Duelo a muerte en Río Rojo

A finales de los años sesenta Glenn Ford se dedicó a realizar westerns de bajo presupuesto con directores noveles o con directores ya muy veteranos a punto de retirarse. Este es el caso de “Duelo a muerte en Río Rojo” que supuso la última película de Richard Thorpe antes de su jubilación y que se dedicara como otros muchos a disfrutar de California.

La película no es gran cosa es cierto, tiene un aire televisivo evidente y muchas deficiencias. La música es espantosa y la fotografía es del típico spaghetti western italo-español de la época de serie B. Además algunas escenas con indios incluidos son ridículas para la fecha de la cinta, 1967, donde se pide un poco más de evolución.

La historia es excesivamente simple y ya vista mil veces y el metraje excesivo para lo que se quiere contar. A todo eso hay que sumar que ciertos actores secundarios –entre ellos el que hace de pistolero- no terminan de ser nada creíbles.

Pero aún así no todo es despreciable por tres motivos. Primero por algunos actores, entre ellos al mítico Jack Elam (“Hasta que llegó su hora”) que es el western personificado. Luego la extraña y a la vez belleza de Angie Dickinson –que ese año había estrenado también “A quemarropa”- y por supuesto por el inimitable Glenn Ford, uno de los pocos actores que aún con barriguita prominente queda extraordinario en pantalla como galán.

Todos estos westerns que hizo en su penúltima etapa –la última sería en los 70 con personajes del tipo de policías, militares y “Superman”- son un ejemplo de cómo se puede ser un tipo duro sin poner caras raras y sin tener aspecto de Terminator muscular. De todas ellas mi favorita es “Un paraíso a golpe de revolver” aunque ya digo que todas valen para pasar un rato en el viejo oeste.

El segundo motivo es por toda la parte final, que tiene un sabor amargo de western crepuscular que no es para nada esperado en una historia que tenía muchos elementos de comedia, y que se agradece que no decida ir por un final facilón.

El tercer motivo por la que recomiendo verla es simplemente porque soy un aficionado al western y eso me hace no ser del todo objetivo.

Nota: 5,4

Por un lado tenemos un pueblo del Oeste muy convencional, con apariencia de telefilme y música de fondo como de serie de La Ponderosa, pero que contra todo pronóstico hay todos los días un muerto.

Por otro lado tenemos a un sheriff al que le viene a buscar un guaperas por un pique muy infantil. El duelo parece inevitable. Todo está contado sencillamente pero con aire demasiado señorial para un sitio tan peligroso. El sheriff alivia las tensiones con la madame del lugar; los dos juntitos en la cama con la colcha hasta el cuello en vez de lo que son, parecen un matrimonio mayorcito hablando de los hijos.

La película carece del aire trágico y rancio de Far West, aún así tiene un pase gracias a las interpretaciones.

Cuando Jack Elam entra en la saloon, el camarero le dice a la mujer:
-Ese tipo quiere hablar contigo. No me gusta su cara.
Pobre Elam, que mal se vive así. Te comprendo muy bien.

Esta película pasará al imaginario colectivo como aquella en la que Glenn Ford luce una chaqueta de un amarillo chillón que no se quita ni para ir al váter. Por lo menos es el recuerdo que se me quedó grabado en la retina desde que la ví de pequeño.

Recientemente la he vuelto a ver, esta vez bajo el título de "Pistolero", y no puedo hablar maravillas de ella.

Argumento de lo más simplón: un joven pistolero llega a un pueblo con el empeño de retarse con el más rápido del lugar, que para más inri, es el sheriff. No se espera el pobre chaval que le saldrá el tiro por la culata.

Actuaciones poco convincentes. Glenn Ford con su cara de buena persona, regular. La Dickinson, bastante bien. Y Chad Everett que está para matarle, cinematográficamente hablando (y en la peli también).

La fotografía, en sintonía con la moda de esos años (véase "Grupo Salvaje" o los "spaguetti western"): desiertos descarnados dignos de ser habitados por personajes rudos y violentos.

De pena el grupillo de los indios aficionados al "agua de fuego". No dan el pego ni aunque te hayas bebido tu solo un garrafón del peor whisky del lugar.

Con una buena fotografía en Cinemascope, sobre todo en exteriores, Richard Thorpe dirije este Western de forma rutinaria, sin añadir, a una historia floja, algo que la haga más atrayente, pues a lo largo del film vemos situaciones mil veces vistas sin ninguna novedad.
El atractivo que en principio puede tener este film por el protagonismo de los dos principales actores Glenn Ford y Angie Dickinson así como de su director, seguidos de caras muy conocidas, se diluye por culpa de la dirección y el guión que parece solo destinado a hacer pasar el rato, sobre todo a los amantes del Western.

He titulado a mi crítica con el título que debió de tener la película: la traducción literal del original. No entiendo porqué se pierde un título que da sentido a uno de los temas que se trata en la película.
Dejando atrás este detalle, no estamos ante un gran western. Más bien, todo lo contrario: es un tanto mediocre. En mi opinión, el defecto más grave es que el guión no está lo suficientemente elaborado como para encajar a los personajes en la historia (pienso sobre todo en el joven pistolero y en el personaje interpretado por Jack Elam). No se palpan verdaderas motivaciones que hagan avanzar la historia con interés y que le hagan a uno empatizar con los personajes. Intento ver en la relación entre el sheriff y el pistolero que se quiere comer el mundo, una metáfora de las relaciones entre padre e hijo, pero tampoco me acaba de cuajar el film.
En cualquier caso, un reparto interesante y un final realmente excepcional hacen que la película sea recomendable para, al menos, los aficionados al western.