Your Name Here

Tras un brillante plano secuencia que deja un sabor de boca fidedigno y locuaz, amen de introducirnos en un mundo de decadencia y drogadicción, "Your Name Here" arranca como una de las propuestas más curiosas y paranoicas de cuantas se hayan realizado en los últimos años sobre el reverso interior de esos singulares escritores que tan suculentas perlas han aportado a la historia de la literatura. Lo malo, es que tras susodicho plano secuencia, el brillo y la lucidez desaparecen bien pronto para dar paso a un espectáculo desabrido que, más que no saber como sustentarse entorno a todos los elementos desarrollados, no toma en ningún momento el cauce adecuado para sumergirse en el universo que se nos plantea.

La principal pega del debut de Matthew Wilder reside, ya no sólo en las formas escogidas para dar paso a un testimonio tan delirante como desarraigado de las estructuras convencionales del cine, sino en el planteamiento de los diversos esbozos que presenta, que pretenden ser tan significativos y elocuentes, que se quedan en demasiado obvios y burdos, pues en ningún momento el montón de acontecimientos que se suceden, uno tras otro, arrojan un poco de claridad sobre unas conclusiones que, pese a estar planteadas y sobre la mesa, se descuidan tanto que todo se derrumba ante un camino tan falto de intensidad como vulgar.

En la única faceta que podría destacar "Your Name Here" tras el dechado de inconveniencias a las que somete su realizador a su ópera prima, que no es otra que la actuación de un Bill Pullman que, cuando quiere, lo logra con creces, tampoco destaca demasiado y todo termina quedando en un reiterativo quiero y no puedo que, por suerte para el espectador, concluye rápidamente y, pese a su intentona por querer entrar en el pequeño terreno dedicado a las obras de culto, falla estrepitosamente.
Si realizamos comparaciones con trabajos (como, por ejemplo, "The Naked Lunch") que median un cauce parecido para lograr dar vida al mundo más imaginativo y delirante de un escritor, sus carencias resultan todavía más patentes, pero como siempre se ha dicho que las comparaciones son odiosas, lo dejaremos aquí y le desearemos más suerte a Wilder en su próximo trabajo. Por lo menos, lo ha intentado, cosa que no se puede decir de tantos otros.