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El pabellón de los oficiales

Drama Al joven Adrien, en el primer día de la I Guerra Mundial (1914-1918), le estalla una bomba en pleno rostro. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
6 de febrero de 2006
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia de un herido al inicio de la Primera Guerra Mundial. Lento desarrollo de un drama personal que te mantiene con el corazón encogido ante tanto horror fruto de la barbarie humana vulgarmente denominada Guerra. Muy buenas actuaciones con un Eric Caravaca y una Sabine Azema sobresaliendo. Todo ello aderezado con una banda sonora triste y melancólica. Buena película del irregular cine Francés.
kelpie
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9 de julio de 2006
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor película de Dupeyron hasta la fecha.
Para mí, debió de ser la Palma de Oro de aquel año en el festival de Cannes.
Una historia estremecedora.
Cine en mayúsculas en todos los apartados.
Caravaca es definitivamente uno de los actores franceses más interesantes de los últimos años.
Vibrante.
Alain
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30 de agosto de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kant: «La razón [...] nos enuncia su veto inapelable: no debe haber ninguna guerra; ni entre tú y yo en el estado de naturaleza ni entre nosotros en cuanto Estados».

Varias películas vienen a la mente:
- Johnny cogió su fusil – (Dalton Trumbo, 1971)
- Largo domingo de noviazgo – (Jean-Pierre Jeune, 2004)
- La vie et rien d’autre – (Betrand Tavernier, 1989).

Vemos el rostro de él a través de la mirada de los otros (de horror y de asco).

Adrien pasa más de cuatro años en el pabellón para oficiales recuperándose de una herida en los primeros días del conflicto. Si en un primer momento se encontraba solo, poco a poco las camas alrededor se van llenando. Vemos la guerra no desde el frente sino desde un hospital, lejos de las bombas, lejos de todo…

En este pabellón, la tasa de suicidios es alta; muchos no soportan su aspecto desfigurado o –mejor dicho– muchos no soportan el efecto que produce su cara deforme. Ver lo estragos es ver el verdadero rostro de la guerra: “¿Qué es esta guerra? ¿Para qué sirve?”, se pregunta Adrien tras saber que su amigo Alain ha muerto.
Frente al aislamiento y la soledad solo queda el suicidio o la camaradería. Este es el camino que escoge Adrien, que se acaba “aliando” con un par de pacientes más.

Desarrollo pausado, fotografía suave que da ese aire vetusto de principios de siglo pasado. Un actor (Eric Caravaca) sin temor a mostrar el peor perfil y una historia sobre perdedores… Aunque perdedores son en realidad todos los que han querido la guerra, porque –de nuevo– surge la pregunta: “¿Qué es esta guerra? ¿Para qué sirve?”.

Algo lenta, algo falta de acción, pero eso forma parte de la historia. Muchos de los que se quisieron enrolar, luchaban por la patria, querían aventura (seguro que lo mismo se aplica hoy en día), pero encuentran tedio, dolor, incomprensión. Y del lado bueno: amistad, cariño, esperanza: “Tienes derecho a vivir”, exclama a Adrien al recién llegado que intenta quitarse la vida.
Gustará: a los aficionados de la Historia, los no adictos a los efectos especiales, a los sentimentales, a los que les gusta dejarse mecer por un cuento (triste), a los que no aman la guerra (Kant, entre ellos).
Francesca
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18 de septiembre de 2020
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311/22(15/09/20) Estimable y loable drama francés, realzable pro su valentía humanista al dar un enfoque distinto a las películas de guerra, mostrando con crudeza la trastienda de estos conflictos, desde una óptica desmitificadora, donde el ‘heroismo’ lo representa un tipo que no entró nunca en combate y por casualidad le cayó al lado un obús que le desfiguró el primer día de servicio, o cuando vemos un soldado que muere por la coz de un caballo encabritado. Una película que nos restringe cuasi-por completo a las semi-oscuras paredes de un hospital de veteranos de guerra, conviviendo con ellos sus traumas por la desfiguración y las perversas consecuencias que ello trae consigo. Dirigida y guionizada por François Dupeyron adapta la novela homónima de Marc Dugain de 1998, a su vez se basó en las experiencias de uno de los antepasados del propio autor durante la Primera Guerra Mundial. La película recibió nueve nominaciones en los 27º Premios César, ganando Mejor Actor de Reparto por André Dussollier y Mejor Fotografía por Tetsuo Nagata. Film con claros efluvios a la única dirección de Dalton Trumbo “Johnny cogió su fusil” (1971), por lo del herido en la Gran Guerra desfigurado, que nos habla voz en off a través de sus pensamientos, los dos relatos claros alegatos humanistas antibélicos y pro-vida. Aquí todo encabezado por un notable actor como Eric Caravaca, con el que seguimos su lenta y angustiosa rehabilitación en un ‘taller’ de personas averiadas, un acercamiento hondo al sufrimiento físico y mental, donde se tocan temas como la aceptación, la compasión, la solidaridad, la camaradería, la valentía ante la mala fortuna, ello regado con dosis suaves de humor que sirven para amostrar las ganas de vivir de los protagonistas en medio del Averno. Ello con una fascinante ambientación, apoyado en una sibilina cinematografía, los realistas escenarios y la fabulosa música clásica. Tiene sus ‘peros’ en un arranque un tanto desorientador y regularmente expuesto, en un ritmo que se estanca en subrayados, pues a veces alargar no es dar profundidad es dar gratuita densidad, haciendo que quizás menos tiempo habría ayudado a dar mayor solidez compacta. También encuentro dejadez en el modo de hacernos ver el paso del tiempo, no hay asideros para saber cuánto pasa, no sabemos nada de lo que pasa afuera del hospital, de cómo va la guerra, no hay elementos para saber cuántas semanas, meses o años, cuando de buenas a primeras nos enteramos que han pasado 4 años, esto es necesario para dar poso hastío a la estancia de protagonista y compañeros, y o una sensación de perdernos en este cronos. Tampoco su final me resulta redondo, demasiado episódico, varias set-pieces como no sabiendo el guión cual elegir y se decanta por todas y son ello lo que resulta es que se queda a medias.

