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Un lugar tranquilo en el campo

Terror. Intriga. Fantástico Un prestigioso pintor italiano, que está pasando una mala racha, decide alejarse del mundanal ruido e ir a pasar unos dias en una encantadora y apacible casa de campo veneciana. Sin embargo, la esperada tranquilidad se convierte en un laberinto de misterio y horror debido a las apariciones del fantasma de una condesa que murió en la casa en extrañas circunstancias. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
31 de marzo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este largometraje, Elio Petri entiende de una forma extraña, desconcertante, pero también sorprendente y sugestiva, el tipo de cine intelectual que en los años 60 encumbró, por ejemplo, a Michelangelo Antonioni, por no salirnos del cine italiano coetáneo. ¿Cómo resumir el argumento? Un pintor de vanguardia que vive en Milán, envuelto en una profunda crisis creativa (Franco Nero, en un registro interpretativo sutilmente diferente del de sus películas del Oeste de esos años) se va a vivir a una vieja casa de campo, abandonada, en la que se encuentra con la historia de una bella joven que vivió y murió allí, en la Segunda Guerra Mundial, y a cuyo espíritu o fantasma va achacando los extraños fenómenos que van sucediéndose en ese lugar, hasta que, finalmente, cae en la locura.

Lo que el artista protagonista va imaginando, o alucinando, o soñando, es visto por el espectador, de manera que la historia nos introduce en una realidad subjetiva, en la que no sabemos bien cuál es el grado de realidad que hay en ella. La subjetividad de un artista progresivamente perturbado se va mezclando así con una historia de fantasmas que lo mismo pueden ser "reales" o imaginados; es decir, son fantasmas interiores o exteriores. Estamos sin duda ante un film profundamente perturbador (que no perturbado) en el que se entremezclan el "giallo", el terror parapsicológico, la historia de fantasmas de fondo más o menos romántico, y hasta un erotismo más o menos sofisticado. Hay, además, una sesión de espiritismo realmente escalofriante.

La música de Ennio Morricone es bastante extraña, y la fotografía en color de Luigi Kuveiller realza la belleza paradisíaca de un entorno natural solitario y tranquilo que contrasta con la obsesión, la agitación y el trastorno de un protagonista al que vemos a menudo en movimiento.

La locura, o la neurosis, son temas que Petri trata aquí y que volverán a aparecer en nuevos films, inmediatamente posteriores, de este cineasta italiano, que actualmente está siendo objeto de una justa revalorización crítica.

Por otro lado, este film es un clarísimo antecedente de "El resplandor" (The Shining, 1980), film de terror dirigido por Stanley Kubrick.
Pedro Triguero_Lizana
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27 de julio de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Un lugar tranquilo en el campo” hace presagiar desde bucólicos atradeceres hasta “dejeneurs sur l´herbe” en el más puro estilo Edouard Manet. La obra de Elio Petri parece prometer pero no promete nada de esto. Lo que sonaba a una partida de campo de Jean Renoir o, rizando el rizo, a la levedad de la rodilla de Claire, se nos transformó por arte de bizarras artes esotéricas en aterdeceres rojo sangre, en pesadillas sin Elm Street y en minúsculas habitaciones 237 donde se agazapa la locura, y aunque no es descabellada la comparación con El resplandor, la alfombra roja sigue siendo para Kubrick.

Todo aderezado por un mejunje psicodélico o psicotrópico muy propio de los 60 y un toque Blow Up pero con desmesura en la dosis. Lo que en el film de Antonioni resulta “explicable” desde ciertos ángulos mentales, aquí resulta confuso y supone una agresión incluso a nuestras células grises más liberales y progresistas. Vencidos, acabamos concluyendo que la coctelera de Petri ha acabado desbordada, entre las locuras de su principal protagonista, un afamado pintor de la escuela pictórica del cubazo al óleo (Franco Nero), las ambiciones y dobles juegos de su manager y amante (Vanessa Redgrave) y los motivos inconfesables de una colectividad de respetables miembros de la comunidad que tal parece que todos se beneficiaron a una ninfómana de 17 años que, muerta en trágico accidente de guerra, parece reencarnarse a sus anchas y tirar los tejos al pintor y las tejas a la amante.

En la primera parte de la película, el espectador cree que está viviendo una realidad pero ¡ah! No, el mundo de las pesadillas aparece y desaparece de forma que nunca encontramos un asidero firme en el que sustentarnos o al menos esperar que pase la marea… Cuando se concreta la presencia de un ser ectoplasmático el film gana coherencia, y los motivos del pintor se hacen meridianos: El único cubazo que importa es el de tinta roja porque ese es el color de Wanda, no un pez, sino una fantasma de buen ver. Leonardo Ferri pinta hasta los árboles de rojo por ella, que es una forma de sorber los vientos. Así las cosas, nuestra Vanessa anda mosqueada porque el trabajo de verdad, el que da billetes y comisiones, no avanza, así que, tal parece (y no lo digo muy convencido) urde un plan junto a los accionistas del negocio de exposiciones de cuadros, para que la acechante locura alcance su climax final y deje a nuestro cazafantasmas revoloteando sobre el nido del cuco de un sanatorio mental y cambiando cuadros por chocolatinas y revistas pornos.

