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Estado de alarma

Thriller. Drama. Bélico Guerra Fría. A bordo del Bedford, un barco americano al servicio de la OTAN, además de la tripulación, viajan un periodista y un ex oficial nazi de la marina. El capitán Eric Finlander (Richard Widmark), para poner a prueba a sus hombres, decide perseguir a un submarino ruso. Pero Finlander es un neurótico que acaba desquiciando a la tripulación. La irritación de Ben Munceford (Poitier), el fotógrafo de prensa, llega al límite al ... [+]
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
19 de febrero de 2009
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inquietante y claustrofóbico thriller bélico, de origen británico, que narra la historia de un destructor norteamericano de la OTAN, en manos de un paranoico capitán (magistral Richard Widmark) en su intento de busca y captura de un submarino soviético, con la Guerra Fría como telón de fondo. Película muy desconocida para el gran público e injustamente olvidada, ya que se trata de un film con una tremenda carga de alta tensión, ya sea dentro del “Bedford”, (nombre del destructor), en la guerra psicológica que mantiene el capitán con el oficial médico y parte de la tripulación, como fuera de el, en ese peligroso juego que se traen del gato y el ratón, entre submarino y barco. Nos da una idea de lo frágil que era la paz en esa época y probablemente hoy día…Excepcional reparto, con un Richard Widmark, que sobresale del resto, Sydney Poitier en pleno éxito de su carrera y un gran Martin Balsam. Un brillante montaje, da a la película un ritmo excelente, que hace a uno preguntarse porque este director, James B. Harris, ha trabajado tan poco como director, ya que, si que fue productor de los primeros films de Stanley Kubrick. Esta es su única película destacable, el resto de la filmografía para olvidar. Es una buena película, que de niño vi en televisión, (y me encanto), en el famoso programa de Jose Luis Balbín,”La clave”, cuyo tema aquella tarde/noche, era la Guerra Fría.
Juggernaut
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24 de noviembre de 2009
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los años 60, tras las crisis de los misiles entre Kennedy y Kruschev, la paranoia nuclear estaba a la orden del día. En el cine también se reflejó eso. "Dr. Strangelove" de Kubrick y "Punto límite" de Lumet son una buena muestra de ello.

Esta película bebe de eso, y de esa época. Richard Widmark la produjo, y ofrece una interpretación muy buena, como no podía esperarse menos de él.

Es una especie de Mobby Dick, pero de la era nuclear. El capitán del barco está obsesionado por su ballena, sólo que en este caso no es blanca, sino un sumbarino soviético llamado acertadamente "Gran Rojo".

Interesante film, que retrata muy bien una época y una obsesión. Evidentemente había mucho juego de "disuasión" en las escaramuzas de la guerra fría. Lo que plantea esta película es el factor humano, ¿qué pasaría si uno de esos capitanes de buques con tecnología nuclear fuese un Capitán Ahab?

Lo mejor, aparte de la mencionada actuación de Widmark, es la atmósfera asfixiante que rodea el barco, y que de la "ballena" sólo muestran la "aleta" hasta que... ah no, ¡a verla!
Gilbert
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26 de marzo de 2011
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no me gustaba tanto una película, y menos de la Guerra Fría.

Widmark, como capitán, es excelente. Una buena historia, si bien los efectos de la época no son de lo mejor aunque eso es muy ocasional y no afecta para nada. Se mantiene una tensión inteligente, y parece recordar en cierta medida a El Motín del Caine, aunque no tenga nada que ver en su base argumental.

Recomendable, sobre todo para el público que conozca el trasfondo de la Guerra Fría y la tensión de la época entre los dos bandos. No diré mas para no despanzurrar el argumento.
enorme
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2 de marzo de 2017
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Richard Widmark es el capitán de un buque de guerra. Su aire belicoso le hace chocar continuamente con la tripulación. Cuando un submarino ruso se mete en aguas territoriales, el capitán inicia su persecución aún en contra de las instrucciones que recibe del Mando. El enfrentamiento está servido y es la excusa para la presente película.

Todos tendrán que aguantar su mal carácter. El teniente que aspira a un ascenso, el médico que huye de sus matrimonios fracasados, un oficial agregado y, también, un reportero que pinta poco en un buque de guerra pero que le meten para aumentar la tensión. A todos se los merienda el capitán, lo que tenemos que agradecer a un estupendo repertorio de contestaciones y cortes que va metiendo sobre la marcha.

Por tanto, gracias a una correcta dirección y a la buena interpretación de los profesionales aquí presentes, el film mantiene la intriga por saber si el capitán la va a liar o no. Con Richard Widmark por las malas, te esperas lo peor.
floïd blue
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2 de junio de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el film más impresionante que he visto sobre la guerra fría, mucho más que Teléfono rojo, volamos hacia Moscú. Injustamente desconsiderada por la crítica, merece un puesto de honor en el género de política-ficción. El capitán de un destructor (Richard Widmark) necesita una guerra que no existe. Está obsesionado por un enemigo que no le ataca. Es un cazador sin presa que convierte a un submarino ruso en una falsa amenaza; que falta al cumplimiento de su deber por conseguir una victoria innecesaria. Su agresivo carácter, que no logra disimular con sonrisas paternales, obliga a la tripulación de un destructor a estar en perpetua tensión. Presiona a sus subordinados más allá de lo humano, tratando de librar una guerra personal que nada tiene que ver con los intereses de su nación. Y esa patológica mentalidad provoca al fin la tragedia.
El acierto mayor del guión reside en la inconsciencia de su protagonista sobre la fiera voluntad de su propio carácter. Pretende seguir órdenes, ajustarse al reglamento de los estados de alarma, pero en realidad desea destruir lo que odia aunque no haya razón para ello. No escucha las críticas del periodista (Sidney Poitier), no sigue los consejos de su asesor naval (Eric Portman) ni respeta los diagnósticos del médico del buque (Martin Balsam). Su conducta no sirve a la OTAN o a Estados Unidos, sino a su fanatismo anticomunista. Pero él procura autoengañarse con la dignidad del profesional que entrena a fondo a sus hombres por su propio bien.
Es un argumento que angustia, pues evidencia que el mando puede estar en manos de quien no controla sus pasiones. Pero al mismo tiempo mantiene en vilo la atención, ya que en no pocos momentos parece que se da la razón al violento capitán, pues, en definitiva, el ejército carece de la moral de la vida civil. Su filosofía es conseguir mediante una férrea disciplina un aparato de combate eficaz, por cruel que resulte.
Alberga cierta fascinación ese duelo en los icebergs del Artico entre ese destructor implacable y ese submarino del que sólo asoma su periscopio.
Luis
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