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Franklyn

Ciencia ficción. Thriller. Romance Jonathan Preest es un detective que oculta su rostro tras una máscara. Es un hombre escéptico que odia El Ministerio, una institución religiosa y enigmática que gobierna Meanwhile City y que, durante siglos, se ha encargado de proporcionar creencias a la población. Preest planea una venganza contra El Ministerio, pero, además, trata de castigar a los asesinos de una chica que él intentó proteger. Es el único ateo de Meanwhile City, e ... [+]
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
11 de diciembre de 2010
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos años después de haber sido estrenada en el London Film Festival, en el Reino Unido, por fin llega a los cines españoles Franklyn, un complejo melodrama de corte fantástico, con tintes de thriller futurista, realizado por el debutante Gerald McMorrow, que proviene del mundo de la música y la publicidad.

El guión del propio McMorrow narra dos tramas paralelas buscando el efectismo. Éste consiste en ir dejando migas de pan por aquí y por allá, a modo de pistas, con el propósito de mantener al espectador atento, para después tratar de sorprenderlo con ciertos giros, presumiblemente inesperados.

El principal problema son ciertas incoherencias en la historia. El realizador británico no consigue conjugar con solvencia el Londres actual, con un universo denominado Ciudad Intermedia, de forma que la narración puede resultar confusa en algunos instantes.

En todo momento la película ofrece una sensación de déjà vu. Por ejemplo, los góticos decorados de Ciudad Intermedia, con un estilo futurista un tanto retro, recuerdan sobremanera a Dark City de Alex Proyas. Después está el personaje interpretado por Ryan Phillippe, un violento y amargado justiciero enmascarado que, para terminar de recordar a Rorschach de Watchmen, acumula un sinfín de monólogos voz en off durante todo el film.

Para terminar con las influencias, citar las vueltas de tuerca a lo M.Night Shyamalan, el ambiente asfixiante de Blade Runner, el tramo final de Magnolia de Paul Thomas Anderson, en clave de fábula del destino o la función de los clérigos y la religión como ley de Equilibrium de Kurt Wimmer.

En cuanto al elenco, un nombre destaca sobremanera: Eva Green. Su interpretación sobre una chica desequilibrada, que juega peligrosamente con la vida y la muerte, es excepcional. La acompañan un discreto Ryan Phillippe en el papel antes mencionado, un solvente Bernard Hill como preocupado padre en busca de su desaparecido hijo y un impersonal Sam Riley, muy poco implicado en su rol de romántico incurable.

En conclusión, McMorrow abre demasiados frentes, tantos que al final le resulta imposible cerrarlos todos. A los mundos paralelos hay que sumar el romance, la crítica a la religión, consideraciones filosóficas, dramas familiares, realidad, sueños, mitos, traumas de guerra... Resulta imposible profundizar en todo ello, con un metraje de menos de cien minutos.

Sin embargo, se las ha arreglado para narrarnos este tremendo embrollo de manera entretenida, lo cual siempre es de agradecer.
Edgar
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4 de enero de 2011
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bonito proyecto de película, impecable, variopinta y exótica mezcla de imaginería gótica y tecnología más o menos "rudimentaria", al más puro estilo de eso que se está dando en llamar "Steam Punk". Un misterio por resolver, dos mundos, y como guinda del pastel Eva Green. Pues bien, no he entendido absolutamente nada.

Una bonita y siniestra fotografía, un diseño de decorado y vestuario originales y atractivos, al menos 3 buenos actores, música adecuada, sin estridencias, y sobre esta base aparentemente sólida, la nada, grandilocuente y grotesca nada. Y no puedo decir que no me haya gustado o que me haya aburrido, más bien me debato entre "va a ser que me ha pillado espeso y no la he entendido" o un ganador por poco "no hay nada que entender, la película no cuenta nada de nada". Ni siquiera queda la opción "eeh, es que lo explican todo en la segunda parte".

En fin, estética modernista, técnicas de matrix, sensualidad trastornada y poco o nada que contar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
croketon
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15 de diciembre de 2010
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al estilo fantasma de la ópera, con su máscara blanca de fondos oculares negros, con una forma operativa que oscila entre el mercenario y el ermitaño de un mundo ajeno, pues este detective privado parece habitar un mundo que contiene varios planos, el problema es que no se conjugan entre sí.

Porque en esa gótica ciudad, magníficamente ambientada a nivel visual pero igualmente desabrida a la hora de mostrar un espíritu real y menos promocionado (todo el tiempo parecería que desde los humos de esa orbe realmente saldrán elementos de volumen, pero la imagen jamás se condice con la fuerza nula que despide esa metrópolis) la fe lo es todo, no importa que fe, importa el alineamiento interesado. El prota deambula por la ciudad barroca como un eterno testigo que nos sirve de guía turístico para presenciar catedrales y vestimentas, pero que luego, a la hora de dar el siguiente paso...pues no hace más nada. La ciudad es extravagancia sin relleno.

