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Zoolander No. 2

Comedia Diez años después de conocerse entre pasarelas y sesiones de fotos, Derek y Hansel han caído en el olvido. Deciden entonces emprender una nueva aventura en busca de la fama y el éxito que perdieron. Para ello, viajan a Europa para enfrentarse a las nuevas celebridades. Secuela de "Zoolander" (2001). (FILMAFFINITY)
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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
12 de febrero de 2016
48 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como fan acérrimo declarado de la primera parte que soy, sería de necio intentar ocultar que estuve durante más de diez años esperando el estreno de esta secuela como agua de mayo. Las expectativas estaban muy altas, pues se trata de la continuación de una de mis comedias favoritas de todos los tiempos —habrá gente soltando espuma por la boca tras leer esto último—, pero también tenía una confianza ciega y absoluta en que Ben Stiller no me decepcionaría.

Y aquí os tengo que reconocer que tengo un problema muy gordo.

Cuando Zoolander se estrenó, fue absolutamente vilipendiada por cualquiera que la viese, pero con el paso del tiempo se convirtió en una película de culto cada vez reivindicada por un mayor número de personas, lo cual propició el estreno de esta secuela pese al relativo fracaso taquillero de su predecesora. Lamentablemente, no creo que vaya a ocurrir lo mismo con Zoolander No. 2 ni de lejos.

¿Y cuál es mi problema entonces? Que me ha encantado. Demasiado. Mucho más de lo normal. Mucho más de lo recomendable, incluso. Zoolander No. 2 se ha convertido, oficialmente, en la nueva película que pese a haberme fascinado en todos los sentidos, no me atrevería a recomendársela absolutamente a nadie por el riesgo de ser ingresado en un centro psiquiátrico inmediatamente después.

Sí, sé que a todos se os estará pasando por la cabeza que no será para tanto, que en cierto modo era exactamente lo mismo que pasaba ya con la primera. Pero no. Es que esto es peor. Mucho peor. Zoolander No. 2 es tan chunga, en términos puramente cinematográficos, que hace que Zoolander parezca El Padrino a su lado.

Lo primero que llama la atención de la cinta es el enorme despliegue de medios en pos de la subnormalada más grande del que hace gala. Desconozco cuál habrá sido el presupuesto, pero si no ha sido cara de producir, desde luego lo parece. Esta secuela es más larga, más absurda, más espectacular, más ambiciosa y a una escala mucho más grande que la primera.

Ayuda, y mucho, el hecho de que Ben Stiller dirija como los dioses. Siempre ha sido un director interesante estéticamente hablando, pero en esta película ha perfeccionado su estilo hasta límites insospechados. Lo propongo desde ya para encargarse de alguna producción de Marvel Studios, porque el empaque visual que tiene Zoolander No. 2 se caga y se mea en la mayoría de blockbusters que se han estrenado en la última década. Tampoco se queda corta en efectos especiales, algunos pretendidamente cutres para favorecer la comicidad y otros bastante logrados y resultones.

El guión está escrito a pachas entre Ben Stiller y Justin Theroux, pero cualquiera diría que ha sido obra de un niño de cinco años hiperactivo, con déficit de atención y puesto hasta las cejas de sustancias psicotrópicas. La película cambia de género constantemente según le plazca —a ratos es una cinta de espionaje a lo James Bond, un thriller conspiranoico nivel Ángeles y Demonios o directamente una película de cine fantástico con leyendas y profecías— y, como es de esperar, la trama no tiene ni pies ni cabeza. Va de cara, eso sí. Y con un ritmazo que no da respiro alguno. Se entrega por completo, desde el primer fotograma hasta el último, al humor más puramente lisérgico.

Sin tener ningún gag tan absolutamente brillante dentro de su propio absurdo como en la primera entrega, Zoolander No. 2 sí que tiene algún que otro momentazo para el recuerdo, destacando el accidentado paseo en coche o el asesinato de cierta estrella popera que abre la cinta. Pero cuando mejor funciona es cuando se centra en la innegable química entre Ben Stiller y Owen Wilson, a la que se le extrae todo el jugo posible. Particularmente hilarante es también todo lo relacionado con el hijo de Derek, la extraña pareja de Hansel o cualquier intervención de Mugatu.