Reconozco que en esta última fase me perdí más que Hansel y Gretel en el bosque de la bruja y no es que quiera evitar contar spoilers. Es que no me aclaro… Seguro que sesudos críticos tendrán la piedra filosofal de todo esto. Y quedaré en la evidencia acostumbrada. Esperando todo ello, ahora mismo no se la recomiendo…
FATHER CAPRIO
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22 de noviembre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las obsesiones pueden tener su origen en una acción que nos involucra directamente o en un hecho externo y ajeno que nos afecta intensamente. Una obsesión tiene dos características esenciales: La primera, es una idea y/o una imagen que se preserva imborrable en la mente del individuo y lo ronda de manera persistente. La segunda es que las emociones de esta persona (ira, remordimiento, impotencia, ansiedad, atracción, temor y/o agresividad…) fluyen con tanto ímpetu y frecuencia que, en muchos casos, se somatizan. La psicosis (trátese de esquizofrenia o paranoia) puede llegar a relacionarse con las obsesiones, y en estos casos, el enfermo cruza fronteras que lo sacan severamente de su contacto con la ‘realidad’, poniéndolo en el camino de lo que algunos llaman locura.

Meses atrás, me encontré una novela corta que, el inglés Oliver Onions (1873-1961), publicó con el título, “The Beckoning Fair One” (El Gesto Positivo), en su colección de historias de fantasmas “Widderschins” (1911) y me animé a leerla luego de encontrar conceptos como el de Algernon Blockwood que se refirió a ella como “La más horrible y hermosa novela que se haya escrito en su género” o el de Robert Aickman que la citó como “Una de las seis grandes obras maestras en este campo”. Por la brillante manera como Onions recrea un fino y muy sutil ambiente fantasmal que se combina con la obsesión, sin demarcar lo real y lo imaginado, quedé muy a gusto con esta historia en la que, el protagonista es el escritor, Paul Oleron, quien decide ocupar una casa -por la que ha pasado en varias ocasiones- donde espera terminar la última novela que ha venido adelantando desde hace ya algún tiempo. Pero, su amiga Elsie Bengough (inspiración principal de su nueva obra y compañera de viaje que parece amarlo sin aparente reciprocidad), quizás termine huyendo de la casona cuando presienta que, hay “alguien” que no admite su presencia.

Ignoro si, el director Elio Petri y/o su colaborador Tonino Guerra, sabía(n) de esta obra al momento de escribir el guion para, “UN LUGAR TRANQUILO EN EL CAMPO”, pero, las similitudes son claras, no obstante los sustanciales cambios que se nos ofrecen en la película, pues, Petri, desde la primera escena, le apunta al propósito de recrear un ambiente de pesadilla y psicosis con tópicos freudianos que, en la historia de Onions, apenas se van reflejando bien avanzada la historia.

El protagonista de Petri, Leonardo Ferri, un joven pintor (bien representado por Franco Nero), se debate también en su ambivalente relación con la atractiva Flavia (motivo de pesadillas en las que se siente esclavo) y su obsesión con Wanda Valier, una joven y lasciva condesa que, al parecer, fue asesinada en tiempos de guerra en aquel lugar. Esta situación, sirve al director para lucirse con una serie de elementos visuales, muy efectivos en su propósito de crear un ambiente alucinatorio.

Por su parte, Vanessa Redgrave, cumple hábilmente con su rol de mujer -extrañamente- enamorada, hecho que se facilitó por el romance que sostenía con Nero desde que juntos aparecieran en el musical “Camelot” (1967) de Joshua Logan. Con estos protagonistas, el filme consigue traspasar las fronteras de la mente y, realidad e irrealidad, se entremezclan con gran efectividad hasta dejar bien plantada la compleja senda por la que nos puede llevar una obsesión.

Una mayor fuerza en el drama, un ambiente gótico más marcado, y una iluminación con cierto efectismo visual, creo que hubiesen realzado una historia que tiene, sin duda, un claro atractivo cinematográfico.

Título para Latinoamérica: LA MUERTE ES UNA MUJER
Luis Guillermo Cardona
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21 de septiembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atípica, extraña, irregular, enigmática y peculiar locura que juega con una historia de fantasmas para distorsionar la realidad del protagonista y del propio espectador, en una trama con un desarrollo propio de un experimento que no me ha llegado a convencer.
Los responsables de la producción no cuidan la calidad técnica ni la interpretativa.Lo que consiguen es introducir al espectador en el mundo de la locura y la enfermedad desmesurada, haciendo que todo sea excesivamente raro.
Me ha costado situarme en la historia que pretenden desarrollar, no he entendido muchas cosas y eso deja en evidencia que dificulta su fácil comprensión.
No ha conseguido engancharme, ni gustarme. Es un cine muy personal y atrevido que no es fácil de asimilar.
A mi me ha resultado aburrida y poco satisfactoria.
Jon
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