Hay otra ciudad, más concreta y actual, ciudad de edificios grandes, dilemas más conocidos, encuentros y desencuentros. Jamás cobra intensidad porque la ciudad intermedia, completamente anodina, le roba ese puesto. Entonces el argumento de la peli no se desvía de ese lodo vituperado que tanto promueve. Todo se desarrolla dentro de un limbo que no toma forma por más que el espectador le ponga ganas: ambas ciudades se contrarrestan para crear este híbrido insulso que se queda en una promesa espectacular e innecesaria.
Juan Rúas
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5 de abril de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una acertada elección de protagonistas (el alelado Ryan Philippe, la eróticamente atormentada Eva Green, el inquietante Bernard Hill y el impasible Sam Riley) y unos medios digitales nada desdeñables, el director y guionista Gerald McMorrow propone una nueva vuelta de tuerca de este reciente subgénero, tan de moda últimamente, que podríamos llamar “thriller esquizofrénico” y que consiste en, meternos (o al menos intentar meternos) en la mente de un enfermo.

El género es arriesgado, porque la gente mentalmente enferma es gente que, por definición, no es mentalmente normal… así que el intento de identificarnos con un anormal puede acabar en:

a) Fracaso estrepitoso. La dirección y el planteamiento fallan y el espectador no siente que le invitan a ser un enfermo mental… lo que siente es que le toman por enfermo mental, o peor, por un gilipollas.
b) El planteamiento está bien, pero el director fracasa y la película le sale rara e incomprensible de cojones. El espectador acepta que forma parte de un experimento para meterse en una cabeza ajena, pero no lo asimila y percibe que se ha metido en la cabeza de un gilipollas.
c) Planteamiento y dirección son los adecuados y el espectador acepta el juego.

Lamentablemente, “Franklin” está en alguna de las dos primeras categorías y yo me inclino más por la primera. Su propuesta de separar el mundo de fantasía en el que vive atrapado Ryan Philippe (un mundo majestuosamente gótico, oscuro y sugerente pero absolutamente vacío y desprovisto de cualquier aportación a la historia) del mundo real no es novedosa, pero sí está suficientemente trabajada en el apartado artístico como para dedicar un rato a disfrutar de los efectos visuales. Desgraciadamente, dicha separación es tan drástica que realmente no hay relación palpable entre ambos mundos y transcurre más de media película hasta que se constata la naturaleza esquizofrénica de lo que llaman “ciudad media”, media película de tedio e incomprensión, media película tirada a la basura.

Además, para terminar de confundirnos (ojo, no lo digo como demérito técnico, porque no dudo de que confundirnos era precisamente la intención de Gerald McMorrow), las historias que tienen lugar en el mundo real son igual de paranoicas, o incluso más, que la acción que transcurre en la ciudad imaginaria. El desconcertante resultado, que tal era el propósito, es bastante tramposo: las tramas, en su confusión revoltijera, se muestran más relacionadas entre sí por su inconexión de lo que guionistas y directores son capaces de lograr con su talento, se retuercen unas con otras, se juntan y separan en una armoniosa sinfonía de caos que no cuaja, que sin duda era lo que se pretendia, en una obra maestra del psicodrama abstracto sino en una decepcionante aburrimiento y la ya mencionada sensación de “me cago en sus muertos, ya me han vuelto a tomar por gilipollas”

Película trampa de libro. Su bonito envoltorio deja entrever una propuesta de misterio a la que cuesta resistirse y no concederle una oportunidad; luego el misterio esconde un nuevo enigma y el enigma un acertijo, si le dedicamos cinco minutos nos pide otros cinco y luego exige otros cinco… y así se pasa todo el metraje hasta que desvelamos la última intriga para descubrir que no hay absolutamente nada, solo tiempo perdido. Alejaos de ella.
OsitoF
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12 de diciembre de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay en “Franklyn” retazos de gran director y, a ratos, de guionista, pero lo que es siempre lo más difícil, la ejecución y el final, no está bien resuelto, o al menos no es lo que el espectador espera después de tanta intriga.

Estilísticamente, la peli está bastante lograda. La puesta en escena es elegante y la ambientación de los escenarios, tan contrapuestos, cumplen, especialmente el lado gótico de Meanwhile City y el lado tétrico de Eva Green. A pesar de una banda sonora destacada, a la peli le sobra una voz en off con demasiadas explicaciones.

La película dibuja desde el principio dos mundos contrapuestos, uno terrenal (en una fantástica recreación de Londres como ciudad perfectamente apreciable) y otro oscuro y tenebroso, plagado de simbología religiosa y de adeptos a la fe, Meanwhile city.
Gerald McMorrow alterna cuatro historias en un aplicado montaje: Meanwhile City, el proyecto artístico de Eva Green, un chico obsesionado con el amor de su infancia y un padre buscando a su hijo. Sin embargo, el ocultismo con que con que lleva a cabo las líneas argumentales hace que el espectador se pregunte constantemente cómo se entrelazan las historias, o a dónde quiere ir a parar. Si se salva este importante obstáculo, es posible que el resultado sea reconfortante. De otro modo, el seguimiento será más tortuoso.

Sobresale Eva Green, con una presentación que anticipa su magnífica actuación, misteriosa, perdida, gris (“Puedo matarme una vez al mes sin morir”). Lástima que la película no tenga más empaque, porque da la sensación de que absorbe más celuloide del que le proporcionan y le podría haber caído algún premio.

Puede ser que “Frankyn” esté cargada de calidad técnica y buenas intenciones, pero su afán de ser demasiado pretenciosa, no alcanza las expectativas que se crea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gabriel Ufa
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