De las nuevas incorporaciones, lo mejor que puedo decir es lo sorprendentemente poco que molesta Penélope Cruz —que no es santo de mi devoción, para qué nos vamos a engañar— y la grimaza provocada por el personaje de Kristen Wiig, aunque esté algo desaprovechada para mi gusto.

Digno de mención es también el desorbitado número de cameos, aunque como ocurre en las peores entregas de Torrente, las cualidades interpretativas de más de uno puede provocar vergüenza ajena de la buena. Siempre resultan simpáticos, en todo caso, y harán que nos planteemos cómo puede ser posible que ciertas personas hayan accedido a aparecer en una producción de estas características.

A raíz de las primeras opiniones que he podido ir leyendo, parece ser que el hostión a nivel de crítica lo tiene más que garantizado. Todavía está por ver lo que opina el gran público, aunque mucho me temo que les va a parecer incluso peor. Dignos de admiración son los huevazos del señor Stiller por haber producido una película a sabiendas de que iba a ser odiada por el 99% de la población.

Y que conste que ser fan de la primera entrega no garantiza nada, aquí el nivel de absurdo y sordidez se ha multiplicado por cuatro, así que partimos de cero: aunque te haya gustado Zoolander, las posibilidades de detestar Zoolander No. 2 son exactamente las mismas —o quizá un poquito más, por aquello del factor nostalgia y las altas expectativas— que las de la gente normal. ¿Cuál es la parte positiva de todo esto? Que si te gusta no habrá término medio, te encantará.

Por una parte, me siento tremendamente afortunado de pertenecer a ese grupo. Por otro lado, sé que formo parte de una guerra que estoy destinado a perder. No se puede defender lo indefendible. Esto es así. Pero, en cierto modo, me da igual.

Es estúpida, es bizarra, es Zoolander.

¿Qué más le puedo pedir?

Crítica original: http://www.criticronico.com/2016/02/zoolander-no-2.html
Juankiblog
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15 de febrero de 2016
33 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
15 años ha tardado en llegar la secuela de una de mis comedias malas favoritas. Maldigo mis expectativas y maldigo al señor Stiller. Me ha pasado exactamente lo mismo que con la secuela de dos tontos muy tontos. Una gran sensación de más de lo mismo pero sin ser brillante ni original.

Cuando zoolander salió tuva una discreta, tirando a decepcionante recaudación en taquilla pero el boca a boca hizo que se convirtiera en una película de culto, con muchos adeptos que usan bromas de la película en su día a día.

No quiero pecar de tritón pero os voy a relatar mi experiencia al ser un gran fan de la original y teniendo en cuenta todo el bombo y expectativa mediática que tuvo esta secuela y el tiempo que tardaron en parirla... me esperaba algo más gracioso y menos condescendiente con el espectador.

Yo he ido totalmente receptivo al show. La película se estrenó el Viernes pasado y la única sesión en V.O disponible en la ciudad en la que vivo era a las 17:45 h. Saliendo a las 17 de trabajar, salí corriendo recogí a mi colega de batallas y nos fuimos corriendo al cine que estaba a las afueras de la ciudad.

Llegamos justo y entramos en la sala. Eramos 7 en la sala. Literal. Empiezan los anuncios... no entiendo porque los anuncios son cada vez más televisivos y más coñazos pero esta es otra historia. El caso es que empieza la película y sale el sello Walt Disney y a continuación el título de Zootropolis... y un montón de animalitos felices. Sigo bastante las obras de animación pero esta se había escapado de mi radar. Pensé que era una broma interna de la película... uno de esos inicios de película estilo Gremlins 2 con animación y que serían dibujos de la "escuela Dereck Zoolander para niños que no saben leer chachi" y al tener la palabra zoo en el título, todo cobraba sentido.