1914. El joven y apuesto coronel Adrien Fournier (Eric Caravaca) va camino de incorporarse al ejército francés. En la estación de tren de París, conoce a una hermosa joven (Géraldine Pailhas) que se despide de otro soldado. Cuando pierde el tren, Adrien le pide que tome una copa, un pequeño placer que un hombre solitario como él nunca volverá a tener. Los dos pasan la noche en un pequeño hotel y por la mañana Adrien se dirige al frente. Unos días después, está gravemente herido. Un médico de su unidad lo examina y anuncia que hubiera sido mejor si hubiera muerto con el resto de sus hombres. La cara de Adrien está tan desfigurada que no puede hablar y tragar por sí solo. Pero todavía puede respirar. Finalmente, Adrien es transportado al Hospital Val-de-Grâce en París, donde un ambicioso cirujano (André Dussollier, Life of Riley ) está haciendo todo lo posible para ayudar a personas como él, a muchas de las cuales les faltan partes del cuerpo y rostros desfigurados. Una amable enfermera, Anais (Sabine Azéma, Wild Grass), cuyo hijo está en el frente belga, se encarga de cuidarlo.
Cuando vuelve en sí, se da cuenta de que parte de su rostro ha sido destruido. Lo envían al hospital militar de Val-de-Grâce, donde un médico intenta reparar el daño lo mejor que puede.

Tras un prólogo (errado) llegamos al momento de la catarsis del obús y a partir de aquí, durante poco más de media hora, el director toma la decisión (que nos retrotrae a “Johnny cogió su fusil”) de no mostrar el rostro demacrado de Adrien (Eric Caravaca), todo lo vemos en subjetivo, desde la cama donde está en el hospital, y prevemos el horror de su faz por las reacciones de la gente que lo ve, sentimos su angustia a través de su respiración entre cortada, y asistido esto por los pensamientos en off de Adrien, un tramo de enorme intensidad, hasta que decide el paciente verse en un espejo comenzando la parte de aceptación de uno mismo.

La cinta es un descenso a una especie de purgatorio en medio de la nada con epicentro en este hospital para perdedores, lugar deprimente, donde los pacientes no quieren ni mirarse al espejo, donde las ansias de suicidios son generales, dodne las etapas que sufrir se van sucediendo a través de operaciones y rehabilitación, pero sobre todo es la marginación social por parte de su familia, hijos, amigos, por su aspecto han pasado a ser unos parias, un lugar aislado del mundo, donde al final solo queda abandonar (el suicidio) o intentar que lo que no ha conseguido la guerra no lo hagas tú, alabando la capacidad del ser humano por sobreponerse a las peores circunstancias, intentando escapar de la depresión con compañeros en las mismas circunstancias, otros dos pacientes, Henri (Denis Podalydès) y Pierre (Grégori Derangère), además de la amabilidad de las enfermeras y doctor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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18 de febrero de 2006
4 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a una buena fotografia y unas correctísimas interpretaciones, esta película logra aburrir soberanamente recorriendo, con lentitud extrema, un argumento desaprovechado que concluye en un final tan ridículo como precipitado. Recomendable para después de comer o cenar.
Kingo
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