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La tonta del bote

Comedia Susana (Lina Morgan) es una huérfana poco agraciada, ingenua y algo torpe que vive desde niña en casa de doña Engracia, pues su madre murió a los pocos días del parto. En esa casa, en la que también viven tres sobrinos de doña Engracia sin oficio ni beneficio, Susana es la criada de todos y para todo. Las necesidades económicas llevan a Engracia a alquilar una habitación. Al anuncio responde Felipe (Arturo Fernández), un hombre apuesto ... [+]
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
2 de enero de 2012
40 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, hay seres en este planeta que no saben lo que es Filmaffinity. Sí, incluso los hay que no saben lo que es internet.

Mi abuela era uno de esos seres. Y, por suerte o por desgracia, le gustaba "La Tonta del Bote". Y, he de decirlo, yo también me lo pasaba bien viéndola cuando era pequeño. Y aún a día de hoy salvaría ese número musical totalmente onírico y surrealista.

¿Éramos tontos? ¿Incultos? Puede ser. O puede ser que en una tarde de sábado en la que sólo estábamos el uno y el otro, no necesitáramos, ni más ni menos, que a la tonta del bote.
suiciderun
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1 de marzo de 2014
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues qué bonita es «La tonta del bote». Sí, muy melodramática y muy radionovela, pero también muy emotiva, noble y, por supuesto, teatral en el buen sentido, algo comprensible puesto que se basa en una obra de teatro de Pilar Millán Astray.

A cada cual mejor del reparto coral, de esos de los de antes. Porque una película no puede ser la misma si en ella interviene el superclase Arturo Fernández, quien irremediablemente marcará la diferencia. Qué pedazo de actor, qué manera de hablar, de mirar, yo qué sé, de todo. Es normal que su Felipe traiga locas a las mujeres, porque desde luego que él lo vale, tan estupendo, listo, triunfador y gallardo. Un caballero español, para más señas madrileño, más chulo que nadie y con más humos «que el express». «Sí-pi». La otra que tal baila es una sensacional María Asquerino dando vida a una compleja doña Engrancia, que pese a todas sus equivocaciones y malas artes no llega a caerte antipática; hay algo muy humano y sincero en ella. La muy guasona Lina Morgan quizá sea la más flojita, pero igualmente se muestra entrañable e inolvidable gracias a una Susana que te roba el corazón. «Algo muy grande es lo que me hierve en el pecho...» Qué diálogos tan bien escritos, por cierto.

En definitiva, un cuento de superación, redención, bondad y amor que, si te descuidas, hasta te pondrá los ojillos acuosos. Para soñar un rato sin complejos.
Kaori
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13 de septiembre de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cinta entrañable basada en una obra de teatro de principios de siglo con un claro carácter folletinesco. Es una obra coral donde la tonta del bote tampoco tiene tanto tiempo en pantalla, con personajes bien construídos y muy arquetipicos. El lenguaje y el ambiente chulapo está bastante exagerado llegando al culmén con la pareja de chulos de Madrid. Arturo Fernandez haciendo de galán y Lina Morgan clava su papel.

Leches, si es que te partes. Y encima entiendes a los actores y vocalizan bien. Le clavo un seis porque es un producto muy interesante. Bién vale un visionado.
Cinemaníaco
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22 de enero de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del chotis y del charlestón, porque estamos en los años 20 del Madrid de sainete y zarzuela, cuando un kilo de patatas costaba la friolera 20 céntimos.
Y una suerte de sainete compuso en 1925 Pilar Millán Astray, sí, la hermana escritora del fundador de la Legión y de Radio Nacional de España. Una especie de "Cenicienta" huérfana, Susana (Morgan), adoptaba por una "madrastra", Engracia (Asquerino), que en una modesta prendería vendía vestidos usados para sacar adelante a tres sobrinos vagos y malcriados.
Como habrán adivinado Susana pechaba con todo el trabajo, y encima era maltratada y vejada como "La tonta del bote". Así estaban las cosas cuando aparece el príncipe del cuento en la persona de Felipe Chacón, alias El Postinero (Fernández). Lo demás ya lo dice el cuento.
Como película es mala, no hay que darle más vueltas. Aun para 1970 resulta desfasada la chulapería de organillo o la retrechería de navaja palmera de los tiempos de "La Revoltosa", también con su "Celipe de mi vida". Canta sobre todo la pareja de Narciso (Sacristán) y Asunta (Francis-Gabaldón) que deben desarrollar un fraseado achulado muy fuera de lugar.
Como comedia hace poca gracia. Al menos nosotros nunca hemos reído los golpes de Lina que resultan en general muy burdos, aunque hay que reconocer que han gustado a mucha otra gente.
Como melodrama salva la cosa la presencia de Arturo Fernández que, sin necesidad de forzar la labia, con su sola presencia, se sitúa pronto en el centro de la trama con ese aire de galán elegante, dominador pero también tierno. Lo mejor de la cinta.
En lo costumbrista resaltar algunas alusiones farmacéuticas en los diálogos chulapos: "Eres el prospecto de un específico", "Yo un caramelito de los Alpes" o "Un aperitivo San Patricio que abre el apetito".
Cinta floja que no recomendamos salvo a los fans de Lina y de "Cine de barrio", que son muchos más de lo que pensamos y que también merecen un respeto.
Lafuente Estefanía
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11 de junio de 2009
33 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo siento, pero... ¡¡¡jooorl!!! no puedo, no puedo... No puedo con ella. Lina Morgan simboliza, para mi, la quintaesencia de ese infame cine de barrio que durante lustros y más lustros hizo picadillo cualquier tentativa en nuestro país de emplear el séptimo arte como vehículo artístico o cultural. Y aunque pueda parecer injusto atribuirle a esta señora todos los males y las desgracias de nuestro entrañable cine tardofranquista, lo siento en el alma. Lina Morgan es, por así decirlo, mi chivo expiatorio particular. Nadie como ella ha conseguido revolverme las tripas con tanta intensidad. Y lo que es peor: nadie como ella ha logrado abochornarme como ella lo ha hecho. No entiendo, por muchas vueltas que le dé, cómo es posible que sus payasadas pudieran resultarle cómicas o divertidas a cualquier individuo con dos dedos de frente. No entiendo como un humor tan zafio y rupestre pudo alcanzar semejantes cotas de popularidad. En serio, no lo entiendo. Y aunque soy consciente que esta crítica va a ser salvajemente masacrada por los fans de la innombrable (los únicos que pueden tragarse con cuchillo y tenedor estulticias como “La tonta del bote”), la sensación de desahogo que supone ponerle las pilas a una insigne cacatúa como la Morgan es algo que no se paga con dinero. Palabra.
Taylor
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