 2.ª Guerra Mundial con la memorable "The Longest Day of Japan". Entonces decide decantarse por un enfoque más lúdico y menos oscuro para su siguiente trabajo, encargo de Toho basado en una novela del autor Satomu Shimizu, experto en novelas negras e históricas.

Sirva de ejemplo esa escena inicial en la que se recuerda la de aquella "Warring Clans" y se revisita "Yojimbo" (a la cual se irá rindiendo tributo) con, en efecto, dos tiparracos hechos polvo, Genta y Hanjiro, que pelean por atrapar un pollo para calmar su hambre; genial presagio de lo que sucederá a partir de ese momento. Porque ambos bien podrían adquirir el papel de ese pollo perseguido y ese cuervo observando desde lo alto de la posada, dos animales que sin comerlo ni beberlo quedan atrapados en mitad de una batalla que no les concierne entre dos clanes enemigos a partir del asesinato del canciller de uno de ellos por sus propios hombres.
Lo importante de esto es la mirada que adquiere dicho conflicto, ubicado en plena era Tenpo. Como sucedía con Sanjuro y Kyoshiro en sus innumerables peripecias o con los parias de "La Fortaleza Escondida", Genta y Hanjiro representan a un espectador forzado a contemplar una masacre y poco a poco a verse inmerso en ella: el primero desde la perspectiva de un antiguo guerrero reciclado en ronin que desprecia los códigos del bushido; el segundo desde la de un pobre pero valiente campesino que anhela convertirse en samurái. Dos puntos de vista opuestos que les sitúa como enemigos, pues cada uno decide unirse al bando contrario, pero procurando unos fuertes lazos de amistad, asumiendo uno el papel de maestro y el otro de aprendiz.

Y pese a que el guionista Akira Murao y Okamoto exponen toda la ferocidad, suciedad, oscuridad y violencia extrema inherente a lo que debe ser un "chanbara" de primer orden, con sus traiciones internas, sus encarnizadas luchas entre facciones y sus subtramas romántico-trágicas, se proponen impregnar todo de un humor absurdo que se infiltra entre los pliegues de la amargura y el cinismo con inopinada y fascinante socarronería. Así, cada uno de los estereotipos que va apareciendo en la trama (desde los protagonistas a los guerreros, los sacerdotes o los jefes de los clanes) se ven trastocados y caricaturizados por la exageración humorística.
Por eso "Kiru" está más cerca de la lúdica diversión de "La Fortaleza Escondida" que del obstinado sadismo de "Tres Samuráis fuera de la Ley" o la amarga aspereza de "Trece Asesinos"; su aproximación es mayor al film de Kurosawa (y al "Sword of the Beast" de Gosha) al presentar una hazaña cercana a las claves del "western" (o más bien al "spaghetti") y el cine de aventuras, con reconocibles ingredientes como los clanes enfrentados en la montaña, un refugio que hay que asaltar, el eterno recorrido del paisaje, un secuestro y el amor de dos damiselas de por medio (Chino y Yo), además de la gran amistad que une a los protagonistas y que es una de las claves en el relato.

Y aparte de esto, sin contar la gran factura técnica de la que hace gala Okamoto, con el apoyo de un trabajo excelente de fotografía en blanco y negro a cargo de Rokuro Nishigaki y el buen hacer en el montaje de Yoshitami Kuroiwa, que asegura a la película un ritmo frenético, sobresale la intención del primero de desmitificar, como es costumbre en la época y como hacían sus coetáneos, la imagen del samurái y su código; Genta y Moriuchi como perfectos proyectores de esta oposición. Según vemos y nos cuentan, el honor del samurái se alimenta de la mentira y la violencia y la traición es la base para sostener un clan; la burla es brutal.
Como los dos pillastres de "La Fortaleza Escondida", la relación de Genta y Hanjiro y sus características exponen las mayores muestras de comicidad, interpretados por unos impagables Tatsuya Nakadai y Etsushi Takahashi, gesticulantes en extremo (sobre todo el segundo) y autoparodiándose sin ninguna vergüenza. Acompañando a éstos, que terminarán su aventura en el mismo sitio y de la misma forma que la empezaron, otros grandes actores habituales del género como Shin Kishida, Shigeru Koyama, Atsuo Nakamura y la bella actriz Nami Tamura, aunque sobresalen unos también graciosos Eijiro Tono y Masao Imafuku.

El fan del "ken-geki" que crea que lo ha visto todo en el género debe recordar como asignatura pendiente obligatoria esta "Kiru", una joya a la que nada falta: geniales personajes, ritmo de infarto, sorprendentes secuencias de acción, grandes dosis de intriga y humor y una banda sonora que recuerda a los "spaghetti westerns" del momento.
La sensación de aventura y entretenimiento está a prueba de bombas (o de katanas) en esta rareza de esencia "pulp" que sin duda tuvo que influenciar a un buen puñado de cineastas futuros. Okamoto es un maestro.
Chris Jiménez
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