Las palabras de Max

No pensaba escribir esta crítica, pero me movió a realizarla el hecho de que no tuviese ninguna, habiendo ganado el Oso de Oro en el festival de Berlín.
Cumplir los 50 años estando separado de su mujer y de su hija enfrenta a Max, sociólogo y poeta, con una realidad que no le gusta. Enganchado a un teléfono la mayor parte del tiempo, intenta conseguir de sus amigos y amantes un reconocimiento continuo. para él y para su forma de ver la vida. Rara película que pierde brillo con el tiempo pasado, pero que tuvo su repercusión en España a pocos años de la muerte de Franco. Algo atrevida en diferentes aspectos, cuando apenas se había estrenado en España hacer cine sin censura, Los que vivimos aquellos años sabemos del esfuerzo que algunos guionistas y directores tuvieron que hacer para mostrar al público algo diferente al folclore, la risa fácil o el destape por destape. Al menos por curiosidad, si pueden conseguir la película, muy tranquilamente la sacan del baúl de los recuerdos y reflexionan sobre los personajes... Seguro que consiguen comprender ese premio en un festival de prestigio, si no la sacan del contexto en el que los personajes se mueven, ni la comparan con el cine que podemos ver en la actualidad.

Con las películas que hemos visto de adolescentes pueden pasar varias cosas si las revisitamos muchos años después. Algunas que entonces no entendimos del todo, ahora nos ofrecen nuevas perspectivas. Otras que nos emocionaron o nos hicieron reír, en el presente puede que ya no tengan el mismo efecto o con la misma intensidad. Luego están las que nos parecieron entonces un rollo y ahora nos lo sigan pareciendo, por mucho que tuviéramos esperanzas de que nuestro bagaje actual nos hiciera ver cosas que entonces no vimos.Esta es de esas últimas, al menos en mi caso. Cuando la vi, los problemas y angustias de un viejales que solo hacía que hablar todo el rato, me quedaban muy lejos. Ahora que tengo una edad parecida, cabía la esperanza de que entendiera mejor al personaje, pero no, me sigue pareciendo un plasta. Y es que el título es ya muy expresivo: Las palabras de Max. Y la primera escena lo cuenta ya casi todo: ¿a quién se le ocurre llamar a un profesor después de 30 años para continuar una conversación sobre ética y teología? El hombre está más solo que la una y no es para menos: no hay quien le aguante. Y eso que le salen novias jóvenes y de buen ver, pero las espanta con tanto interrogarlas sobre sí mismo y sobre el sentido de la vida. Solo su hija le escucha, más por obligación filial que por otra cosa. Por cierto, la interpretación de Gracia Querejeta es lo mejor de la película,
pues tiene una naturalidad adolescente nada engolada. Seguramente se pretendía mostrarnos el retrato del intelectual que no vive por tratar de entenderlo todo. Es un personaje muy de aquellos tiempos en que en este país se empezaba a poder pensar por cuenta propia. En ese sentido tiene un pase, si lo encuadramos en la época. Pero le falta credibilidad, naturalidad y garra.

No es la alegría de la huerta precisamente nuestro personaje, que cuando habla parece que lo tiene todo siempre claro y apenas asoma en su personalidad algún rasgo de alteración, nada de ira, nada de mala leche, nada que se salga de su línea, siempre calmado y todo bien medido. No es que caiga mal, todo lo contrario, para tomar algo juntos y charlar de vez en cuando personas así, amigos así, son necesarios en la vida siempre. Pero claro, en lo personal jamás sería el alma que quisiera yo tener al lado de la mía de forma permanente. En un momento dado su pareja le reprocha que habla sermoneando, y detectar eso cada día debe ser un suplicio.

En todo caso no es un desastre, puede verse como curiosidad, aunque estemos en los primeros años después de la desaparición del cabrón del dictador español y no se le haga ni una referencia. Los tiempos están cambiando en la calle y no lo parece, las alusiones al contexto son mínimas, apenas su hija adolescente realiza algún apunte. Eso se tiene que echar de menos sí o sí, la distancia respecto a los hechos del presente es absoluta, de manera que el interés gravita en Max y sus alrededores. Y ahí está todo, si te gusta bien y si no, tampoco hay más.

Así pues no es cine comprometido, no es cine memorable por lo que nos ofrece ni por lo que nos cuenta Max, ni mucho menos por lo que le sucede. Es una pequeña película algo curiosa que ahí seguirá en el olvido. Y la culpa no es del actor protagonista, es sencillamente que de lo que hay no se puede sacar más.

Debut como director de Emilio Martínez Lázaro, en una línea muy alejada del tono de comedia que dio a sus posteriores películas como "Lulú de noche", "Los peores años de nuestra vida," o "Amo tu cama rica". La amarga historia de Max, fue una película encargada por el productor Elías Querejeta.

Su hija, Gracia Querejeta, hoy también directora de cine con títulos como "El último viaje de Robert Rylands", se estrenó como actriz en este filme, que ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín en 1978.

El guión es interesante, pero la película, que no dudo que en su día tuviera una cierta aceptación en España, más allá de en Alemania con el premio en la Berlinale, hoy parece excesivamente obsoleta, caduca. Aburre sobremanera ver a un hombre cincuentón, dando la vara a unos y a otros, en busca de no sé muy bien el qué.
Sus amigos lo soportan, pero rara vez le dan una 2ª cita, las mujeres, tras su separación, le dan mucho más de lo que se merece, y su hija se refugia en él para acercarse a sus problemas de juventud, pero también termina alejándose. Una pena de hombre, vaya. Insisto, muy aburrida, de verdad. Un 3.