Los amores de una mujer francesa

(*) Una de las escenas más impactantes de la película es aquella en la que la mujer está sola en casa con su hijo, su marido ya se ha ido al frente.
Ella está por casa mirando revistas, el niño está jugando en su habitación, la abuela tampoco está en casa.

Es en ese momento cuando aparece en la puerta de su casa ese hombre (Gabriel Barylli). Él está prendado de ella, pero ella le había rechazado, le había pedido a él que la deje, él no se había dado por vencido, y ahora aparece en la puerta. No sabemos por qué escoge ese precisamente ese instante, pero el caso es que cuando ella abre la puerta, queda literalmente hechizada y se puede sentir la tensión.

Es como si en ese momento estuviera en un estado vulnerable o sin fuerzas para resistirse. Con su mirada, el hombre consigue que la mujer se quede absolutamente inmóvil, se puede sentir como la tensión (sexual) se dispara en el ambiente, se puede sentir como se dispara la adrenalina. Todo esto es gracias al actor y la actriz (y al director).

Todo lo que ocurre a partir de aquí está narrado sin palabras. A través de miradas (primero) y leves caricias en las mejillas (después), todo comienza a precipitarse..., bloquean con un pestillo la habitación donde está el niño, él la conduce a ella hacia la habitación matrimonial...

Todo lo que ocurre en esa habitación hasta que vuelven a dejar salir al niño (que ya se ha dado cuenta al escuchar los gemidos y los alaridos de placer) esta filmado de una forma exquisita.

Hay otros momentos buenos en la película, un encuentro inmediatamente posterior dentro del coche, aparcado en un bosque (mientras el niño está en casa y le pregunta a su abuela donde está su madre), todo muy apasionado (y también prohibido) pues ella a ratos se deja llevar pero después se resiste debido a los remordimientos.

La forma de filmar esas escenas y todo lo que viene después es impresionante y tanto el actor como la actriz están increíbles.