Después de interminables 10 minutos de película pasó a un pantallazo en blanco... unas cuantas risas (creo que las más sinceras de toda la tarde) y comienza la película. El hecho de que el primer personaje que aparezca sea Justin Bieber... la verdad no ayuda. Este mocoso es el anticristo del espectáculo, lo usan para llegar al público de beliebers y lo matan nada más empezar para contentar a todos los haters. Pero a mi me apesta y no me hace ninguna gracia.

La película pasa sin crear esa magia cómica que tenía la primera. Los chistes se repiten pero sólo algunos funcionan y no existe ningún momento realmente genial.

Me paso la película esperando a Mugattu (Will Ferrel) y lo mejor de él se encuentra en el trailer de la película. Típico.

Después de mirar un par de veces el reloj y calcular cuanto le quedaba al tedio de repente encienden las luces del cine en el que estaba y aún quedaban como dos minutos para los créditos... alguien tenía más prisa que yo de que acabara.

Salgo del cine bastante puteado, encuentro a una empleada por el pasillo y le relato mi experiencia.
Lo ofendido que estaba por haber visto 15 min.(siempre viene bien exagerar) de otra película de conejos felices y la falta de respeto por haber encendido las luces antes de tiempo. La chica habla con el encargado y nos devuelven el dinero. Con 8,60€ más en el bolsillo me duele menos deciros que es una mierda.
requiemforadream
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5 de mayo de 2016
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este esperpento, bodrio, engaño, patraña, en definitiva, basura. Destruye por completo el buen recuerdo (al menos el mío) de la original Zoolander, llena de gags descojonantes y con escenas míticas que perduran en el recuerdo.
Ahora, con esta cosa, simplemente han hecho un corta y pega de la anterior, añadiendo más gilipollez, mal gusto, peores secundarios y ningún argumento.
En definitiva, buscaron taquilla rápida y se pasaron por el Acero Azul a los espectadores.
Basura que, por desgracia, es la tónica habitual.
Ben, muy mal, Ben...
bakero1963
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10 de marzo de 2016
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un momento donde Derek Zoolander espeta, apesadumbrado, que “ha perdido la chispa”, aquello que le hacía ser el modelo más icónico del mundo de la moda. Esa chispa que le hacía tener la mirada más glamourosa de la historia del cine, la mítica “mirada acero azul” (no confundir con “mirada Magnum” ni con “mirada Le Tigre”). Pues eso es lo que podría decirse de “Zoolander nº 2”. Ben Stiller ha perdido la chispa. De la comedia. A secas y al grano. Porque el mundo del humor es ese que no está al servicio de todos los gustos ni paladares pero que cuesta muchísimo dominar. Stiller, artífice de uno de los títulos clave de la comedia desenfadada y absurda de la década del 2000 y que se convirtió en un título de culto (merecido), ha tardado la friolera cifra de 15 años, que se dice rápido, en traer de nuevo a la vida a la pareja de descerebrados personajes / modelos. Y en parte es lógico imaginar las razones. La primera parte, que no fue un éxito inmediato por mucho que parezca lo contrario, era una crítica incisiva, acertada y mucho más negra de lo que pueda parecer sobre el mundo de la moda, cuando ésta aún contaba con el glamour, aceptación social, veneración mundial y una idiosincrasia particular que la convertía en todo una institución de elitismo, snobismo y sobre todo status pudiente.

Lo que nos encontramos en “Zoolander nº 2” es una secuela extremadamente tardía, una que no puede ofrecer nada nuevo porque todo cambia a ritmo vertiginoso y lo que ayer hacía gracia hoy queda en la mueca torcida, lo que ayer era vox populi hoy ya no sirve ni como gag. Y eso es lo que sucede aquí: un chiste mal contado y sin apenas humor. Fuera de los ínfimos primeros minutos que parecían ser un preámbulo de algo divertido (quizás donde se concentre el mayor número de aciertos cómicos) todo se torna chirriante, sin pizca de sal, tosco y ante todo fuera de lugar. La primera fue un acierto, esta nueva entrega no lo es, ni por asomo. Allí había una crítica a la moda envuelta en una comedia sobre descerebrados que no sabían que lo eran. Aquí es todo un simple más de lo mismo que no arriesga, no innova, no evoluciona, no ofrece novedades, no hay risas, no hay humor inteligente, no hay sal gruesa con la que poder echar una risas sanas y cómplices. No hay nada. Stiller, al igual que Zoolander, demuestra que ya no es el rey de la comedia inteligente y mordaz. Lo que aquí contemplamos es el chascarrillo por el chascarrillo, sin apenas haber un trabajo detrás. Todo muy rancio, muy impostado. Lo que suele llamarse la vacuidad de contenido.

Porque incluso a poco que uno rasque en la superficie puede intuirse una ácida crítica al postureo en el mundo de las redes sociales, la incisiva mirada cortante hacia productos pop que cuenta con hordas de seguidores y enfurecidas masas “hater” centradas en la figura del más polémico icono al respecto: Justin Biever. Con un comienzo que bebe mucho de productos como “Misión Imposible”, la matanza sangrienta a modo de linchamiento del cual es víctima el cantante podría servir como carne de gif, como si de una especie de respuesta visual se tratase a lo que lleva diciéndose sobre su persona a través de redes sociales, portales y blogs de internet. Otro objeto de sátira es cómo la moda ya no tiene una definida postura mediática sino que está al servicio de lo vanguardista, lo transgresor, lo inconformista, lo grotesco, de pasarelas incómodas y de indefinidos gustos donde no hay un perfil concreto (el personaje de Todo, interpretado por un Benedict Cumberbatch andrógino, es el mejor ejemplo al respecto). Hasta puedo llegar a ver una especie de exposición sobre la dificultosa tarea de congeniar el mundo elitista, unilateral e unidireccional de los y las modelos que se encuentran en incompatibilidad con la decisiva y trascendental labor de ser padres.

Sin ser demasiado estricto, puedo ver ciertas pericias y aciertos en esos aspectos. Pero cuenta con un problema muy grave, uno que los guionistas no han podido o no han sabido enfocar, encajar o exponer. Y ese no es otro que contar con un guión confuso, atiborrado de infinidad de ideas sin orden ni coherencia narrativa. Eso hace peligrar el poco acierto que contiene y tropieza minuto a minuto, tambaleándose de una historia a otra sin ser definida. Para empezar todo comienza como una película típica de espías encubiertos dirigidos por el personaje de Penelope Cruz, quien intenta demostrar por todos los medios posibles que es una actriz apta para la comedia (cuando se nota a las claras que el personaje y las dotes para la carcajada le vienen demasiado grandes). Más tarde todo está enfocado en el cine familiar con la vis paterno filial. Zoolander intenta recuperar a su hijo por todos los medios posibles. Pero todo es tan forzado, tan esperpéntico (en el peor de los sentidos), tan insustancial tanto para la película como para la historia que en su conjunto resulta de lo más insípido, estúpido y rematadamente absurdo. A eso hay que sumar el error garrafal de casting pues contamos con un chaval que no da la talla como actor siendo un auténtico estorbo y nada agradable a la vista.

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
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10 de febrero de 2016
27 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo amo a estos personajes y adoro su primera parte. Ben Stiller es un genio incomprendido y como tal va a conseguir que su segunda incursión en el mundo de la moda vaya a sufrir lo mismo que en la primera parte por la crítica del espectador promedio. Si, tú. Ese mismo que le perdona absolutamente todo a Star Wars VII. Zoolander es una carta de amor a sus personajes y a mi, totalmente hipervitaminada. No para. Si no pudiste con la primera utiliza tu tiempo en cualquier Nolanada o Iñarritada porque Hansel sigue sienfo lo más, Hansel.
silentmonte
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